
¿Por que los jóvenes
están embelesados con el socialismo en Estados Unidos?
Se
trata de una ideología que en su historia no ha aportado un solo
ejemplo exitoso pero sigue siendo invocada como remedio para
todo mal. Lo que causa extrañeza es que semejantes tonterías hoy son
invocadas en un país que hasta hace poco se veía reacio a ponerlas
en práctica. ¿Por qué los jóvenes norteamericanos, que juran no
creer en Santa Claus, se declaran simpatizantes del una teoría tan
fantasiosa? La razón, en principio, nos sorprenderá
Versión impresión
Veo cómo ustedes disfrutan su libertad y piensan
"¡vamos, el comunismo nunca podrá implantarse aquí!" Pero por favor
escúchenme y creánme cuando les digo que sí puede ocurrir aquí. Hay
mucha gente en el mundo que no quiere que ustedes sean libres...
Alexandr Solzhenitsyn, discurso pronunciado en
Harvard, 1978
NOVIEMBRE, 2025. Las imágenes
difundidas en tik-tok inmediatas a la victoria de Zohran Mandani
dejan entrever los alarmantes niveles de inestabilidad mental entre
los habitantes de Nueva York, sobre todo en la población femenina,
menor de 30 años, la cual votó en un 85 por ciento a favor de Zohran
Mandani.
En un video se ve a cuatro mujeres
dentro de un restaurante festejando, eufóricas "la imposición de la
sharia", algo realmente alucinante mientras otra mujer festejaba la
victoria "porque esto enfurecerá a mis padres conservadores". Otro
dato igualmente alucinante: un 33 por ciento de los votantes judíos
también votaron por el flamante alcalde musulmán, y de éstos, la
comunidad hasídica --la más tradicionalista, la que viste de negro y
lleva un especie de caireles-- lo hizo en casi un 43 por ciento.
El grado de ignorancia de esas mujeres neoyorquinas es pasmoso y
parece refrendar lo que dijo el psicólogo canadiense Jordan Peterson
en torno al voto femenino: "Las mujeres no suelen razonar su voto y
votan más en base a percepciones y sentimientos (...) no olvidemos
que las mujeres votaron abrumadoramente a favor de la imposición de
la Ley Seca de los años 20 en Estados Unidos".
El ejemplo de la muchacha que votó por
Mandami "para hacer enojar a mis papás conservadores" es clarísimo:
me importa más hacer enojar a mis papás que mandar al carajo a una
de las ciudades más importantes del planeta.
La pérdida del sentido común en los países desarrollados está
poniendo en peligro su futuro; el sentimiento de culpa imbuido en
estos países está resultando devastador, aderezado con la idea
remachada de que si esos países se impusieron sobre el resto fue por
su pasado colonialista, opresor y racista. Pero hay otro punto que
el psicólogo Peterson y otros analistas han mencionado para explicar
este fenómeno donde los jóvenes de esos países odian su propio
pasado y están decididos a abrazar ideologías y convicciones que
terminarán por destruir su herencia, sencillamente porque todos
ellos "sienten" que eso es lo mejor para la humanidad, sin realidad
entender del todo porqué los motivos. No les interesa razonar.
Abordemos el primer aspecto: el mito de Estados Unidos como el país
más capitalista del mundo.
Estados Unidos dejó de ser un país capitalista --entendido éste como
promotor del libre mercado y la competencia abierta-- desde hace
décadas: ya en los años 30, el Estado se había hecho más
intervencionista, primero al forzar la sindicalización de las
empresas y luego la implantación del salario mínimo, el seguro de
desempleo (welfare) y el surgimiento de una burocracia que no
ha dejado de crecer. Hacia 1980, el último año de Jimmy Carter, la
revista Forbes daba cuenta que el gobierno federal era el
mayor empleador de Estados Unidos. Eso fue hace casi casi medio
siglo: desde entonces la situación se ha agudizado.
El analista libertario John Stossel denunció la "ridícula tramitería"
que hoy se sufre en Estados Unidos y puso de ejemplo cómo cinco
menores de edad fueron amonestados en el estado de Ohio por vender
limonada en la acera de una colonia residencial. "Los chicos no
contaban con permiso por lo que se les dejó un citatorio y una multa
por vender sin permiso de la autoridad, con la amenaza de ser
arrestados si rescindían. algo que comprensiblemente asustó a los
menores", apunta Stossel.
"En mi infancia en los años 70 yo vendía limonada a las afueras de
casa con unos amigos y nos ganábamos algunos dólares para luego
comprar dulces y revistas. Sobra decir que nadie jamás me multó ni
me quiso arrestar por vender limonada sin permiso. Esta es una
manera sutil de matar al espíritu empresarial de Estados Unidos".
Por otro lado, es verdad que la descomunal riqueza generada en ese
país está pésimamente distribuida. El analista Dennis L. Weisman de
la página americanthinker.con apunta que "(la riqueza) en los
Estados Unidos está hoy mucho más concentrada que en cualquier otro
momento de la historia moderna. En las últimas cuatro décadas la
riqueza en las capas altas de la sociedad se ha concentrado
masivamente. El 1 por ciento de los norteamericanos más ricos
ostentaba el 22.6% del PIB en 1989 pero esa cifra ya había alcanzado
un 30.8% en el 2024. Y si nos vamos al otro lado de la distribución,
los sectores más bajos, en ese mismo año, el 50% ostentaba el 3.5%
de la riqueza pero esa cantidad se ha reducido a un 2.8% en el 2024.
Asimismo, un reporte de la Reserva Federal reveló que el 50% de los
hogares con niveles bajos percibían menos del 4% de la riqueza,
mientras las capas más altas de la sociedad se quedaban con más de
dos tercios de esa riqueza".
Naturalmente que ese monstruoso desequilibrio resulta un apetitoso
pretexto de los socialistas para promover sus ruinosas políticas
entre los norteamericanos cada día más desesperados porque el dinero
no les alcanza y el acceso al crédito es más complicado (y es el
crédito la única manera que tiene muchas familias para financiarse).
"¿Ya ven?", nos dice la izquierda "¡el capitalismo es el causante de
tanta desigualdad social!"
El argumento se entendería si los avariciosos capitalistas hubieran
actuado sin la presencia de un Estado de por medio, como si el
Estado hubiera asumido el rol de mero espectador pasivo del proceso,
rebasado por los dueños de los grandes capitales. "Cuando hay
profundas crisis económicas, como la de 1929, por una muy extraña
razón se omite la responsabilidad de los culpables a sueldo del
Estado", señala el economista José Hernández. "Se nos dice que el
gobierno fue rebasado y que los funcionarios fueron sobornados ¿pero
cómo es que nunca conocemos sus identidades de esos funcionarios?
¿por que razón nunca reciben castigo los legisladores que aprueban
esas leyes fraudulentas o que benefician la acumulación de enormes
capitales? La corrupción y los fraudes tienen dos extremos, no se
pueden dar de manera espontánea".
Un caso específico, menciona Hernández, es la inflación que
actualmente sacude a la economía norteamericana, de la cual se acusa
lo mismo al presidente Trump que al comerciante insensible y
hambreador. "Es increíble cómo las mismas tonterías que escuchábamos
aquí hace 30 ó 40 años respecto a la inflación se utilicen como
argumentos novedosos en Estados Unidos", agrega Hernández. "La
inflación se disparó durante el gobierno de Joe Biden, fue su
gobierno el que imprimió billetes a lo tonto sin pensar en las
consecuencias. Mandami cometió una bajeza al acusar de la inflación
y la pérdida del poder adquisitivo a Trump, pero nadie se lo echó en
cara".
Dijo Winston Churchill que el peor pecado que comete el capitalismo
es que "no distingue quienes son los capaces y quiénes son los
mediocres". Muy cierto: quien fracasa no se culpa a sí mismo de sus
propias limitantes sino que acusa a aquél que logró triunfar y que
abusó de su condición, por que el mediocre se asume como víctima. A
las nuevas generaciones se les ha inculcado en las escuelas que
tienen derecho a recibir todo y que si no llegan a obtenerlo es por
culpa de alguien más. Conceptos como el esfuerzo, el mérito, el
intentarlo una y otra vez hasta tener éxito, y que por décadas
fueron la filosofía del sueño americano, no valen nada para estas
nuevas generaciones a las que también se les ha enseñado a vivir sin
preocuparse por las consecuencias de sus propios actos.
Hay otro aspecto, igualmente importante, y que al analizarse abre
luz el por qué los jóvenes norteamericanos de hoy se consideran a sí
mismos estar más allá de toda divinidad pero, paradójicamente,
siguen siendo igual de dogmáticos que sus ancestros.
Zoe Strimpel lo dejó en claro en un artículo publicado en el
semanario británico The Spectator: "La mayoría de estos
jóvenes (la autora los define como Gen Zrs) que se dicen
ateos, agnósticos o simplemente ven al cristianismo como una
superchería creada por el supremacismo blanco y por tanto se asumen
como iconoclastas, son los primeros en tomar al socialismo como un
dogma inapelable, y el que no piense lo mismo que ellos es ya no es
un hereje sino un fascista, un promotor del privilegio blanco".
Y agrega: "Todos llegamos a este mundo con la necesidad de creer en
algo, y durante siglos la religiosidad llenaba ese espacio. Hoy que
la religión, o más específicamente el cristianismo, ha sido
desterrada de las escuelas, de las oficinas, de los sitios públicos
y de toda referencia en los medios electrónicos, los superhéroes han
suplido a los santos o a los mártires y la justa distribución de la
riqueza --que, entonces como hoy sigue siendo defendida por el
Vaticano-- han suplido al cristianismo como un dogma: Dios es un
invento del hombre blanco pero la justicia social (sinónimo que
recibe el socialismo) debe ser protegida de sus enemigos, quienes
como resultado ante toda injuria deberán ser incendiados en el fuego
eterno de la cancelación".
Los padres, abuelos y tatarabuelos de esta nueva generación
mantuvieron sus creencias como forma cohesión familiar y como parte
de su identidad dentro de la sociedad. En cambio, las nuevas
generaciones, como la muchacha que votó por Mandami para hacer
enojar a sus padres conservadores, en realidad refrendaron su voto
su propia inmadurez emocional. En otras generaciones, los padres
podían ser unos méndigos y unos abusivos, pero los hijos
mantenían inapelables las creencias religiosas que se les habían
inculcado.
"El ateísmo era una rareza en el mundo
occidental hasta hace poco menos de medio siglo, un asunto de
filósofos radicales", refiere el psicólogo Jordan Peterson, "y
hoy cunde por doquier, en especial los jóvenes. Pero es un ateísmo
postizo, falso, porque al mismo tiempo estos jóvenes idolizan al
socialismo y no le encuentran crítica alguna aun su tienen la
evidencia frente a sus narices. Se dicen ateos pero al mismo tiempo
son terriblemente dogmáticos".
Para estos jóvenes, el voto ha suplido a la oración como forma de
obtener un milagro. El mismo fenómeno comenzó a darse durante la
primera presidencia de Barack Obama cuando incluso la palabra
HOPE (esperanza) hasta entonces limitada al ámbito religioso,
pasó a ser parte de un discurso político; los jóvenes que votaron
por Zorami imploraron por un milagro que arreglará sus vidas del
mismo modo que miles de personas van a orar a un templo. Como si se
tratara de niños acostumbrados a recibir todo gratis, esos votantes
se entusiasmaron ante las promesas de Zandami de que recibirían
pasaje público sin costo.
Y dado que ha pasado a ser un dogma
que ha suplido a la religión entre estos jóvenes, es dudoso que el
inevitable fracaso de Mandani les haga cambiar su opinión respecto
al socialismo, "igual que lo hacen quienes agradecen a Dios tanto
por sus fortunas como por sus penurias", señala el vloguero Bill
Whittle. "Todo dogma es visto como perfecto e infalible. Para estos
jóvenes, Tik-Tok se ha convertido en el templo donde expresar sus
plegarias". Por esa razón, la idea de que los admiradores del
socialismo en Estados Unidos quedarán "escamados" tras el desastre
que dejará Mandami en Nueva York es un tanto ilusorio: "La culpa
será de Trump, de los fascistas, de la ultraderecha, lo que sea",
apunta el analista Whittle. "Lo reitero: el socialismo hoy es un
dogma"
El problema ya lo había detectado el
hoy fallecido comentarista radiofónico Rush Limbaugh: "Lo que
Estados Unidos requiere urgentemente es un regreso a sus
convicciones cristianas, las que dieron origen a la grandeza de este
país, mientras más nos hemos alejado de nuestros conceptos
religiosos cristianos, más mal nos ha ido como país".
Otro problema es la monstruosa brecha
de ingresos entre las capas sociales de la sociedad norteamericana.
Para combatirla se requiere de apoyos e incentivos fiscales al
sector productivo por parte del Estado para abrir más fuentes de
trabajo así como destruir los valladares que impiden la libre
competencia en áreas como el entretenimiento y las plataformas
digitales, pero dado su gigantesco poder económico y político
(además de la reacia negativa a reducir un gasto público que sigue
creciendo sin control pese a las intenciones de Donald Trump) no se
ve una solución a mediano plazo.
Sin embargo, esa parece ser la única
salida para que el socialismo deje ser visto como divinidad que
resolverá la vida para millones de norteamericanos. De lo contrario,
Estados Unidos acelerará su decadencia. Suena a ejemplo trillado
pero ahí está el Imperio Romano y lo que llegó a decir el pensador
romano Cicerón en tiempos de su mayor esplendor: "Como
nada hay más hermoso que conocer la verdad, nada hay más vergonzoso
que aprobar la mentira y tomarla por verdad.” El síntoma más claro
de ello lo tuvimos en Nueva York con la elección de Zohran Mandani.