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Hipócritas superlativos: Bruce Springsteen

Desde hace rato nos queda claro que se trata de un músico sobrevaluado, por lo cual el asunto es paradójico: en su nueva gira de conciertos, Bruce Springsteen cobrará un boleto de entrada a 5 mil dólares... sí: 5 mil dólares. Quien vaya a verlo con esos precios no es fan, más bien es un pen...

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MARZO, 2023. Con el paso del tiempo muchas cosas se van colocando por sí solas en su verdadera dimensión. En tal sentido, y a cuatro décadas de su enorme éxito, Bruce Springsteen es un cantante mediocre, lo que define la mayoría de sus trabajos, inflados por la crítica como obras maestras. Es verdad que el Born in the USA contiene canciones espectaculares, pero con excepción de los críticos que ha alabado todos los garabatos que escribe, incluido su disco The Rising, lanzado luego de los atentados del 2001, tan pretencioso que jamás debió haber salido a la venta.

De hecho, pretencioso es lo que describe a la mayoría de su catálogo. Y si a eso le sumamos un ego fuera de toda proporción, se entiende que para su nueva gira de conciertos, Springsteen esté cobrando a sus fans la módica suma de 5 mil dólares por boleto... sí, 5 mil dólares. casi 100 mil pesos mexicanos, para tener el privilegio de pasar dos horas escuchando hasta la saciedad canciones grabadas hace 40 años, o bien temas relativamente nuevos que no llegaron a ningún lado.

Los fans más ecuánimes de Springsteen han manifestado, y con toda razón, que tendrían que echar mano de sus fondos de retiro para poderse costear un boleto cuyo costo es absolutamente desproporcionado, fuera de toda lógica. Y pensar que hubo un tiempo en que se armó un escándalo cuando The Eagles llegó a cobrar 115 dólares por boleto o cuando los miembros del grupo Pearl Jam demandaron a Ticketmaster por inflar desproporcionadamente el precio de sus conciertos, lo cual afectaba la economía de sus fans.

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Como se sabe igualmente, muchos fans de Springsteen no necesariamente son de izquierda, algo que el mismo cantante no ha logrado asimilar en su medios siglo de carrera. Muchos norteamericanos lo admiran por su modo de contar historias, por los recuerdos que traen sus canciones y creen, erróneamente como se ha visto un chorizo de veces, que Bruce Springsteen es un patriota.

De hecho eso le sucedió al ex presidente Ronald Reagan cuando alabó el disco Born in the USA y se ganó la reprimenda del cantante. Es innegable que el mismo Reagan jamás había escuchado ese álbum y que quizá hizo la referencia para ganarse a los votantes más jóvenes, de otro modo se habría dado cuenta que el tema que lo titula es una burla al discurso patriota del gobierno norteamericano cuando entra a un conflicto bélico.

Lo que gusta a muchos de esos fans --donde indudablemente también se incluye a muchos de tendencia de izquierda-- es su manera de contar historias sin que necesariamente se tenga que estar de acuerdo con las posturas políticas de Sprinsgteen. Es el mismo efecto que se daba entre los fans del cine hasta la nefasta invasión woke: se puede ser fan de las películas de Spielberg independientemente de que se trate de un simpatizante demócrata hasta el tuétano.

Lo que la gente gusta y goza es el talento. Pero también hay límites cuando ese artista cobra desproporcionadamente para asistir a sus conciertos, con el añadido que el cantante hoy ya tiene más edad que cuando grabó esos temas y por tanto sus facultades, tanto de voz como físicas, están claramente disminuidas. Los conciertos de Springsteen son, ya si rodeos, meras caricaturas de lo que eran hace cuatro o cinco décadas; recordemos que el cantante debutó en 1973.

Pero detrás de todo el asunto, lo que tenemos en Bruce Springsteen es un imitador de Woody Guthrie al que le falta el don de la narrativa sutil de Bob Dylan para contar historias. En este punto hay algo que hoy se recuerda poco: en sus inicios, Bruce Springsteen era un músico convencional que escribía sobre temas cotidianos, pero todo cambió cuando éste hizo migas con Jon Landau, por entonces periodista de Rolling Stone. Fue Landau quien lo obligó a leer a autores como Steinbeck, Hemingway y Marcuse y le propuso politizar sus letras con el claro objetivo de agradar a la crítica y de paso convertirse en su mánager, posición que Landau conserva hasta hoy.

Igualmente debemos enfatizar que, sin duda, ha habido talento dentro de la E Street Band de Bruce Springsteen, y sin ese talento el grupo jamás habría logrado los cotos que consiguió, sobre todo en los 70 y mediados de los 80. Y ese talento se ubica en tres músicos: el multiinstrumentalista Danny Federici, quien falleció en el 2008, el saxofonista Clarence Clemons, quien dejó de existir en el 2011, el batería Max Weinberg y el tecladista Roy Bittan. Es a ellos a quien Bruce Springsteen debe su carrera. Prueba de ello es que los álbumes solistas de Springsteen suenan faltos de chispa, aburridos incluso. (En cambio, como se sabe, casi todos los músicos de Springsteen participaron en la hechura del primer Bat Out of Hell, de Meatloaf, uno de los discos más vendidos en la historia del rock... por algo fue).

Finalmente, asombra la hipocresía de este músico multimillonario que ha escrito canciones que hablan del fracasado sueño americano, de la injusticia social en un país de desesperados y para quien los responsables de ese desastre de experimento llamado Estados Unidos son los republicanos. Ni una sola canción suya refiere la corrupción del matrimonio Clinton, ni las mentiras de Obama, ni mucho menos ha denunciado la brutal incompetencia de Joe Biden.

Pero vaya que el consejo de su mánager Landau ha funcionado: ni uno solo de sus discos ha sido despedazado por la crítica, aunque lo merezca, como fue el caso de The Rising, descarado y cínico intento para explotar económicamente los atentados del 11 de septiembre.

Veremos si hay incautos que derrocharán sus ahorros de toda la vida o empeñan sus casas para gastar cinco mil dólares en una sesión de dos horas con canciones que han escuchado millones de veces e interpretadas por un cantante en decadencia. Ni siquiera Elvis cobraba tanto para exhibir en público el deterioro de sus facultades.

 

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