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Y DEMÁS/Historia manida

"Nos robaron el territorio" y otras barrabasadas en torno a las deportaciones

Las protestas registradas en Los Ángeles dan cuenta de cómo cientos de  inmigrantes ilegales argumentan que "no son extranjeros" porque California "se la robaron los gringos". Su estulticia histórica es apabullante, aunque no tanto como para exigir que se use el peso como moneda en esos territorios que, según ellos, siguen perteneciendo a México. Demos un  repaso histórico con el fin de desbaratar lo que nos han dejado décadas de basura oficialista

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JUNIO, 2025. Luego del desastre migratorio consecuencia del gobierno de Joe Biden --se estima que siete millones de personas cruzaron ilegalmente la frontera durante sus cuatro años-- la aplicación de la ley migratoria se hacía imperativa en las llamadas "ciudades santuario", la mayoría de ellas gobernada, adivina adivinador, por alcaldes demócratas.

Una de las primeras ciudades en recibir la visita de los agentes de ICE --anteriormente llamada Immigration and Naturalization Service, o INS, por sus siglas en inglés-- fue Los Ángeles, declarada "santuario" por el nefasto ex alcalde Eric Garcetti, el "Bill di Blasio de la costa oeste", y no es halago, medida que fue ampliamente respaldada por otro nefasto, el ex gobernador Jerry Brown, y por el que quizá sea el peor de todos los gobernadores de la era moderna, Gavin Newsom.

A las pocas horas, Los Ángeles volvió a estremecerse en protestas, quema de autos y una escena que ni al mismo Trump le hubiera dado tan bien resultado para apoyar su causa: decenas de tipos encima de los autos o en motocicletas ondeando la bandera de México.

Ningún spot de la Casa Blanca pudo haber sido más efectivo para darle la razón al presidente Trump que unos tipos ondeando las banderas de un país extranjero. ¿Por que, cuál sería la reacción si mañana al gobierno mexicano se le ocurriera deportar a todos los norteamericanos que se encuentran con sus permisos es estancia vencidos --los ciudadanos de aquel país no requieren visa pero necesitan de un permiso consular si desean viajar al interior, requisito innecesario si lo hacen por vía aérea; solo necesitan mostrar su pasaporte-- y que en en protesta esos ciudadanos se pusieran a ondear banderas norteamericanas en la Macroplaza de Monterrey, el Ángel de la Independencia o la Fuente Minerva de Guadalajara? ¿No pensarían los mexicanos que en realidad esos inmigrantes buscan invadir nuestro territorio? ¿Entonces cómo si los norteamericanos llegan a esa conclusión cuando ven banderas mexicanas en lo alto en las calles de Los Ángeles, por ello son unos racistas y antiinmigrantes?

Contra la idea que los medios mexicanos han difundido, las deportaciones afectan solo a aquellas personas que no pueden comprobar su estancia legal en Estados Unidos. Quienes posean las llamadas green cards, visas en regla, papeles de residencia, naturalización y por supuesto su pasaporte expedido por el Departamento de Estado, no deben temer deportación alguna; quererlos echar fuera por su aspecto o su color de piel pese a tener un estatus migratorio legal constituye un delito federal ante el cual se podría demandar por discriminación racial al gobierno norteamericano. Esto es algo que los medios suelen ocultar a la opinión pública, incluidos los que transmiten en español dentro de Estados Unidos: les es más redituable difundir la paranoia.

El argumento, claro, es que muchos mexicanos consideran que esa porción de California "es nuestra" porque, claro, "los gringos se la robaron a México" y por tanto enarbolar banderas mexicanas es algo "justo y reivindicatorio", según dijo un tipo entrevistado por la cadena Univisión en las calles de la urbe angelina.

Todo esto es consecuencia de décadas de verborrea oficialista donde se nos machacó que "ellos" se llevaron algo que era "nuestro" durante el siglo XIX, producto de la avaricia yanqui, un imperio expansionista que se aprovechó de un vecino pobre para hacerse de un territorio que, de haber conservado la soberanía mexicana, habría desbancado a Brasil como el país más grande de América latina. Es como el argumento de la novia despechada: "si te hubieras casado conmigo yo no sería tan desdichada".

Este argumento evidencia el infantilismo moral que padecen millones de mexicanos: como los gringos "nos robaron" ese territorio, es que estamos jodidos, no podemos pasar a cuartos de final en el Mundial y somos clientes asiduos del "ya merito", y si recuperamos ese territorio, seremos los chingones que la historia nos ha escamoteado. Todo es culpa de los gringos, tan responsables de nuestras desgracias como en su momento lo fueron La Malinche y Cortés.

Empecemos por mencionar que el inmenso territorio que México perdió rozaba con el estado de Oregon, lo que hoy son las dos Dakotas y el sur de Utah, y que lo que hoy es Texas tuvo apenas 23 años de soberanía mexicana. Conviene iniciar con este estado porque hubo un tipo llamado Joel R. Poinsett, embajador en México, quien sugirió al gobierno mexicano establecer colonos de origen europeo para hacer producir las inmensas y desoladas tierras texanas, algo similar a lo que los menonitas harían décadas después en el estado de Chihuahua durante el gobierno de Álvaro Obregón.

La relación de Texas con la capital mexicana --ya en tiempos de Santa Anna-- fue de absoluto desdén e indiferencia hasta que los colonos comenzaron a hacer producir las tierras y, entonces sí, el Estado mexicano recordó que había que cobrarles impuestos 'para poder comercializar sus productos, los cuales jamás se reflejaron en el bienestar de los habitantes texanos.

La mayoría de esos agricultores hablaban inglés o alemán y tenían poco conocimiento del español o del país que los estaba exprimiendo fiscalmente, de ahí que a varios promotores de la escisión infiltrados por Washington no les costara mucho trabajo hacer crecer su movimiento.

Como consecuencia de ese abuso de la capital central, vendría la división de Coahuila y Texas de donde surgió efímero país llamado República del Río Grande. Posteriormente se realizó un plebiscito donde ganó el ganó de manera abrumadora para convertirse en estado de la Unión. Y como refiere el historiador Juan Miguel Zunzunegui, ni siquiera el uno por ciento de los nuevos norteamericanos optó por establecerse en México.

Poco después del ataque al fuerte El Álamo en San Antonio, las tropas de Santa Anna pernoctaron cerca de Tamaulipas y fueron emboscadas por el ejército norteamericano el cual atrapó al autócrata y lo llevó detenido a Washington. Cuando Santa Anna fue liberado regresó a México donde se le elogió como su hubiera reconquistado Texas al punto que durante algunos meses se pensó que esa región seguía siendo parte de México.

Más tarde las tropas norteamericanas invadieron la capital mexicana, derrotaron al ejército mexicano y obligaron a Santa Anna a "indemnizar" al ganador mediante el Tratado Guadalupe-Hidalgo. Santa Anna, cuyo ego parece ser tan grande como su estupidez, no tenía fondos pero a cambio propuso la venta del territorio por una cantidad irrisoria, muestra de que el señor ni idea tenía de hasta dónde se extendían las tierras que gobernaba.

Y en el colmo de la estulticia, en los meses siguientes México perdió valiosísimo tiempo mientras la burocracia santannista retrasaba el proceso y al interior del gabinete se daba una lucha interna por la sucesión del autócrata. Washington aprovechó ese grillerío a las mil maravillas para alterar la delimitación real (obviamente a su favor) y alebrestaba otras comunidades para que se adhirieran a la Unión, entre ellos el estado de Nevada. Ese retraso administrativo fue decisivo para que, por ejemplo, California ingresara a la Unión en 1850, acelerado por la "fiebre del oro", riqueza súbita que nadie en ese estado deseaba que fuera a parar a manos de la burocracia mexicana. Naturalmente, nada de eso se ha enseñado jamás en los planteles escolares de México.

¿Que Estados Unidos robó territorio? Sin duda: la porción de La Mesilla, parte de la actual Arizona y Nuevo México, fue literalmente "absorbida" alterando artificialmente el cauce del Río Bravo en los mapas de la época luego que el gobierno mexicano optara por no enviar representante a las negociaciones. (Ya en tiempos de López Mateos, México recuperó una porción territorial en el área de Juárez-El Paso tras demostrarse que el cauce del río que divide a ambos países había sido alterado intencionalmente).

La noción de que que "nos robaron" California es un mito pues el estado se adhirió voluntariamente a la Unión. ¿No nos parece extraño que, de haber habido tal despojo, el gobierno mexicano jamás haya realizado una expedición para recuperar un territorio que, se sabía perfectamente en la capital, era riquísimo en recursos naturales y por tanto mucho más valioso que el semidesértico Texas? (aún no se descubría petróleo en el estado de la estrella solitaria).

A estos inmigrantes ilegales que ondean banderas mexicanas porque se trata de "territorio mexicano" jamás se les ha ocurrido crear comunidades apartadas y sin urbanizar dentro del territorio norteamericano. Aparentemente, lo único que se debe reclamar son las partes donde ya existe infraestructura, existe urbanización y se cuenta con los servicios básicos. Igualmente esos manifestantes de Los Ángeles y otras ciudades no son muy dados a comerciar entre ellos con el peso mexicano y optan por seguir utilizando dólares, la moneda del imperialista invasor y opresor. Si realmente se sienten en territorio mexicano, por qué no prescinden del dólar para realizar sus propias transacciones?

"Esta gente piensa que Disneylandia y Hollywood ya existían en tiempos de Santa Anna", refirió Zunzunegui en una de sus charlas sobre el tema, "cuando lo cierto es que el momento en que California pasó a convertirse en Estado de la Unión, Los Ángeles era una misión española, fundada por misioneros españoles".

Y he ahí el quid del asunto, dirían por ahí: Quien conquistó ese gigantesco territorio y paradójicamente es odiado por millones de mexicanos con sus cabezas envenenadas por tanta porquería oficialista, es el mismo a quien igualmente se odia por "haber conquistado a los mexicanos", tontería mayúscula dado que en 1492 lo que hoy es México aún no existía: España.

Fueron los misioneros españoles, desde el Padre Eusebio Kino, Fray Junípero Sierra, y exploradores como Hernán Cortés, quien también anduvo por allá (¿de dónde diablos se cree que el Mar de Cortés debe su nombre?) quienes lograron la hazaña de conquistar el descomunal territorio. México se quedó con toda esa porción tras su Independencia de España y la perdió dos décadas después -la soberanía plena del país se consumaría hasta 1824-- del mismo modo en que alguien dilapida una herencia.

Fueron misioneros españoles quienes por dos siglos y medio conquistaron el inmenso territorio; fueron estos misioneros quienes pusieron nombres como San Diego, Los Ángeles, San Francisco y Santa Clara a sus misiones, enfocadas a catequizar a los nativoamericanos. Fueron misioneros españoles los que incluso llegaron a Alaska, como fue el caso de Salvador Fidalgo, en 1790, todo esto décadas antes que México declarara su independencia.

Cuando México declaró su independencia técnicamente "le robó" ese territorio a España, pero hasta donde se sabe, en ese país mediterráneo no hay protestas que como las hay entre de inmigrantes que creen estar conquistando "la California que nos robaron".

Estados Unidos tiene todo el derecho a deportar a aquellos que ingresaron ilegalmente a su territorio como lo tiene México para deportar indeseables. Esa encomienda la ejecutaron Clinton, Bush y Obama, quien por cierto es el presidente que más ilegales ha deportado en la historia de ese país, casi siete millones, pero aparentemente el villano de la historia es Trump quien solo está ejecutando la obligación constitucional de echar para afuera a quien ingrese al país sin documentos.

"Si asumes la historia de tu país como una lección, y no como, un castigo, aprenderás a madurar como buen ciudadano", dijo el analista Victor David Hanson. Ya es hora que los mexicanos comencemos a hacer precisamente eso.
 

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