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El odio anti Trump: patología seria que aquí explicamos

Es normal detestar al político que derrotó en las urnas a nuestro candidato, o bien odiarlo por su forma de ser. Sin embargo el asunto toma otro rumbo cuando ese repudio pasa a ser el foco de nuestra existencia. En Estados Unido ese síndrome anti Trump fue reflejado en las celebridades como el evento tragicómico de este 2025. ¿Por qué se da? Aquí lo analizamos
 

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MAYO, 2025. Y lo volvió a hacer: durante un concierto en pasado sábado 17 de mayo en Manchester, Bruce Springsteen tomó una pausa para dirigirse al público y decir que "la E Street Band está aquí esta noche para recordarnos el poder del arte, la música y el rock and roll en tiempos peligrosos. En mi hogar, los Estados Unidos que amo y sobre el que he escrito, un bastión de esperanza y libertad por 25 años, se encuentra actualmente en manos de un gobierno corrupto, incompetente y traicionero (...) Esta noche, pedimos a todos aquellos que creen en la democracia para levantarse con nosotros, levantar nuestras voces contra el autoritatismo y dejemos que suene la libertad."

Imaginemos por un momento que el nefasto presidente francés Emannuel Macron hiciera una pausa en uno de sus discursos para sacar una guitarra y ponerse a entonar canciones folclóricas francesas, o a la presidente mexicana Claudia Sheinbaum darnos una arenga sobre cómo a ella de niña le encantaba jugar a la lotería y a la matatena (aunque, bueno, dado el surrealismo mexicano, no descartemos que la señora algún día llegue a decir eso en público).

Si esa sola posibilidad nos parece ridícula ¿porqué entonces permitimos que las celebridades obliguen a quienes pagan boleto para verlos actuar o cantar suelten una sarta de boberías sobre el escenario? ¿En qué parte del boleto se advierte a los fans "a mitad del concierto, el señor Sprinsgteen ofrecerá un discurso respecto a sus sentimientos contra el presidente Trump"?

Puede entenderse que una celebridad se aviente sus discursos en un concierto proselitista. Eso se vale. Lo que es injusto es forzar a un público que va a disfrutar de tu talento musical para que aguante una sarta de quejumbres y estupideces que nada tienen que ver con el entretenimiento que se supone proporciona el pago de un boleto. Artistas como Sprinsgteen creen --erróneamente, pero jamás terminarán de entenderlo-- lo que el analista Matt Walsh definió perfectamente: "el hecho de que compre tus discos, pague boleto para ver tus películas o asista a tus conciertos no necesariamente significa que también estés comprando mi conciencia".

El discurso de Springsteen asimismo exhibe su cobardía. Qué cómodo expresar esas ideas fuera de Estados Unidos donde los oyentes, aunque simpaticen con su demagoguería, no son ciudadanos norteamericanos ni pueden votar en ese país. El señor se desahoga en el extranjero donde el antiyanquismo y el antitrumpismo alcanzan los mismos niveles enfermizos que Springsteen tanto disfruta. El comportamiento de Springsteen es idéntico al del niño que va a hacer pataleos en casa de los vecinos porque sus papás no quisieron comprarle su bicicleta (o en estos tiempos, una nueva tablet).

Es curioso cómo Springsteen nunca haya denunciado la amenaza a esas libertades cuando grupos de rijosos sabotearon la presentación de conferencistas conservadores en los campus universitarios, incluida Candece Owens, quien es afroamericana (ahí, por supuesto, no hay racismo qué perseguir), ni cuando grupos de rijosos destruyen e incendian los autos Tesla, como tampoco le incomodaba que toda opinión divergente en torno al "discurso" en torno a la megapandemia eran censurados y echados de las redes sociales... por supuesto que no, para el legendario cantante nada de ello representa un ataque a la libertad de expresión.

También llama la atención que Springsteen llore la "pérdida de libertades" de Estados Unidos en Gran Bretaña, país que te arresta por rezar frente a una clínica donde se practican abortos o que te envía a prisión por publicar un tuit donde expresas tu desacuerdo porque Gran Bretaña se está llenando de inmigrantes que viven de la teta de un gobierno que tiene abrumados de altísimos impuestos a sus súbditos.

Otro caso es el de la actriz Rosie O'Donell. Su relación con Trump había sido cordial y varias veces lo entrevistó hasta que el copetudo mandatario brincó a la política y se ganó como respuesta su odio irreconciliable. La mujer (ella caracterizó a Betty en una película de Los Picapiedra) se asumió como gay, algo a lo que tiene pleno derecho, pero igualmente se hizo famosa por publicar tuits atacando a Trump casi desde el momento en que abre los ojos cada mañana. Debe ser terrible iniciar tu jornada y darte cuenta que la persona a la que le tienes un odio patológico es hoy presidente del país más poderoso de la Tierra.

Otro caso lo tenemos con Robert de Niro, uno de los actores más talentosos de su generación. Aunque se trataron muy poco y ciertamente la química entre ambos siempre fue nula, De Niro no tardó en expresar su desagrado por Trump apenas unos días que éste anunciara su intención por llegar a la Casa Blanca. Desde entonces el protagonista de películas como Toro Salvaje no ha desaprovechado oportunidad de mentarle la madre a Trump no sin antes asegurar que Estados Unidos "va rumbo a una dictadura". Pero que se sepa, ni en su primer gobierno ni en éste, Trump ha ordenado una orden de arresto contra Trump por andarle faltando el respeto en público.

Como buena parte de esa izquierda que podríamos denominar "de coco hueco", De Niro acude a las adjetivaciones en vez de utilizar argumentos: le ha llamado "flojo", "irresponsable", "idiota", "bravucón", "desgraciado" e "incompetente" sin faltar la originalísima e ingeniosa acusación de "nazi".

Como se ve, Bruce Springsteen, O´Donell y De Niro sufren del llamado Trump Derrangement Syndrome (TDS), un odio patológico, compulsivo-obsesivo y claramente anormal.

Este síndrome también presenta lo que los psicólogos llaman "proyeccionismo", un mecanismo de defensa inconsciente que atribuye a los demás sus propios defectos u opiniones. Cuando Springsteen denuncia a "un gobierno corrupto, incompetente y traicionero", o exige "levantar nuestras voces contra el autoritarismo y dejemos que suene la libertad", parece dirigirse a Joe Biden, quien dejó a Estados Unidos convertido en un absoluto desastre. Cuando O'Donell acusa a Trump de "misógino" la ironía es apenas ocultable si asumimos que se trata de alguien que se percibe como "no binaria", feminista y de ribete lesbiana. Del mismo modo, las adjetivaciones de De Niro parecen más bien definirlo a él, un "desgraciado" dueño de una cadena de restaurantes que confisca las propinas a sus meseros.

Lo que Springsteen pareciera estar exigiendo es echar a los ineptos de la política norteamericana, pero como los demócratas llevan amplia ventaja en eso de cometer pendejadas, el cantante no puede acusarlos directamente so pena de ser "cancelado" o de perder simpatizantes entre la izquierda que ha plagado a la industria del entretenimiento en Estados Unidos. En vez de echarles en cara su pendejez, mejor acusar a Trump, alguien que jamás ganará un concurso de simpatías pero que definitivamente sabe hacer las cosas bien.

Estos tres personajes son como el niño más burro del salón que echa la culpa de su condición a sus profesores porque no le enseñan bien. Como dijo el hoy fallecido comentarista políticio Ruh Limbaugh: "si estudiamos los principios psicogógicos del proyeccioniso, entenderemos muchas cosas respecto al modo de actuar de la izquierda".

Y aunque la mayoría de las celebridades anti Trump que prometieron que abandonarían el país si era elegido, la mayoría no cumplió su palabra. Hubo dos que sí lo hicieron, O'Donell y la también actriz y conductora Ellen Degeneres. La primera se fue a radicar a Irlanda, tierra de sus ancestros. y la segunda a Gran Bretaña. Apenas cabe mencionar que no han encontrado el paraíso que ellas buscaban. En una entrevista, O'Donell aceptó que la mudanza a otro país "no ha sido fácil" y que "he encontrado prejuicios aquí como (en Estaos Unidos) por mi forma de ser y por mi identidad sexual". Por supuesto que antes que aceptar que tomó una decisión equivocada, la pifia se la atribuyó a Trump: "Ese hombre es una amenaza para la humanidad (...) ha hecho un desastre en Estados Unidos y mi temor es que ese desastre se propague al resto del mundo". De nuevo el proyeccionismo.

Finalmente, tenemos aquí también una profunda envidia hacia Trump maldisfrazada de dignidad. Si nos fijamos un poquito, las celebridadees que más lo odian y lo detestan, pese a haber triunfado ellas mismas, ya vieron pasar sus años más fructíferos. Springsteen no ha puesto a la venta un buen disco desde los años 90, O'Donell no ha realizado nada destacable como actriz en décadas y la gente recuerda que los últimos roles memorable de de Niro fue en la primera película de El Jóker.

Asimismo, estos tres personajes rondan la edad de Donald Trump (De Niro tiene 81, Springsteen tiene 75, O'Donnell es un poco más joven, con 63: Trump tiene 78) y si hacemos un comparativo de quién es hoy el más exitoso nos explicamos más ese odio aparnetemente irracional: como millones de fracasados en todo Estados Unidos, todos ellos repudian a Trump porque sigue ganando y ha sabido recuperarse de sus fracasos y cada ataque en su contra parece fortalecerlo.

Bien lo dijo en su momento Dale Carnegie: nadie odia a los fracasados. Tan simple como eso.

 

 

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