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NACIONAL

Los legisladores chatarra se van
de nuevo contra el pequeño comercio. Total, péguenle al mensajero
¿Por qué hay tantos
niños gorditos en México? ¿Será caso por la pésima educación
nutricional que se imparte en los planteles, o qué burócratas con
sobrepeso planean estrategias al respecto que no sirven para nada?
Por supuesto que no: las culpables son esas misceláneas que venden
frituras dentro de las escuelas; al carajo si la prohibición afecta
a cientos de miles de mexicanos que viven decentemente con la venta
de un producto aprobado por el mismo Estado
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ABRIL, 2025. Delia García había escuchado de esa posibilidad,
pero nunca pensó que se haría realidad.
"Mucha gente vivimos de esto, cuando las autoridades comprueben eso,
archivarán este proyecto", decía a sus amigas. La preocupación
comenzó a los pocos días de iniciado el sexenio de la presidente
Sheinbaum: el último día del peje en la presidencia, el Senado
aprobó una ley que prohibe la venta de la llamada "comida chatarra"
en las escuelas de todo el país. Con ello quedaría restringido todo
producto que llevara al frente al menos tres "hexágonos" que
advierten sobre su contenido calórico.
No era el primer intento, recuerda García. "A principios de la
década pasada, con Peña Nieto empezaron a jugar con la idea, la cual
no prosperó. Pero con el peje y ahora la señora Sheinbaum se van de
lleno contra nosotros, el pequeño comercio. El golpe afecta
igualmente a mis proveedores, muchos de los cuales tienen la venta
de esta comida como su único ingreso".
La Ley entró en vigor el pasado 29 de marzo por lo cual muchos
pedidos tuvieron que ser cancelados, "y de sopetón ellos y nosotros
nos quedamos sin vender, y por tanto sin ingresos, sin posibilidad
de llevar comida a la mesa. ¿Qué carajos piensan esos senadores, si
es que piensan?"
De momento la Ley deja fuera a los planteles privados, en el
entendido que una prohibición así equivaldría a impedir que el dueño
de la casa ofreciera chocorroles a sus invitados. Pero la tentación
de hacerlo es enorme para los legisladores y los burócratas. Saben
que es el pretexto ideal para ir restringiendo aun más las
libertades individuales de los mexicanos.
Igualmente la Ley exime a las universidades públicas, quizá porque,
ya grandecitos, los estudiantes no engordan igual comiéndose unos
chee-tos acompañados de una coca "light".
"Lo más preocupante es, primero, que la situación económica de
muchos de quienes vendemos lo que ellos llaman 'comida chatarra' no
es la mejor y a mi edad ya es difícil buscar un empleo", refiere la
vendedora García. "Y segundo, es que las autoridades no nos ofrecen
ninguna alternativa. Ok, esta comida es dañina para la salud, de
acuerdo. ¿Pero por qué ahora nos cambian las reglas del juego, por
qué no nos dicen 'mira, ya no podrás vender esos productos pero
tendrás acceso a créditos blandos para que te financies y durante
seis meses no te cobraré impuestos para que inicies de cero en otro
rubro'? Ah, pero no, que se jodan los que venden comida chatarra en
las
escuelas", dice fúrica.
Agrega Martha, su hija: "Nosotros vendemos un producto legítimo, con
estándares de calidad, no vendemos 'comida chatarra' sin envolutura
o que esté expuesta a las moscas. Si se nos autorizó vender estos
productos ¿por qué ahora nos prohíben hacerlo? Peor aún, con esta
medida, el gobierno despedaza las finanzas de la familia...
nuestros ahorros están en peligro de irse a la fregada".
Interviene Delia: "Sin unos infelices inconscientes, casados con
ideas que no funcionan. ¿Por qué no prohíben a los diputados y
senadores a que coman
cacahuates y refrescos adentro de las Cámaras? Me dijeron que ahí
adentro tienen hasta un bar. ¿Por qué no prohíben que los empleados
públicos, los burócratas, compren refrescos, lonches y gorditas y se
los coman adentro de sus oficinas?"
La familia de Delia ha vivido por décadas de esta "tiendita",
ubicada en una escuela en un sector de clase media. "El negocio lo
inició mi abuela en 1972, poco después de enviudar. El director le
dice 'aquí hay un espacio para que pongas tu local', pidió prestado
para comprar esos refrigeradorcitos donde se guardan los refrescos y
al año sus ingreso superaban a los de su esposo antes de fallecer.
Hemos tenido momentos muy difíciles, como los años 80 cuando la
inflación nos estaba asfixiando, pero nunca se nos había dicho 'a
partir de hoy ya no podrás vender estos productos'".
"¿Y qué nos ofrece el gobierno a cambio?", pregunta su hija Martha,
en tono sarcástico: "¡el dedo medio de la mano, estirado y bien
retorcido!"
No es bronca de los padres, es de la SEP
Manuel Ortiz, administrador de empresas, entrevistado hace años por
fasenlinea (ver link aquí) sintetiza el asunto: "Estas familias
viven de un negocio legítimo. Esta prohibición es tan absurda como
impedir la venta de tijeras de una ferretería porque algún incauto
se ha cortado las manos con ellas.
"Cuando una ley es selectiva y discrecional, como estamos viendo con
esta ley anticomida chatarra, los resultados nunca serán buenos. Y
dado que se trata de una medida que pisa muchos callos, no dudo que
se le dará marcha atrás aunque
'suavizándola", haciéndola más discrecional aún".
En aquella entrevista dijo Ortiz: "El asunto no radica en que los
niños se atiborren de golosinas y suban de peso, es más bien
económico. Hace treinta, cuarenta años, las amas de casa preparaban
su lonchera al niño con un sándwich de jamón, una
naranja y un jugo. Actualmente todo eso tiene un precio prohibitivo,
mínimo se te van 25 pesos, sin incluir la lonchera, ahora multiplica
eso por cinco días, es un dineral. Ante la pérdida del poder
adquisitivo las mamás prefieren darles a los niños 10 o 15 pesos
para que se compren sus pastelitos, es casi la mitad. Una comida
sana es mucho más cara que un desayuno con chocorroles y un refresco
y eso no es culpa de quienes venden esos productos, es de un Estado
que nos ha hecho más pobres y con una niñez malnutrida". Como se ve,
las cosas, excepto los precios, no han cambiado gran cosa.
"Tu ves las fotos de los alumnos de primaria en los 50 y los 60 ¡no
había alumnos gorditos, los únicos gordos eran parte del
profesorado! Incluso en esa serie de El Chavo del 8 de los
70, el único gordito es Ñoño. Y no había tanto niño gordito entonces
porque, primero, existía una cultura nutricional, la mamá le daba su
manzanita al niño para que no sucumbiera comiéndose un gansito en la
tiendita. Te sorprenderá saber que, en aquellos años, los gansitos,
pingüinos y esas mugres --sí, eso son, las
cosas como son-- eran más caros que un kilo de manzanas o de
plátanos, y hoy es alrevés".
Agrega: "aunque los gobiernos príístas de entonces eran corruptos,
había funcionarios conscientes que el problema se estaba agravando e
implementaron en las escuelas las clases de educación física, algo
que siempre aplaudiré al señor López Mateos, con todo
y lo mujeriego que era. El deporte, el promoverlo para que le
agarres el gusto, es un antídoto ideal para combatir la gordura.
Pero en los 80 dejó de dársele seguimiento a esas clases, todo
terminó en pachanga y ese buen propósito se fue al carajo".
Ortiz menciona el segundo punto: "los niños compran comida chatarra
porque es lo que les alcanza, pero hay otro factor que sus papilas
gustativas son hipersensibles al dulce y les produce un placer igual
o mejor al que produce en un adulto tomarse una cheve helada. No sé
si te ha pasado que un dulce que te encantaba de niño lo
pruebas hoy y te sabe horrible, es el deterioro normal de nuestras
papilas gustativas. El efecto también se da en la comida saladita,
ya sean papas o cacahuates".
¿Cual podría ser una solución? Le preguntamos.
Es un problema complejo, y la prohibición de la SEP no solucionará
nada, solo destruirá la economía de las familias que viven de esto y
a las que ningún burócrata se le ocurrió consultar. Finalmente, si
el niño ya no puede comprarse sus ruffles dentro de la
escuela los comprará afuera en la tienda de la esquina que está a
dos cuadra.
Querer capacitar a los padres de familia sobre los valores
nutricionales no va a servir ni para maldita la cosa si estos padres
de familia nunca recibieron educación nutricional cuando eran
estudiantes. Adicional a ello ¿cómo carajos quieres obligar a sus
hijos a que coman cosas saludables si el alimentarse bien en este
país es un lujo de muy pocos?", finaliza Ortiz.
COLOFÓN: Bien lo dijo nuestro entrevistado Ortiz: el gatopardo
reaparece: el secretario de Educación, Mario Delgado Carrillo
"pretende dar marcha atrás
a varias disposiciones de la ley que prohíbe la venta de comida
chatarra en las escuelas: busca que las tiendas puedan vender
alimentos elaborados con productos que tienen sellos, que se permita
la venta afuera de las escuelas y que la
prohibición no se aplique en las universidades", según una nota
publicada en la página web de la revista Proceso.
Ante la catarata de amparos donde el Estado lleva todas las de
perder --y ante la obvia presión de multinacionales como Pepsico,
que han neutralizado intentonas similares en Chile y Perú--
aparentemente las cosas van a volver a cambiar para quedar igual en
el asunto de la comida chatarra en las escuelas. Por lo visto, un
Estado que
necesita hacerse de recursos y de cobrar impuestos hasta las
piedras, se dio cuenta que la gordura infantil es grave pero, vaya,
parece que no tanto.
Con todo, no debe ignorarse el gigantesco problema de salud que se
avecina sobre México si la comida chatarra sigue siendo empleada
como parte de la alimentación básica. Ahí es donde el Estado,
empresarios y autoridades deben enfocarse. En vez de prohibir,
ofrecer incentivos, aumentar el precio de esta comida chatarra
dentro
de las escuelas como se hace con los cigarrillos (1)
y al mismo tiempo ofrecer frutas o pastelillos de bajo contenido
calórico a precio accesible, y hacer lo mismo con las cocas, a
precio mayor que una agua de jamaica ofrecida en envase retornable.
No es el mejor remedio dado que se trata de un problema complo, pero
sería un inicio alentador-Mejor, mucho mejor, que prohibir la venta
de comida chatarra, atacando las consecuencias y no las causas, y
afectando los ingresos de quienes tienen que pagar el monstruoso
fracaso de la SEP para educar a la población mexicana.
__________________________
(1) El sexenio
lopezportillista fue excepcionalmente bueno para Bimbo. No solo
consiguió que sus productos fueran exentados del IVA sino que logró
que los precios de éstos fueran "fijados", es decir, que su precio
sería el mismo en todos lados, excepto en las zonas turísticas. (Si
usted descubre que los roles de canela cuestan lo mismo en todos
lados, ya sabe porqué).
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