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INTERNACIONAL

Pese a
este logro histórico, no esperemos un Nóbel de la Paz
para Trump
Entregó
la codiciada presea a Obama sin razón alguna y hace poco optó por
reconocer a organizaciones semifantasmales cuando Trump logró que dos
enemigos históricos entablaran pláticas. Ahora que todo apunta a que
se apagó a otra mecha en Medio Oriente, la Academia Nóbel volverá a
negarle el Nóbel de la Paz a Donald Trump, esto pese a que no se
divisa a nadie que pudiera disputárselo este año. No se dude que la
Academia prefiera entregárselo a cierta niña caprichuda, compatriota
de Alfred Nóbel
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JUNIO, 2024. Pocas semanas
antes que la pandemia comenzara a acaparar los titulares de todo el
mundo, el entonces presidente Donald Trump consiguió algo que sus
críticos, en especial la prensa norteamericana, consideraban era
demagogia pura por parte del también magnate: el inicio de las
pláticas de paz entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos.
The New York Times, pasquín que muchos ingenuos aún
consideran periódico serio, publicó una editorial meses antes donde
aseguraba que "el presidente Trump tiene pocas posibildidades de
éxito donde otros más han fracasado" y lo censuró por "levantar
falsas expectativas". Por supuesto que cuando iniciaron las
negociaciones entre ambos países, ese periodiquete guardó atronador
silencio.
El día en que Estados Unidos bombardeó un complejo iraní donde
supuestamente se procesa armamento nuclear, ese matutino mencionó
que Trump, "el mismo que se jactaba de no haber participado en una
sola operación militar, ordenó un bombardeo que amenaza con
llevarnos a una conflagración munduial mayor". Por su parte The
Washington Post tecleó: "La decisión de bombardear el complejo
iraní echa de lado la larga tradicion en política exterior y la
Inteligencia" y donde "el presidente se valió de las redes sociales
en vez de utilizar los canales diplomáticos". Traducción: esta
acción insensata, producto de ignorar la prudencia que exige la
prensa, en vez de resolverse mediante pláticas de paz, nos llevará
irremediablemente a una tercera guerra mundial".
Por su parte, los demócratas volvieron a enarbolar la deshilachada
bandera del "juicio político" contra Trump, baladronada pura si
recordamos que tanto el Senado como la Cámara de Representantes
están dominados por el bando republicano.
Esos medios insistieron en que el bombardeo "representaba una
violación al derecho
internacional", situación que no les preocupó gran cosa cuando
Clinton ordenó bombardear Kosovo en los 90, ni
cuando Obama hizo lo mismo en Bengazi ni cuando Biden pasó por un
espantoso ridículo con el retiro de las tropas en Afganistán.
Sin embargo, menos de 24 horas después del "criminal bombardeo",
según El País --esto pese a que el ataque contra Irán se
centró en un objetivo militar y no en construcciones civiles, como
lo hizo Irán cuando bombardeó Tel Aviv-- Teherán anunciaba un "cese
de hostilidades" con Israel. La agencia Reuters desdeñó la tregua al
afirmar que "a las pocas horas se registró un bombardeo iraní sobre
territorio israelí" y agregó que "Teherán aún no ha mencionado
acuerdo alguno", esto horas después que Trump anunciara en X y en la
red oficial de la Casa Blanca el acuerdo de paz. ¿Acaso Trump es tan
tonto como para dar a conocer un acuerdo sin estar totalmente seguro
que ya se había concretado?
El bombardeo a las instalaciones iraníes fue una estrategia de
defensa lógica, incluso predecible, para evitar un conflicto mayor:
una conflagración mundial en Medio Oriente afectaría no solo a los
participantes sino a todos los países circundantes. En tal sentido,
se necesita tener un odio patológico, digno de caso psiquiátrico al
presidente Trump para criticar su decisión de destruir el complejo
iraní. Habría sido suicida para Irán continuar bombardeando Tel Aviv
si, en primer lugar sus misiles ya se estaban agotando y, segundo,
el gobierno norteamericano demostraba con este ataque estar al tanto
de la ubicación de sus plantas nucleares. Fue una advertencia para
un país que, no lo olvidemos, ha experimentado megaprotestas de sus
habitantes que están hartos de una teocracia que no les permite
adaptarse al resto del mundo.
Otra medida inteligente de Trump fue advertir que "no le interesaba"
derrocar el régimen iraní, decisión que corresponde exclusivamente a
los iraníes mediante el voto --aunque nos parezca increíble, su
sistema electoral se cuenta entre los más transparentes del mundo--
consciente del error garrafal de sus antecesores
George W.
Bush, Obama y Biden para echar fuera a Saddam
Husein en Irak, Mubarak en Egipto, Khadafi en Libia y Assad en
Siria. Su remoción dejó un gigantesco vacío de poder que rápidamente
fue llenado por los extremistas.
(Y contrario a lo que se cree, Irán no es un país plagado de
fanáticos religiosos que no dudarían en hacerse estallar en un
atentado; por el contrario, es un país que consume la cultura
norteamericana en grado mayor que América latina. Como ejemplo, las
películas de Shrek son de culto en Irán).
Este logro de Trump es enorme, significativo, incluso mayor que las
pláticas entre Arabia Saudita e Israel. Pero así como la prensa
norteamericana jamás reconocerá este importante logro de Trump,
tampoco esperamos reconocimiento alguno, siquiera una mención, por
parte de la Academia para otorgarle el Nóbel de la Paz el próximo
octubre. Simplemente no lo merece pese a que en su primer Estados
Unidos se mantuvo fuera de cualquier conflicto bélico y en este 2025
Trump ha logrado hasta hoy, detener lo que se antojaba sería una
hecatombe de incalculables consecuencias.
Para la Academia Nóbel han tenido más
mérito la organización Nihon Hydyanco, que recibió el Nóbel de la
Paz en 2024, la activista iraní Narges Mohammadu en 2023, el Centro
de Libertades Civiles y la Fundación Ales Bialiatski en Defensa de
los Derechos Humanos en el 2022, los activistas Maria Ressa y Dmitry
Muratov el 2021 y el 2020, cuando Trump logró el histórico acuerdo,
la Academia Nóbel optó por reconocer a la Organización Promotora
Mundial por la Alimentación.
Más aún, en el 2017 y cuando Trump ya era presidente, la Academia
otorgó el Nóbel de la Paz a la Campaña Internacional para Abolir las
Armas Nucleares. En este punto parece tragicómico que Trump ordenara
destruir una planta donde se procesaba armamento nuclear en Irán.
¿Por qué ya no hemos sabido más de estas personas y organizaciones
de los que
anteriormente habíamos escuchado poco o nada?
Para colmo, cuando se trata se
personajes conocidos, la Academia cae redondita en la trampa como
fue el caso del expresidente colombiano Juan Manuel Santos,
reconocido con el Nóbel de la Paz tras dar conocer casualmente
una semana antes de anunciarse la lista de nominados, la firma de un
acuerdo de paz con las FARC. (El acuerdo, por cierto, había sido
rechazado mayoritariamente en un reférendum, muestra clara de que un
gobierno legítimo jamás debe negociar con terroristas. La tendencia
izquierdista de la Academia Nóbel deja en claro que la opinión de un
pueblo pesa menos que sus simpatías políticas).
Aún es pronto para vaticinar el éxito del acuerdo logrado entre Irán
e Israel y donde el presidente Trump jugó un papel esencial. Hasta
hoy el copetudo mandatario ha acumulado muchos más méritos que
Barack Obama, Al Gore o el ex presidente James Carter, a quien
inexplicablemente se lo entregaron en el 2002 y no el 1978, cuando
realmente lo merecía tras la firma del acuerdo de paz entre Egipto e
Israel y que hasta hoy sigue vigente. Pero la verdad, ¿qué podemos
esperar de esa misma Academia que le otorgó el Nóbel de la Paz a
Yasser Arafat, el Osama bin Laden de los años 70?
En suma, quizá lo mejor sea que no le entreguen la codiciada presea
al presidente Trump. Con el paso de las décadas, ese premio, en
especial el de la Paz, ha sido manipulado, tergiversado y manchado de
politiquería que suplió al altruismo y el idealismo que llevó a
Alfred Nobel a establecerlo. De hecho, si este empresario regresara
de ultratumba, patearía el trasero a los miembros de la Academia que
han
enlodado su nombre y su reputación.
No esperemos pues un Nóbel de la Paz para Donald Trump. En cambio
veremos cómo el próximo octubre la Academia se le otorgará a un
completo desconocido o a una organización semifantasmal que serán
los primeros soprendidos por la decisión.
No duden, amigos lectores de fasenlinea, que terminarán
otorgándoselo a
Greta
Thunberg... tiene la ventaja a de vivir en Suecia.
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