OCTUBRE, 2025. La verdad, estimados lectores
¿dudaban ustedes que alguna vez fuera a ocurrir? Hasta hace unos
años era chascarrillo frecuente comentar hasta dónde iba a llegar la
estupidez woke: Don Quijote, un afroamericano que tenía por
acompañante a un Sancho Panza delgado para no ofender a quienes
sufren de sobrepeso y quien prescindió de su caballo para que no lo
acusaran de abuso animal (además la insinuación de que los dos eran
más que amigos) La broma también incluía una "nueva versión" de
Amadeus, el clásico que
Milos Forman dirigió en 1984 y que le
mereció un ejército de Óscares al año siguiente.
¿Cuál era la broma? Esencialmente, que los wokes nos
presentarían a un Mozart negro, a su esposa Constanza mulata, al
emperador gay y a Salieri... bueno, quizá igualmente de tendencias
gay pero como malo malote, seguiría siendo blanco.
Es la gran ironía del wokeísmo: carece en absoluto del
sentido del humor pero al mismo tiempo es experto en proporcionarnos
muestras de humor involuntario. La cadena británica SKY acaba de
anunciar que el próximo diciembre será estrenada una serie llamada
Amadeus, basada, por supuesto, en el clásico estrenado en
1984. Pero quienes esperen ver la historia del gran compositor
austriaco y su némesis, Antonio Salieri, se toparán con una
sorpresita.
Dado que se trata de una "reimaginación" de la historia que tanto
nos deleitó en el cine hace cuatro décadas, el protagonista ahora es
mitad japonés y el reparto es multicultural aunque ¡adivina
adivinante! el villano, es decir, Antonio Salieri, ese sí que
seguirá siendo blanco.
Empecemos por la pregunta obvia. ¿Quién carajos da luz verde a estos
proyectos? ¿Qué necesidad hay o había para realizar una nueva
versión de este clásico que, podemos decirlo desde hoy, jamás
desplazará a la monumental película dirigida por Milos Forman?
Es dudoso que tanto Forman como Peter Schaffer, quien escribió el
guión de la obra que se presentó en Londres con gran éxito, estarían
contentos con esta intentona que busca hacer pedazos su valioso
legado. Claro, tampoco sería descartable que, de estar vivos ambos
hoy, se mostrarían de acuerdo con este Mozart asiático --¿cuántos
actores y directores legendarios han pasado a ser apologistas
woke?-- pero si hablamos de una cinta que ganó 8 Óscares, lo más
seguro es que quienes participaron en ese proyecto y ya abandonaron
este mundo, hoy estén haciendo grandes corajes dentro de sus
ataúdes.
Joe Barton, quien dirigió este potencial bodrio, publicó un tuit
donde advierte que "vamos a destruir la película de 1985, e
igualmente vamos a destruir todas las copias de esa película en el
mundo". Pues bien, señor Barton, yo poseo en mi colección esta
película en formatos VHS, en DVD y hasta en BlueRay. ¿Va usted a
venir a mi casa a requisar esas copias para luego destruirlas?
Primero tendrá que romperme la madre a mí y a los millones de
personas en todo el mundo que atesoramos una de las mejores cintas
del siglo XX, eso si esos millones y quien esto escribe antes no le
parten primero a usted la madre.
El hecho de que Amadeus será una serie "reimaginada"
--palabreja woke que significa robarse la idea de alguien más
para utilizarla como arma de adoctrinamiento-- explica por qué se
decidió hacer una miniserie y no una película para ser exhibida en
cines. Es obvio: los productores saben muy bien que el mercado no
está exigiendo con alaridos una nueva versión de una película a la
que no se le puede agregar ni quitar nada sin arruinarla y por
tanto, el riesgo de perder dinero en taquilla era casi total.
¿Solución? Transmitir la serie en un canal de paga donde los
suscriptores ya erogaron una cantidad aunque jamás vean Amadeus,
practica frecuente en los paquetes que ofrecen en la TV de cable y
satelital donde se cargan forzosamente al suscriptor canales que
jamás sintoniza pero que de todos modos se tiene que pagar.
El rol del compositor austriaco recayó en Will Sharpe, un actor cuya
madre es de origen japonés, mientras el rol de Constanza se le
asignó a la actriz británica Gabrielle Crevvy y el de su madre Lucy
(la mujer que se desmaya frente al emperador tras agradecerle sus
"valiosos consejos") es de la actriz de origen asiático Lucy Cohu.
El villanazo, el malo malote, será Paul Bettany, actor que con
frecuencia la ha hecho de psicótico (El Código da Vinci) y
quien, naturalmente, es un actor blanco.
No es difícil tratar de adivinar de a cómo irá la historia: los
guiones que escriben los wokes son más predecibles que guión de
película pornocontarte:
Por razones que seguramente Barton no se molestará en
explicar, Wolfang Amadeus Mozart, un niño birracial, se hara famoso
en una Austria del siglo XVIII donde la población asiática era
prácticamente inexistente; desde niño, el futuro autor será objeto
de racismo y bullying por parte del privilegio blanco pero se
enfatizará en todo momento que podrá anteponerse a ese mundo que lo
rechaza, no tanto por la envidia de sus colegas sino por el hecho de
no ser blanco.
Olvídense de papá Leopold Mozart. Todo lo que Amadeus sabe, se lo
enseñó su madre de origen asiático, una mujer empoderada; el padre
es un desobligado que dejó a la familia o, si anda por ahí, es un
pusilánime, un papanatas que necesitó recibir instrucciones de doña
Lucy para guiarlo en cómo concebir a su hijo.
Por supuesto, Constanza será igualmente una mujer empoderada, y se
insinuará en algún momento que alguna de las majestuosas
composiciones fueron de su autoría aunque nunca recibió crédito (y
Barton tampoco se molestará en decirnos cómo fue que Constanza
aprendió a leer música). Antonio Salieri ya no contará su confesión
a un sacerdote; quizá ahora será una especie de trabajadora social
o, no se descarte, la misma madre de Mozart ya más viejita. Mozart y
Salieri se conocerán en la corte donde el emperador será igualmente
un pusilánime, y quien tomará las decisiones importantes será su
consorte, de la cual no supimos nada en la película de 1984 y por
ello urge que los wokes la reivindiquen. O en su defecto, el
Emperador será gay
La rabia y el resentimiento de Salieri se enfocarán no tanto en que
Mozart posea más talento que él, sino que alguien que no es
blanco haya llegado a la Corte con intención de desplazarlo.
Forman y Schaffer dejaron en claro que la música era un personaje
tan importante en la historia como lo fueron Mozart y Salieri. Sin
embargo, otro personaje importante en la trama era Dios: la
admiración/humildad/odio de Salieri hacia Dios es el elemento que
mueve los sentimientos del compositor italiano, algo que se enfatiza
en varias ocasiones: ¿por qué Dios decide dar el maravilloso don de
la música a alguien que se estaba revolcando en la alfombra y que se
ríe como un idiota? Para Salieri, esa risita no era de Mozart sino
la de Dios, burlándose de su mediocridad.
Demos por un hecho que en esta "reimaginación", la reacción de
Salieri con Dios será omitida, y si se menciona, será de rechazo y
recriminación en todo momento: no veremos escenas dentro de una
iglesia ni mucho menos el matrimonio de Mozart con Constanza, y
cualquier relación de los prelados será para presentarlos como
personajes abusivos, sobrados de sí mismos y promotores de la
superchería.
(Aquí hacemos una invitación al lector: dese una vuelta a este
artículo cuando se estrene la serie y verá que habremos atinado a
casi todo).
En este momento en el cual lo woke va en caída libre en el mundo del
entretenimiento al punto que los estudios Warner están por ser
puestos en venta debido a los millones de dólares que han perdido al
apostar al barril sin final que represente el wokeísmo, el
que la cadena SKY traiga una nueva versión de Amadeus que
nadie solicitó, suena a estupidez de marketing. Pero hoy
sabemos que el wokeísmo puede ver que su casa se está
incendiando y en vez de llamar a los bomberos, primero culpará del
siniestro al fascismo o al patriarcado.
Por supuesto, y como ha ocurrido con otras porquerías woke,
el rigorismo histórico se va directamente al carajo y no se dude que
en alguna escena veremos a Mozart tocando las cuerdas de una
guitarra eléctrica.
Desde hace algunos años, la ultrawoke BBC ha "reimaginado"
prácticamente todos los clásicos de la literatura inglesa, desde
Oliver Twist hasta las obras de Agatha Christie donde los
protagonistas pasaron a ser negros, incluso cuando la trama ocurre
durante el Imperio Romano. Qué contraste con la BBC de los años 70
que nos trajo miniseries y programas de altísimo nivel como aquél
donde todos los personajes de la historia se sentaban a la mesa y
era posible ver charlando a Napoleón al lado de Freud o Winston
Churchill en un mano a mano con Carlomagno.
Esa serie, llamada Cita con la Historia, rompía el rigorismo
histórico pues ninguno de los invitados coincidió en la línea del
tiempo ¡Pero qué manera de hacerlo! Al final y dada la enorme
calidad de sus contenidos, los espectadores salíamos ganando.
¿Por qué chingaos los wokes se la pasan
"reimaginando" o "renterpretando" éxitos ajenos, por qué se sigue
dando el robo impune de obras, libros y películas reverenciadas para
sustituirlas con basura infumable? ¿Cuándo aprenderán a crear sus
propias porquerías en vez de escudarse en ideas ya explotadas?
No se requiere ser clarividente para afirmar que este
Amadeus será un/otro fracaso del que todos nos reíremos como Salieri
decía que Dios se carcajeaba de su mediocridad. Solo
procuremos que esas risotadas no sean tan molestas como las del gran
compositor austriaco. A los wokes les emputa que nos burlemos de sus
porquerías. Hagamos que se encabronen más. Y mi copia de Amadeus
jamás será destruida, señor Barton, lo que a fin de cuentas sí
ocurrirá con el repudiable wokeísmo que usted ha asumido como
dogma.