La
admirable ciudad desde hace rato dejó atrás el erróneo concepto de
que se trata de la cuna del capitalismo para convertirse en un
horrendo experimento que la izquierda está aplicando en esa y en
otras urbes. Corrupción, inmigración ilegal sin control,
burocratización exasperante... Nueva York tiene su encanto, sin
duda, pero éste va quedando, poco a poco, atrás en la memoria
Versión impresión
DICIEMBRE, 2023. El Rey León
es una de las puestas en escena más famosas de Broadway que se
ha estado presentando desde los años 90. Sin embargo las referencias
más recientes no se centran tanto en la opinión de los críticos sino
en los asaltos y agresiones que han sufrido sus músicos y sus
participantes cuando abandonan el teatro una vez terminada la
jornada.
El caso más reciente se dio cuando una chelista fue atacada por un
sujeto que le fracturó la muñeca y por poco la deja inhabilitada
para tocar nuevamente su instrumento.
En otra ocasión el baterista de la obra sufrió un fuerte golpe
en la cabeza mientras abandonaba el teatro. Días después experimentó dificultades
para expresarse y comenzó a sufrir fuertes temblores. Cuando fue
atendido en un hospital se le diagnosticó una contusión que estuvo a
centímetros de resultar fatal. "En los 30 años que he trabajado en Broadway nunca había sentido temor de ser asaltado, pero ahora me da
pánico salir de casa", dijo el baterista.
Una ciudad que se distingue por su altos niveles de neurosis los ha
visto incrementarse drásticamente el último decenio. Un tipo ataca
con un desarmador al dueño de una ferretería simplemente porque no
tenía para feriarle un billete de 50 dólares. El propietario, un
inmigrante dominicano, recibe amenazas de muerte tras denunciar a su
atacante, un afroamericano, quien al poco tiempo sale libre sin
fianza. "¿Cree usted que vivo y duermo tranquilo?", dijo el
propietario a The New York Post. "Es peor que vivir en un
país en estado de guerra. Se supone que esta es la tierra de los
libres y los valientes. Yo no me siento así en este momento".
Otro caso documentado por el diario refiere cómo la legendaria
Washington Square, en otro tiempo una de las zonas más glamorosas de
la urbe, ha sido inundada por vendedores de droga, prostitución para
todos los gustos y de gente que orina o defeca en público, amparados
por una ley que les permite hacerlo, aprobada en el 2014 porque
aparentemente "discriminaba a los inmigrantes para quienes hacer sus
necesidades al aire libre no les representa una anomalía" según
llegó a decir el ultrawoke fiscal de distrito Alvin Bill
Bragg.
La ciudad que en momento de la historia atribuía su éxito a la
actividad económica se encuentra hoy tachonada de locales cerrados.
El microcomercio, responsable en gran parte de una oleada de
prosperidad que gozaron los inmigrantes a principios del siglo XX,
se encuentra virtualmente asfixiado por una política fiscal
insaciable del ayuntamiento local a la que se agrega una lápida
mortal, el desmesurado aumento de 15 dólares la hora al salario
mínimo. "Es imposible mantener una planta de empleados con un
salario mínimo tan elevado", refirió a The New York Post
Hizadh Ali, un inmigrante llegado de Siria a Nueva York en los años
90 y propietario de una pequeña cadena de ropa, "estamos abrumados
de impuestos y las rentas son altísimas; nuestras ganancias están
por debajo de los costos y así la única dolorosa opción que nos
queda es despedir a nuestros empleados menos capacitados".
Bienvenidos a la Nueva York de la era post Di Blasio y a la que el
actual alcalde Eric Adams ha dado una ayudadita junto con un extra
del presidente Joe Biden. La urbe de hierro está volviendo a los
tiempos oscuros donde ser neoyorquino era motivo para sentir
vergüenza. Y a los resucitados problemas que se tenían hace tres
décadas cuando Rudy Giuliani consiguió bajar los índices de
criminalidad --algo que medios como The New York Times habían
calificado como "misión imposible e ilusoria" del entonces alcalde--
se suman dos más: el antisemitismo y la inmigración indiscriminada.
La oleada de antisemitismo por la que atraviesa Nueva York parece
sacada de una novela utópica mal hecha, en especial si recordamos
que en ese estado hay más judíos que en todo Israel y que en esa
ciudad radican las comunidades hasídicas tradicionales que huyeron
del nazismo alemán. Sin embargo esa tolerancia se está evaporando y
recibió un espaldarazo luego del ataque de Hamas a territorio
israelí donde murieron más de 140 personas. Desde entonces los
ataques contra la comunidad judía de Nueva York se han multiplicado,
azuzados por jóvenes con el cerebro totalmente lavado en sus
planteles de estudio.
¿Y por qué se les odia? ¡Porque supuestamente Israel sigue ocupando
Palestina y exigen su salida! cuando desde el 2004 Hamas tiene el
poder en ese país, de modo que la "ocupación" de la Franja de Gaza
es algo totalmente irreal y tendencioso. Pero no importa: Israel no
debe de existir y la comunidad judía en Nueva York es corresponsable
de la "represión" del ministro Netanhayu.
El antisemitismo ha llevado a episodios alarmantes. Cientos de
carteles con imágenes de israelíes desaparecidos han sido arrancados
por simpatizantes de Hamas quienes paradójicamente denuncian la
"intolerancia" hacia los palestinos. Ninguna de esas
personas ha sido detenida ni amonestada, por cierto.
La desinformación y la candidez, modo elegante de referirse a la
pendejez, es alarmante entre muchos manifestantes pro Hamas. La
cadena Fox entrevistó a varios de ellos en Nueva York admitieron ser
gays pero no encontraban aquello como impedimento para protestar
contra Israel, país que protege los derechos de las minorías
sexuales, a diferencia de Palestina, donde la homosexualidad es
castigada con pena de muerte: "Israel es un estado opresor (¿qué
acaso Palestina no lo es?) y el que proteja los derechos de la
comunidad gay no lo exime de sus actos criminales", dijo una
manifestante, algo que dejó viendo visiones a su entrevistador.
Alguien más, que se identificó como "no binario" y quien tomó parte
en una manifestación en Washington Square dijo que "yo no vivo en
Palestina y por ello ese tipo de medidas no me afectan ni evitan que
critique el genocidio de Israel en Palestina", declaración aberrante
e hipócrita porque deja a su suerte a quienes, como esta persona, se
consideran gay pero tuvieron el mal tino de nacer donde sus
preferencias sexuales son reprimidas e incluso pueden llevarlos a la
muerte.
¿Cuál sería la reacción en los medios de alguien que dijera que el
Holocausto no le afecta simplemente porque no es judío ni nació en
Alemania?
El otro problema que aqueja a la urbe es el exceso de inmigrantes
ilegales a quienes se da el manipulador nombre de "exiliados
políticos".
Desde que estaba en campaña, el presidente Biden prometió que
quienes llegarán al país recibirían "servicio médico gratuito" y con
ello se desató una marejada migratoria que muchos consideran se
acerca ya a los 7 millones, distribuidos a lo largo de todo el
territorio. Desde entonces se estima que unos 110 mil de ellos han
llegado a la Gran Manzana en lo que del 2023.
El gobierno de Adams, incompetente aun ante las cosas más simples, ha
respondido de la manera más torpe posible. En primer lugar Adams
abrió unos centros para alojar a los recién llegados pero
aparentemente a éstos no les gustaron las instalaciones por lo que
se les envió a varias escuelas abandonadas en el área de Queens,
pero aparentemente tampoco ello satisfizo a los inmigrantes por lo
que la mayoría de ellos se alojan en Manhattan.
Pero se trata de inmigrantes muy exigentes: cientos de ellos se
negaron a ser reubicados porque, alegaron, la escuela donde estudian
sus hijos --todas ellas públicas y, por tanto, financiadas por los
neoyorquinos abrumados de cargas impositivas-- "les quedan muy
lejos". Otro centenar fueron hospedados en el Roosevelt Hotel pero
han protestado que "no les gusta la comida" y prefieren tirarlas a la basura. Según un estudio realizado por la página
Daily Wire, el
gobierno local firmó un contrato de 500 mil dólares con una empresa
especializada en banquetes que diariamente ofrece los platillos a
los inmigrantes los próximos tres años. Dinero público tirado
directamente a la basura.
Cuando se agravó la crisis migratoria,
el alcalde Adams reconoció que la oleada "está destruyendo a
Nueva York", pero en vez de echarle en cara a su jefe Joe Biden
culpó a los republicanos por "enviar autobuses repletos de
inmigrantes aunque bien saben que no tenemos la capacidad de
atenderlos". ¿Que no había aplaudido el mismo alcalde Adams que
Nueva York sea una "ciudad santuario"?
Sin embargo, parece que a la
legendaria urbe aún le falta lo peor: dado que difícilmente Adams
lograría la reelección, se maneja como su sucesor al ex gobernador
Andrew Cuomo, de quien aparentemente ya se olvidó que renunció ante
las acusaciones de acoso sexual, además de haber sido uno de los
peores gobernadores del estado en décadas.
Cuando Nueva York termine por
hundirse, el epitafio ya está escrito: Fue por su propia culpa,
pendejos...