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No lo extrañaremos: Howard Stern

Con los "rebeldes" de otras épocas en Estados Unidos, se está dando un curioso fenómeno: todos ellos hoy lamen la mano que antes mordían. Un espectáculo vergonzoso que, sin embargo, ha servido para purificar a la industria del entretenimiento y con un público harto de las lisonjas y la zalamería que todos ellos hoy demuestran ante los políticos demócratas. Sigue la poda...

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AGOSTO, 2025. La ciudad está a punto de elegir como alcalde a un tipo que amenaza con destruir su esencia, que ha sido irreverente, sarcástica y burlona hasta el occipucio. Y uno de los mejores ejemplos de esa irreverencia, el pasarse por alto los convencionalismos en Nueva York, fue por cortesía de un sujeto que durante años fue el indisputado soberano de la radio en la urbe, un locutor llamado Howard Stern.

Stern fue tan popular en su momento que incluso se estrenó una película semibiográfica titulada Private Parts, que no tuvo mucho éxito, quizá porque Stern era un fenómeno eminentemente neoyorquino. De cualquier manera su fama siguió subiendo hasta que el locutor-comentarista fue seducido por la televisión satelital para que su programa fuera transmitido a través de Sirius-XM, empresa de radio vía satélite que previamente se había fusionado con su competidora XM.

Y dado que se trata de radio de paga, Stern podía proferir toda suerte de altisonantes sin temor a ser multado por la FCC, el organismo que regula a la radio y TV en Estados Unidos... la suya sería una emisión sin corte ni censura, pues.

Stern no solo era entrevistador sino que llegaba a extremos que empuntaban los cabellos de la estación de radio donde tenía su programa. En cierta ocasión uno de sus coanfitriones preguntó a la leyenda Reggie Jackson si acostumbraba tirarse pedos en el rostro de los catchers o al cantante Paul Simon si Art Garfunkel nunca le había coqueteado en el estudio de grabación. (Un diplomático Simon respondió: "Si te interesa saber, Art jamás me coqueteó, pero porqué mejor no lo invitas y le preguntas eso mismo en persona, él no dudará en desfigurarte la cara").

Eran tiempos en que la izquierda norteamericana exigía a los guionistas y a los conductores como Stern "romper los moldes" y "hacer añicos los convencionalismos". "Hay que empujar y empujar hasta que caiga todo aquello que parecía intocable", dijo en una entrevista el guitarra de R.E.M. Peter Buck.

Es patético y tristísimo ver cómo esos rebeldes de otrora se han convertido en mansos corderitos que hoya aceptan sin chistar todo aquello que en su juventud los hacía reventar de indignación. Tomemos el caso de Neil Young y Joni Mitchell, quienes "retiraron" su catálogo de Spotify luego que la empresa contratara a Joe Rogan, un comentarista detestado por las altas élites del poder.

Hace unos días se anunció que Sirius-XM ya no pensaba renovar el contrato a Howard Stern. Y al igual que ocurrió con Stephen Colbert, a nadie se le despide cuando sus ratings se encuentran en lo más alto. Stern está por cumplir 71 años pero ese no fue el motivo de su forzada jubilación: su programa prácticamente ya no lo escucha nadie, menos aún cuando Stern, el antisistema por antonomasia, se ha vendido al sistema... a los demócratas más bien, de una manera vergonzosa que marcó su punto más bajo con la entrevista que el otrora shock dj realizó a la fallida candidata presidencial Kamala Harris.

Decía el hoy desaparecido ensayista Carlos Alberto Montaner que Alejo Carpentier fue el mejor escritor cubano de su generación, poseedor de una riquísima prosa y una poderosa capacidad neologizadora. Sin embargo, en cuanto Carpentier aceptó convertirse en funcionario del castrismo, se casó con una causa y se volvió mal escritor. Lo mismo está sucediendo con los comediantes y personajes como Howard Stern: se han casado con la causa demócrata y ello los ha convertido en tristes caricaturas de sí mismos, declarándose simpatizantes de todo aquello que alguna vez juraron repudiar.

(Otro ejemplo es el de Bruce Sprinsgteen, considerado "vocero de la clase obrera norteamericana" y hoy transformado en titere de los demócratas y quien se ve obligado a quejumbrarse de la suerte de Estados Unidos ante públicos extranjeros).

La entrevista de Stern con Joe Biden fue un vergonzoso lámemestos que incluso el Pravda en tiempos soviéticos habría encontrado excesivo: el conductor destacó exageradamente "los increíbles logros" del hoy ex presidente durante sus años como jugador de futbol en preparatoria y calificó de "extraordinaria" a la familia Biden. No solo eso, pues Stern remató al terminar la entrevista: "Usted es el tipo de líder que me encanta, somos afortunados de tenerlo en la Oficina Oval (de la Casa Blanca)".

En la entrevista que Stern tuvo con Kamala Harris en octubre del año pasado, el otrora líder del llamado shock-radio no eructó más que lisonjas y elogios a la frustrada candidata, justificó que la prensa la tratara con deditos de seda, y en especial criticó el modo en que el programa Saturday Night Live había tratado a Harris: "Detesto que te hagan esto. En este momento hay muchas cosas en riesgo en el país. Cuando te conocí --dirigiéndose a Harris-- pensé 'me siento muy nervioso porque quiero que (la entrevista) contigo sea exitosa'" y criticó que alguien hiciera burla de la candidata.

Una de sus mayores metidas de pata la cometió Stern cuando calificó de "estúpidos" a quienes habían votado por Trump: "Seré honesto con ustedes. No les tengo el menor respeto".

La respuesta de su público fue implacable: de acuerdo con el vloguero Matt Walsh, desde noviembre la audiencia del programa de Howard Stern se ha ido por el precipicio. Y es explicable: se trataba de uno de los últimos personajes de la radio irreverente hacia los políticos, fueran del partido que fueran. ¿Qué tiene de interesante escuchar otra emisión saturada de retórica anti Trump que al mismo tiempo le lame los pies --si no es que otra cosa-- a los políticos demócratas?

Según The Wall Street Journal, cuando Stern arrancó su programa en la radio satelital, su audiencia era de 20 millones de personas; el último reporte señala que hoy apenas 110 mil personas lo sintonizan. Totalmente incosteable para el salario que percibe, e intrascendente en el mundo del entretenimiento del 2025.

"Si escuchas tu programa de radio favorito y un día el conductor te llama 'estúpido' por votar libremente por un candidato, un derecho que te otorga la Constitución norteamericana, sería realmente un estúpido quien siguiera escuchando ese programa", refirió Walsh. "Con esos insultos, Howard Stern ha mostrado su intolerancia, su repudio a escuchar opiniones distintas a las suyas. Pero no parece una decisión muy inteligente de su parte atacar a ese sector de la población cuando tus ingresos dependen que ese sector sea fiel escucha de tu programa. Ellos son tus verdaderos jefes, más aun que la empresa que te contrató, porque ésta recibe sus ingresos de los anunciantes que compran los productos que adquiere ese público al que has llamado estúpido".

El wokeísmo de Howard Stern, por supuesto, es postizo, ni él se lo cree. Pero ese wokeísmo lo ha convertido en triste caricatura de lo que alguna vez fue. Ante el abandono de sus escuchas, Howard Stern ya no es redituable para Sirius-XM, que hasta el momento no ha desmentido el rumor.

Claramente lo estableció el legendario Michael Jordan: "los republicanos también compran tenis". O como lo advirtió el comediante Dennis Miller la vez que Hillary Clinton llamó "deplorables" a los simpatizantes de Trump: "Me temo que esta señora desconoce el hecho de que saldría más provechoso tratar de convencer a esa gente de que eres mejor que tu oponente en vez de insultarla, sobre todo porque es esa gente, y no tu rival político, la que posee la llave que puede llevarte al poder".

Nunca lo extrañaremos, Howard Stern. Por eso no se preocupe.

 

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