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¿Y cómo va su día con ese aumento a los mínimos, amigos californianos?

Hace poco más de un año, miles de personas en California bailaban eufóricas, incluso a ritmo de mariachi, porque se obligó a sus patrones a pagarles 15 dólares la hora. Lo que recibieron como premio a ese gran logro fue, primero, ser despedidos por incosteables y, segundo, ser suplidos por robots. Todos ellos recibieron aquello por lo que votaron. Ah, pero el culpable, claro está, es Trump

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AGOSTO, 2025. Una clara muestra del escaso cacumen que suele mostrar la izquierda en asuntos económicos lo tenemos con su nula capacidad de distinguir lo que es una ley y lo que es una teoría.

La ley tiene principios invariables: si la temperatura desciende, se experimentará frío, si una planta deja de recibir agua se seca, si usted deja de comer será cadáver antes de cumplirse una semana. Todo esto puede suceder un millón de veces, y el resultado será el mismo (claro que muchas ocasiones, como en el caso de dejar de comer, el resultado lo experimenta la persona por primera y única vez).

Una teoría es algo que supone un resultado, como lo es la Teoría de la Relatividad, y que los seres humanos no podemos comprobar físicamente.

Y es ahí donde nos topamos con una teoría económica, como lo es el marxismo, y una ley, en este caso la ley del mercado. La primera ha sido puesta en práctica decenas de veces y en todas ha fracasado vergonzosamente; las leyes de mercado, en cambio, arrojan el mismo resultado cada vez que se aplican, ya sea cada vez que sean alteradas o estimuladas.

Todo aquel que se lanza al vacío sin paracaídas estará violando la ley de gravedad y terminará hecho papilla en el piso por lo que difícilmente habría mostrado signos de inteligencia. ¿Por qué entonces se sigue aplaudiendo y brindando por las ocurrencias de esos "economistas" y "políticos" que violan las leyes del mercado? ¿no son ellos iguales de estúpidos que aquellos que desafían la ley de gravedad y dan un brinco al vacío esperando volar como Supermán?

El primero de abril del 2024 entró en vigor un aumento al salario mínimo de 20 dólares la hora para los empleados de los restaurantes fast-food en California. "Esta medida, justa y necesaria, proporcionará un salario digno a quienes inician su vida laboral", dijo, hinchado de orgullo, el nefasto gobernador Gavin Newsom. "Enhorabuena para todos ustedes. Disf
ruten este logro".

Y vaya que ya lo están disfrutando: The Wall Street Journal reporta que, desde su aprobación, estas cadenas de fast-food han echado a la calle a 18 mil empleados ante la imposibilidad de costear salarios tan altos a personal con escasa capacitación y que pueden ser reemplazables como fichas de ajedrez. "El aumento también ha afectado a los micromerciantes que no están en capacidad de cubrir salarios de 15 dólares la hora. El efecto ha sido devastador para un estado que creó emporios que comenzaron como negocios microscópicos y lograron crecer al amparo de una buena idea", destacó ese diario.

Al día siguiente de darse a conocer el aumento, decenas de trabajadores aparecieron festejando, bailando, incluso con música de mariachis de fondo, enarbolando cánticos como "¡sí se pudo!" Una mujer hispana, entrevistada por una estación local televisiva de San José, dijo eufórica: "¡los comerciantes reciben ganancias gigantescas que se niegan a compartir con el resto de la sociedad. Gracias a nuestro gobernador Gavin Newsom, se pondrá fin a esa era de explotación!"

En primer lugar, eso de endilgar posesivos al referirse a los políticos --nuestro gobernador, nuestro alcalde, nuestro diputado-- es herencia directa del totalitarismo priísta que esta mujer debe llevar en la sangre, y en segundo término, la declaración deja en claro que ella y el gobernador Newsom tienen conceptos totalmente ajenos a la realidad y al sentido común. ¿Por qué alguien que acumula un capital está obligado a compartirlo con la sociedad, acaso no es suficiente que el Estado le quite parte de su patrimonio con toda suerte de gravámenes, en especial si hablamos del estado de California?

De hecho el comerciante comparte una porción de su patrimonio abriendo un negocio, el cual genera empleo y por lo tanto riqueza y productividad en el área. Podemos apostar a que esta mujer, que celebraba con fruición este aumento a los mínimos, se cuenta hoy entre las despedidas que fueron sutituidas por un robot. Enhorabuena. Que disfrute este logro.

El salario mínimo fue establecido como el primer escalón en la carrera laboral, y no puede ser un fin en sí mismo. Es absurdo pagarle un salario alto a alguien que obtiene su primer empleo y que no ha tenido oportunidad de demostrar sus capacidades. Tomemos como ejemplo el beisbol de Ligas Mayores donde el salario mínimo para un pelotero se establece en 750 mil dólares por temporada. Si el día de mañana se obligara a los clubes a que los novatos ganen más en un intento para equiparar su sueldo con el de los peloteros estelares, los clubes se irían al carajo en cuestión de meses. Quienes cobran más lo hacen porque ya han demostrado que lo valen.

El aumento desmesurado a los mínimos ahorca al comercio cuyos ingresos son volátiles e impredecibles, como es el caso de la industria restaurantera y a la que ha afectado más el aumento a los mínimos en California. Puedes tener ganancias de ensueño los fines de semana o los días feriados pero apenas entrarán algunos dólares entre semana, y al empleado se le debe pagar su sueldo, haya o no haya clientela.

Un establecimiento que tenga ingresos de mil dólares semanales se topará con que, por cada empleado que labore ocho horas diarias recibiendo el mínimo de 20 dólares, diariamente estaría percibiendo 160 dólares, un total de 1,200 horas semanaes por empleado, es decir, tendríamos un déficit de 200 dólares, sin margen alguno de ganancia para el empleador. Y ni siquiera un salario de medio tiempo solucionaría el problema: pagar 600 dólares semanales en el mínimo deja un margen de 400 dólares al empleador, quien además debe cubrir el seguro social para su empleado y pagar electricidad, gas, impuestos federales, estatales y municipales.

Los gastos e insumos de la industria fast-food y restaurantera en general son descomunales, ya sea el electricidad, con refrigeradores para preservar los alimentos, compra diaria de insumos perecederos donde el propietario asume las pérdidas por la comida que no se vende, uso de gas para las estufas y un sinfín de requisitos sanitarios. Un aumento de 20 dólares la hora empleados que solo calientan la comida o preparan hamburguesas es una sentencia de muerte a estos establecimientos que, se ve claramente, en California fue diseñada a propósito para eliminarlos.

Y qué mejor prueba de ello el acoso del fisco californiano para seguir exprimiendo al sector productivo con más impuestos y regulaciones ridículas. Por un lado quieres que pague más a los empleados pero por el otro me impides crecer y producir más riqueza que me permita pagar un salario mínimo más alto a mis empleados.

La industria restaurantera de California se ha ido en picada desde el desmesurado aumento a los mínimos, e incluso varias franquicias han optado por abandoanr el estado. Para colmo, otros establecimientos han tenido que cerrar ante la ola de asaltos donde no tiene caso hablar a la policía porque ésta no hará absolutamente nada al respecto. Y cuando estos establecimientos cierran, los vecinos protestan porque los "dejan desamparados al cerrarse una fuente de empleo". ¿Quién carajos los entiende?

La izquierda envidiosa supone que los comerciantes nadan en dinero y que pagan una miseria mientras ellos se enriquecen demencialmente. Es una visión tan burda como suponer que todos los alemanes son racistas porque ahí gobernaron los nazis.

Los restauranteros de California han optado por reemplazar a estos empleados por robots o con expendedores automatizados para realizar cobros y servir la comida. Cada robot tiene un costo aproximado de 16 mil dólares pero a la larga sale más barato que un empleado caprichoso que explota porque se le llama la atención, refunfuña todo el día, odia su trabajo y se la pasa intrigando con sus compañeros. Por cierto, esos robots que llevan la comida a los clientes, toman órdenes y están programados para desactivarse si abandonan su perímetro en caos que alguien quiera robárselos. Ya se han dado casos, por cierto, muestra de que California se ha estupidizado a niveles increíbles las últimas décadas.

El vloguero Metal Leo da cuenta en sus videos de cómo esta aumento a los mínimos ha devastado a las ciudades de Sacramentio, San José y San Francisco. En esta última, el área de Fishermen's Wharf, mundialmente conocida, hoy luce con decenas de locales vacíos donde antes había restaurantes que habían estado en funcionamiento incluso desde el siglo XIX. En el área comercial del legendario puerto, Metal Leo nos muestra un pequeño mall que cuenta con 63 locales de los cuales hoy solamente dos están abiertos y uno de ellos abre apenas tres horas cada tercer día.

Pero, al final, los habitantes de California, en especial aquellos que perdieron su empleo esperando recibir altos sueldos pese a estar escasamente capacitados, recibieron sobradadamente aquello por lo que votaron. Hay que reconocer que el gobernador Newsom nunca mintió sobre lo que buscaba hacer para destruir al estado de California: el hecho de que lo hayan reelecto, y que haya salido avante de un recall para destituirlo, da cuenta clara de que sus habitantes se han pasado de la raya en el consumo de drogas.... porque las drogas apendejan, y he aquí una prueba irrefutable.

Increíblemente, los activistas disfrazados de congresistas ya están exigiendo un aumento del mínimo a 30 dólares, la misma propuesta del candidato a alcalde de Nueva York Zohran Mandami.

Las leyes del mercado son inalterables, no son consecuencia de la avaricia del capitalismo sino de la mera lógica económica. Si te lanzas al vacío sin paracaídas terminarás dándote en la madre. Si te suben el salario mínimo sin estimular la productividad, le darán en la madre a tu fuente de empleo.

Y ahora sí, como ya lo dijo Newsom, disfruten este logro.

 

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