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 Las pesadillas de San Francisco

Considerada una de las ciudades más bellas y dinámicas no solo de Estados Unidos sino del mundo, San Francisco se hunde en la decadencia y las imbeciloides políticas woke que han incrementado la inseguridad y el consumo de drogas. La urbe donde las autoridades responsables se consideran víctimas. ¿Dónde quedó Harry El Sucio?

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JULIO, 2023. Whole Foods es una cadena que vende comida de buena calidad y que por décadas ha sido emblemática del ambiente comercial de California. Sin embargo esta cadena recientemente cerró las puertas de sus sucursales en San Francisco ante la enormes pérdidas que ha traído consigo una ley paradójicamente llamada contra el "robo hormiga" y aprobada por el ayuntamiento de la ciudad.

¿Y en que consiste la medida "antirrobo hormiga"? Redactada claramente por tarados antológicos (de eso en un momento) la ley permite que los clientes que decidan no pagar por artículo cuyo costo es menor a los 100 dólares podrán hacerlo sin que los guardias de seguridad puedan detenerlos, y si lo hacen, la autoridad se abstendrá de actuar en el entendido de que no están cometiendo delito alguno.

"Quienes redactaron estas leyes dicen a los comerciantes '¡vamos, esos son artículos de bajo costo y podrán ustedes asumir pérdidas sin mayor problema!' Sí, claro, por supuesto, pero multipliquemos ese pequeño costo por mil clientes que no pagan y las pérdidas pasan a ser enormes. ¿Quién desea mantener abierto un establecimiento en esas condiciones?", dice el analista libertario y experto en derechos del consumidor John Stossel.

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Como pudiera esperarse, esta ley silenciosamente exime a las minorías raciales de cualquier proceso penal por participar en este "robo hormiga", de manera tal que si los responsables son afroamericanos, "los guardias y la policía prefieren no actuar, es una pérdida de tiempo pues saben que esos jueces ni siquiera tomarán la denuncia en sus manos. Y peor aun si actúan contra ellos pues alegarán ser víctimas de 'brutalidad policiaca'", agrega Stossel.

No sorprende, por tanto, que Whole Foods haya cerrado todas sus tiendas en los barrios emimentemente afroamericanos. Como respuesta, los líderes locales acusan ¡de racismo! a Whole Foods y de "dejar desamparada a la comunidad". La máxima "si no es negocio, dejarlo" ha pasado a ser políticamente incorrecta en la enferma sociedad norteamericana del siglo XXI.

Otros establecimientos han optado por colocar los artículos pequeños en vidrios bajo llave y los cuales el cliente puede acceder una vez que haya pagado por éstos. Pero aun así se han dado casos en los que los "clientes" rompen el cristal y se llevan lo que quieren. "Estas leyes defienden a la delincuencia, no hay otra manera de decirlo", dijo el vloguero venezolano John Acquaviva.


No es el único problema de San Francisco, una de las ciudades más bellas del mundo y cuyo PIB es superior al de Grecia. Las calles de San Francisco, que aunque bullían de delincuentes en tiempos de la serie televisiva lucían limpias y dinámicas, hoy se encuentran llenas de gente sin hogar que se la pasan sin hacer nada todo el día y de la cual, por lo menos una cuarta parte consumen drogas con regularidad, entre ellas fentanilo, el cual destruye progresivamente el sistema nervioso y deja en estado vegetativo a quienes la consumen, eso si son afortunados: por lo menos el 20 por ciento mueren al poco tiempo de hacer uso de ella.

La última cerecita colocada en este pastel progresista que ha llevado a San Francisco a una pesadilla lo tenemos con las reparations ("indemnizaciones" en correcto español; los seres humanos, a diferencia de las máquinas y nuestros instrumentos de trabajo, no podemos ser "reparados"). El ayuntamiento aprobó recientemente la exigencia de que cada afroamericano residente en San Francisco deberá recibir un millón de dólares de indemnización "por las humillaciones , las vejaciones y el maltrato recibidos durante los años de la esclavitud", dijo Rhonda Miller, una de las concejales del ayuntamiento. "El pago deberá hacerse a la brevedad posible".

Además de darse el brutal contrasentido de que California jamás fue estado unionista y por lo tanto ahí no se practicaba la esclavitud, la "reparación" representaría al estado de California una erogación cercana a los 5 mil billones de dólares. Y aunque el actual gobernador Gavin Newsom ha presumido de una estupidez imparable, alegó que la "reparación" era válida "pero en este momento no es económicamente viable", y tampoco lo será de aquí a 100 años, si es que los Estados Unidos aún siguen existiendo como nación.

Newsom, un tipo con look de galán y sobrino de la líder de la Cámara Nancy Pelosi, fue el detonante de la pesadilla que hoy atraviesa la legendaria ciudad de la bahía. Cuando fue alcalde Newsom promovió una ley "igualitaria" e inclusiva" que prohibía arrestar a quien defecara en la vía pública, esto después que un ciudadano de origen hindú demandara al ayuntamiento, además de alegar ser víctima de la infaltable "brutalidad policiaca" durante el arresto. Como consecuencia, "toda la ciudad huele a mierda", dice el vloguero conservador Ben Shapiro. Bueno, no precisamente: otro sector huele a mariguana, otro a orines y uno más a drogas químicas.

Fue durante el gobierno de Newsom cuando se aprobó un desproporcionado aumento al salario mínimo de 8 dólares a 11 dólares la hora, y desde principios del año pasado, el salario mínimo, pasó a 15 dólares la hora lo cual descapitalizó al pequeño comercio en el área de la bahía, lo que obligó al cierre de cientos de establecimientos o el despido del personal con menos capacitación, el directamente afectado cada vez que se aplican estas medidas insensatas. "Hay una relación directa entre el aumento a los mínimos que se dio en California y el incremento de la gente sin hogar", refiere el analista Acquaviva. "El problema existía en San Francisco desde hace años pero el aumento en el mínimo lo agravó".

No es Calcuta, es Estados Unidos: Los wokes  de San Francisco culpan al "capitalismo salvaje" por la plaga de gente que vive en sus calles, "pero cuando California era más capitalista, no veíamos este lamentable espectáculo", dice el especialista Stossel. "Este es un ejemplo clarísimo de cómo el socialismo y el subdesarrollo van de la mano".

El vergonzoso espectáculo que la ciudad ofrece a los turistas que llegan ilusionados con la singular belleza de la ciudad era algo insólito hasta hace una década. Hoy las calles de San Francisco no vibran con policías como los que caracterizaban Michael Douglas y Karl Malden sino que se ven mares de gente con harapos que encienden fogatas para calentarse, infelices que viven en mugrosas casas de campaña o que duermen en las banquetas. Muchos de estos menesterosos fueron echados a la calle al perder su trabajo, consecuencia en buena parte porque sus empleadores ya no encontraron costeable seguir empleándolos con un salario mínimo de 12 dólares la hora.

"Un día mi jefe me dice 'lo siento, con este aumento al mínimo ya no puedo contratarte más", dijo un menesteroso entrevistado por el brillante vloguero Nick Johnson. "Fue algo inesperado, tenía yo muchos adeudos, ya no pude pagar al renta y desde entonces vivo en las calles". Johnson señaló que los homeless, como se llama allá a la gente que no tiene hogar, "son excelente negocio para el ayuntamiento", y cita la declaración de otro menesteroso: "Diariamente tenemos que pagar por 'ocupar' un espacio en las banquetas, y corre el fuerte rumor de que esos 'cobradores' llevan el dinero a funcionarios y a jueces locales para impedir que prosperen las demandas de los comerciantes o los dueños de los predios y banquetas ocupadas".

Otro aspecto que recopiló Johnson en sus entrevistas con los homeless, fue que "cada mañana, muy temprano, el ayuntamiento proporciona jeringas para que quienes se inyectan drogas 'no se infecten'. Sin embargo varios entrevistados afirmaron que los distribuidores de drogas lo hacen ante la clara aprobación de las autoridades locales por lo que Johnson se pregunta: "¿Se trata acaso de un plan para que los homeless se hagan adictos a las drogas y por tanto se insensibilicen y dejen de protestar ante la infernal situación por la que están atravesando?"

Naturalmente, los activistas woke dentro y fuera del ayuntamiento de San Francisco achacan la plaga de personas sin hogar "al capitalismo salvaje", como la activista Miller quien señala que "las fallidas políticas de libre mercado han provocado una situación de emergencia en nuestras calles", algo que el analista Stossel respondió: "Cuando San Francisco y todo el estado de California eran más capitalistas, el fenómeno de los homeless era inexistente pero hoy que la ciudad y el estado son más socialistas, lo vemos por todos lados, Este es un ejemplo clarísimo de cómo el socialismo y el subdesarrollo van de la mano".

Por otro lado, hay una relación directa entre el aumento de la criminalidad desde la llegada de los activistas woke al ayuntamiento de San Francisco y a quienes el hoy gobernador Newsom abrió las puertas mientras fue alcalde de un sitio que hoy va en caída libre.

"Esta gente que se dice defensora de los derechos humanos pero que en realidad son activistas woke, suponen que quienes cometen delitos lo hacen como desquite hacia una sociedad racista, opresora, es decir, que todo se resume al racismo de la sociedad norteamericana" dice el especialista Stan Wallock,de la página americanthinker.com. "Esa conclusión es totalmente falsa pues de ser cierta, los delitos cometidos por los afroamericanos habrían sido altísimos hace sesenta años cuando existía más racismo, pero las estadísticas muestran que los niveles de delincuencia eran más bajos entonces en la ciudad. Los altos índices de criminalidad que padece San Francisco no son consecuencia del racismo sino de la sensación de impunidad y a la pérdida de respeto hacia los cuerpos policiacos".

Esa estrategia fue precisamente la implementada por Chesa Budin, un fiscal que de inicio denunció los "abusos policiacos" y aprovechó lo ocurrido en Minneapolis con George Floyd para que se aprobara la ley "antirrobo". El desempeño de Budin fue tan desastroso que fue echado en un referéndum pero ello no ha evitado que sus correligionarios woke continúen destruyendo la esencia de una ciudad histórica sin la cual no podría explicarse la grandeza que llegó a tener en su momento el estado de California.

Dada la sensación de impunidad, los robos a pleno día se han multiplicado en un 500 por ciento los últimos cinco años (precisamente, desde que Budin asumió el puesto), incluso hasta de equipos de computación, como ocurrió el pasado octubre en Apple Store, donde unos tipos llegaron y se llevaron equipo con valor superior a los 30 mil dólares.

Y aunque las cámaras de vigilancia registran toda la acción, "basta que uno o varios de quienes cometen el delito sean afroamericanos para que el Departamento de Policía se desentienda del asunto", dijo un fúrico comerciante en un reportaje de la cadena Fox. "Y no porque los elementos policiacos sean unos insensibles, simplemente saben que los jueces no actuarán; además de realizar el arresto, se les atacará de 'racistas' y estarán arriesgando sus puestos de trabajo".

Ante tal situación, San Francisco parece estar condenada a muerte, no por un terremoto igual al de 1906 como tanto se temió, sino por otro terremoto, el de las ideas estúpidas de los activistas woke, totalmente reñidas con la realidad y el sentido común.

"¿Pero de qué lado están"?, se pregunta un desconcertado Harry el Sucio cuando los burócratas de su departamento en San Francisco lo acusan de "brutalidad policiaca" y exigen su destitución.  A medio siglo de esas películas protagonizadas por el gran Clint Eastwood, la respuesta en la ciudad de los alcatraces ha quedado más que clara.

 

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