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Y DEMÁS/Deportes
Si el
futbol femenil quiere ganar lo mismo, que también le cueste
¿Sabía usted que está
por celebrarse el Mundial Femenil en Australia? Nosotros tampoco.
Pero esa indiferencia no impide que las participantes exijan ganar
lo mismo que Messi o Ronaldinho. El asunto no esconde misoginia ni
tonterías afines: sencillamente, responde a las leyes del mercado
donde quien gana más es porque ha demostrado poseer cualidades
excepcionales. Pero, por lo visto, este principio tan obvio cuesta
mucho entender a las feministas
Versión impresión
JUNIO, 2023. Pobre Ángel
Fernández. El antológico y ya desaparecido narrador capaz de
convertir un partido aburrido en una final de campeonato, hoy sería
tachado de "misógino" y "sexista" por haber afirmado, antes de cada
justa, que el futbol era "el juego del hombre". Hoy habría sido
"cancelado" y ni de chiste se le permitiría ponerse otra vez frente
a un micrófono.
En el 2017 la FIFA ordenó a todas las federaciones a que crearan sus
propias ligas femeniles de futbol... bueno, no todas: curiosamente
los países árabes, Quatar incluido, se pasaron la exigencia por el
arco triunfal. Claro que el futbol femenil está lejos de ser asunto
nuevo pues ya desde los 50 han existido equipos conformado
únicamente por mujeres.
Ciertamente muchas cosas han cambiado desde los tiempos del gran
Ángel Fernández. En sus tiempos el futbol era interés casi
enteramente masculino, y las mujeres que mostraran pasión por el
deporte eran consideradas "poco femeninas"; en los partidos
efectuados en los estadios, los espectadores eran hombres en un 90
por ciento.
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Hoy es distinto: la asistencia a los
estadios muestra que casi el 30 por ciento de la afición son
mujeres, muchas de ellas totalmente apasionadas. ¡Bravo por eso! El
futbol es quizá el deporte que más pasión causa en el planeta, y
nada mejor que ver aficionadas echando porras a sus equipos.
A las feministas les revienta ese fantástico logro, que el futbol
haya conquistado a millones de mujeres en todo el mundo. Y les
revienta porque van a aplaudir y a apoyar a futbolistas varones: eso
es seguirle el juego al patriarcado. La FIFA tomó esta decisión en
nombre de la "inclusividad" --que, recalcamos, excluye a los países
musulmanes-- pero, a una década, las feminazis sienten que no se
está haciendo mucho al respecto.
Cuando la selección femenina de Estados Unidos ganó la Copa del
Mundo, los medios hicieron un escándalo internacional pese que el 90
por ciento de los norteamericanos ni idea tenían que se había
efectuado el certamen. Pero cuando la gente empezó a mostrar interés
en la selección, su capitana, una tal Megan Rapinhoe, arruinó esa
súbita fama al afirmar que la bandera norteamericana no la
representaba por ser "un símbolo racista" y se hincaba cada vez que
se interpretaba el himno, una tradición cuando se efectúan justas
deportivas.
Rapinhoe fue de las primeras en exigir que las futbolistas ganaran
lo mismo que sus contrapartes varones y acusó que la diferencia
salarial era parte de las "prácticas patriarcales que siempre se han
dado en el mundo deportivo".
Disculpe usted, señorita Rapinhoe (y no le voy a preguntar cuál es
su "pronombre"; no voy a seguir ese jueguito tonto) pero las
diferencias salariales entre hombres y mujeres que se dan en el
futbol se deben, no al patriarcado ni a la marginación --de ser ese
el caso, ni siquiera se permitiría que las mujeres participaran en
ligas de futbol-- sino a que el futbol jugado por hombres es en este
momento más redituable
Cuando las feministas exigen que las futbolistas ganen lo mismo que
un Messi o un Ronaldhino muestran, primero, no saber absolutamente
nada de futbol y, segundo, su total desconexión con los principios
más básicos y elementales de la vida diaria. En sus termócefalas
cabecitas, estas feministas suponen que desde el primer día, el
también llamado balompié ha agradecido a sus jugadores con salarios
estratosféricos que les garantizan unas divinas vacaciones en un
resort donde la noche cuesta 5 mil dólares.
Por principio, el primer Mundial de futbol efectuado en Uruguay en
1930 trajo pérdidas económicas a los organizadores, la mayoría de los
jugadores se costearon sus gastos de estancia y traslado --a
diferencia del COI que obliga al país anfitrión a crear villas
olímpicas para alojar a los atletas visitantes, la FIFA, mucho más
avariciosa que su contraparte, lo cual ya es decir, jamás ha
ofrecido siquiera un cuartito a futbolista alguno-- y ninguno de los
participantes mundialistas firmó contrato multimillonario después de
la justa; la mayoría regresaron a sus empleos habituales.
Si revisan el Mundial celebrado en Italia en 1934, nuestras feministas que
exigen "representatividad" en el futbol descubrirán que el dictador
Benito Mussolini pidió a la FIFA precisamente eso, crear y promover
una liga femenil de futbol y en la cual ¡sorpresa! igual pidió se les pagara
exactamente igual que a los futbolistas varones.
El asunto cayó en el olvido cuando la FIFA rechazó la oferta
¿adivinen por qué? ¡No era una propuesta financiable!
Sin el respaldo de la FIFA, ni un solo publicista apoyó la
iniciativa, en especial cierta empresa refresquera nacida en Atlanta
Georgia que vende una bebida color negro y que siempre llevó
excelentes relaciones comerciales tanto con Mussolini como con
Adolfo Hitler.
De hecho las justas mundialistas comenzaron a ser financiables hasta
el campeonato celebrado en Brasil en 1950 cuando se mostró una
cantidad récord de anunciantes y cuando el planeta descubrió,
gracias a la radio y a las películas que daban cuenta de la pasión
que era capaz de despertar ese deporte. Cuando comenzaron a
transmitirse los partidos por TV a inicios de los 60, y luego en
vivo vía satélite, la pasión se desató: el Mundial que realmente
comenzó a arrojar ganancias fue el de Inglaterra 1966, y esto porque
el país atravesaba por un excepcional boom de marketing, impulsado
por la popularidad, igualmente mundial, de cierto grupo musical
nacido en Liverpool.
Todavía hasta los años 60, ser futbolista profesional no garantizaba
el pase a una vida de lujos. Habría sido insólito ver a figuras de
esa época como Bobby Moore, Bobby Charlton, Pelé o Garrincha
codeándose con el jet set o viviendo en descomunales mansiones. (de
hecho Moore, quien murió de cáncer de colón, pasó sus últimos años
en una situación económica precaria).
Ciertamente los clubes no pagaban una miseria pero tampoco existían
los contratos multimillonarios que tenemos actualmente; a diferencia
de hoy donde los equipos utilizan el avión aunque la sede rival esté
a 100 kilómetros, todavía a fines de los 70 los equipos
participantes en la liga se trasladaban en autobús y solo usaban la
vía aérea para las justas mundialistas.
Lo que cambió el asunto fue la llegada de los patrocinadores y con
éstos, los contratos publicitarios, algo que comenzó a darse en 1972
en el Mundial de Alemania y donde Adidas pasó a ser el patrocinador
oficial de la selección local. Hasta entonces y a medio siglo
después del Mundial de Uruguay, el futbol finalmente pasó a ser un
negocio de millones de dólares para los jugadores que hasta entonces
solo habían sido piezas de engranaje de los clubes.
Paradójicamente, el salto final a los magasalarios del balompié se
dio gracias a el único país donde el futbol era desdeñado y a casi a
nadie interesaba: Estados Unidos. Convencer a Pelé y a Franz
"Káiser" Beckenbahuer para irse a jugar a ese país obviamente
requería de mucho dinero, y dado que los clubes en ese país se
encontraban en pámpers, la misión corrió a cargo de las marcas
publicitarias y el equipo Cosmos, todo con el respaldo del conocido
político Henry Kissinger.
Fue en el Cosmos donde Pelé se despidió en 1974, estrategia
destinada más que nada para atraer la curiosidad del público
norteamericano que no fue muy exitosa, por cierto: el futbol siguió
siendo desdeñado en Estados Unidos por una sencilla razón que
sintetizó el hoy fallecido humorista Art Buchwald: Pelé era la
celebridad menos célebre de Estados Unidos.
Lo innegable es que en esa década y en las siguientes se realizaron
fuertes inversiones para acondicionar los estadios de Europa y
hacerlos más cómodos así como una gigantesca promoción publicitaria,
lo que aumentó en mil la pasión futbolera. Luego vendrían, ahora sí
y tras el Mundial México 86, los magacontratos con los clubes, las
exclusivas publicitarias con cada jugador, no con todo el equipo.
Pero antes de ellos hubo jugadores de talento excepcional, como
Garrincha, que murieron en la miseria total.
Al futbol profesional internacional le tomó casi tres décadas ser
financiable, y de hecho apenas hasta hoy, a medio siglo del retiro
de Pelé, el futbol comienza a arrojar dividendos en Estados Unidos
¿y las feminazis exigen que se pague lo mismo a las futbolistas en
una liga que recién arrancó?
Como todo negocio, para que éste crezca y mejoren las condiciones
salariales, se requiere de tiempo. Es una tontería hablar de
"justicia social" y exigir altísimos salarios por desarrollar una
actividad que actualmente no es redituable como el futbol femenil
profesional.
Y se trata, por cierto, de una "injusticia social" bastante tuerta.
¿Por qué Rapinhoe, considerada ella misma defensora acérrima de la
igualdad, no pide a la Federación de su país que dé cabida a
futbolistas trasgénero en la liga donde ella juega? Tan curioso como
hipócrita ¿cierto?
A las mujeres futbolistas no se les paga lo mismo que a las mujeres
futbolistas porque la taquilla en el futbol femenino sigue siendo
baja, y con pocos aficionados en las gradas, sería suicida pagar
salarios de órdago a unas atletas que no meten gente a los estadios.
Sin embargo, las feminazis olvidan que, cuando destacan, las mujeres
obtienen ingresos muy por arriba de los que perciben los hombres.
¿Dónde está el escritor varón en Gran Bretaña que percibe más dinero
que
JK Rowling, por ejemplo, o el conductor varón que rebase en
ingresos en esa profesión a
Oprah Winfrey, quien de paso es
afroamericana? ¿Dónde está al maldito partriarcado, p'acabar pronto?
Únicamente la calidad que muestren en la cancha --y se agradecería,
de paso, que se abstuvieran de hablar en público sobre temas ajenos
a su desarrollo deportivo-- nos dirá si el futbol femenil, esperando
que así se mantenga, comenzará a llenar los estadios y, entonces sí,
las jugadoras podrán cotizarse alto.
Por el momento, el balompié femenil se encuentra en sus primeras
etapas y deberá mostrar sus aptitudes que vendan boletos antes de
exigir mejoras salariales. Primero tendrán que demostrar que valen
lo que quieren cobrar: ni un solo club habría pagado a
Leonel Messi
lo hoy percibe cuando este superdotado futbolista tenía cinco años
de edad. Así de simple.
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