ABRIL, 2025. Allá por 1992 el
canal de cable local transmitía la señal del canal SUR (Sistema
Unido de Retransmisión) el cual se especializaba en ofrecer
segmentos de los canales sudamericanos, en especial de Chile,
Argentina, Perú y Ecuador. Fue una experiencia refrescante que
nos permitió conocer otro modo de hacer televisión, fuera de las
pautas de Televisa y TV Azteca, las únicas opciones disponibles
entonces. (La cadena Telefé tansmitía una excelente serie llamada
Siglo XX Cambalache, un recuento de los acontecimientos más
importantes de esa centuria. Me llamaba la atención el nombre pues
en México "cambalache" significa hacer trueque con cosas de poco
valor).
Otra emisión de la que me convertí en devoto fue Qué Hay de Nuevo
de la cadena peruana Panamericana Televisión, conducida por un tipo
de aspecto chusco, con un copete que le tapaba la frente y que se
dirigía a todos con un "amiguitos". Qué Hay de Nuevo era una
obvia copia del show de David Letterman, e incluso comenzaba
con un monólogo, pero su conductor, llamado Jaime Bayly, logró darle
su propio estilo, inconfundiblemente peruano.
En ese momento el Perú --país hermano que admiro profundamente y con
el que siento que México tiene muchas diferencias y similitudes,
ambas fascinantes-- atravesaba por una espeluznante crisis económica
y una oleada de atentados en las calles de la capital y las
principales ciudades. Sendero Luminoso había tomado gusto a volar
automóviles en horas pico, algo que una ocasión Bayly ironizó en una
de sus emisiones: "Hoy por la mañana hicieron volar otro automóvil
en las calles de Lima (...) siento que ya me estoy acostumbrando",
refirió con ese humor tan peruano en los momentos más difíciles.
Y al igual que lo hizo Adal Ramones en México promoviendo a Vicente
Fox para que su imagen permeara entre los jóvenes, Bayly realizó una
labor similar durante la campaña que el escritor
Mario Vargas Llosa,
quien perdió frente a Alberto Fujimori. A los pocos meses comenzaron
a darse chispas entre el nuevo presidente y el ya afamado conductor.
(Años después, Bayly y el escribidor se enemistarían feamente)
Bayly comenzó a hacer bromas cada vez más irreverentes sobre la
esposa y la hija del entonces presidente
Alberto Fujimori. Asimismo
dijo en una de sus emisiones que el Palacio de Miraflores de Lima
"estaba presionando" a la televisora para que lo echara y,
efectivamente, poco después Qué Hay de Nuevo salió del aire.
Bayly alegó que "conducir un programa de TV era muy extenuante y
estresante" y anunció que regresaría "a lo suyo", es decir, la
literatura. Al poco tiempo su novela No Se Lo Digas a Nadie
se convirtió en inesperado éxito editorial.
Bayly era un escritor agudo y un periodista valiente, pero quizá
ello no bastó para disminuir su paranoia y en 1995 emigró a Estados
Unidos para poco después naturalizarse y adquirir la ciudadanía.
Siguió publicando libros, casi todos aderezados con anécdotas
personales y meses después ya tenía otra serie de televisión a la
que tuvo que cambiar mucho de su formato Late Night pues éste
se encuentra registrado en Estados Unidos y nadie más puede
reproducirlo sin autorización.
Todo fue sobre rieles en los primeros años: entrevistas muy bien
hechas (el peruano es excelente entrevistador y tiene una habilidad
especial para que sus invitados respondan preguntas embarazosas)
gran parte de ellas no solo a faranduleros sino a miembros de la
disidencia cubana y venezolana. Bayly fue uno de los principales
críticos de Hugo Chávez: "Desde allá dicen toda suerte de cosas en
mi contra pero yo aquí, en la Florida, les hago muecas", dijo en uno
de sus programas.
Todo bien hasta que cierto día
Barack Obama asumió la presidencia de
Estados Unidos... y todo cambió en la mente de Jaime Bayly.
La presidencia del ex senador por Illinois produjo un efecto
insospechado pues consiguió que muchísima gente que nos había
deleitado con su talento en el cine, la música, la literatura y el
deporte, mostraran cómo sus cabecitas estaban más huecas de lo que
sus admiradores habríamos imaginado. Súbitamente todos ellos
comenzaron a hablar de política, de cómo quienes pagamos por ver sus
películas somos unos tontos y unos protofacistas por afirmar que
quien nace con pene es hombre. Y algo que ya era lamentable entre
esas celebridades se agravó con la primera presidencia de Donald
Trump.
El primer personaje latino en sucumbir a las tonterías y la doble
moral propaladas por los demócratas fue el periodista argentino
Andrés Oppenheimer. Como apuntamos
en otro artículo, Oppenheimer
alababa a Obama y lo ubicaba como paladín de la libertad económica
mientras Estados Unidos se movía peligrosamente a la izquierda y los
wokes salían de las universidades para infiltrarse en el
gobierno y la industria del entretenimiento.
Hay que reconocer que Bayly fue un tanto crítico con Barack Obama,
críticas imperceptibles ante la monstruosa manipulación y
cocowash que las cadenas hispanas de TV han imbuido entre la
comunidad latina en ese país. Pero entonces llegó Joe Biden y
¡voilá! los demócratas dejaron de tener defectos; todos los males de
Estados Unidos, pasados, presentes y futuros, emanaban de los
republicanos y, en especial, de ese "matón" de nombre Donald Trump
--así lo llama con frecuencia-- que buscaba reelegirse "con el fin
de deportar a quien se le pegue la gana, incluido yo, y terminar de
destruir a Estados Unidos", refirió en una de sus emisiones.
Durante los cuatro años de Biden, Jaime Bayly no detectó ningún
deterioro mental del hoy ex presidente, tampoco halló nada de
objetable en las andanzas de su hijito Hunter Biden ni pareció
preocuparle la inflación en Estados Unidos, fenómeno que el
conductor, como peruano, conoce más que perfectamente. Bayly se unió
al coro de que la laptop de Biden eran "noticias falsas", "una clara
intervención de Putin con quien Trump se lleva muy bien", todo ello
sin aportar pruebas.
"No lo hizo bien, pero lo hizo mejor que Trump" fue otra de las
frases del peruano norteamericano tras el último debate que Biden
tuvo con el copetudo mandatario y donde éste lo dejó como piltrafa
política, quitando de paso toda posibilidad a Kamala Harris de
alcanzar la Casa Blanca.
El segundo triunfo de Donald Trump terminó con la poca bilis que la quedaba
a Jaime Bayly. Lo atacó con furia inaudita, no lo bajó de "rufián" y
acusó de "matones" a éste y al vicepresidente JD Vance
porque condicionaron al presidente Volodymyr Zelenskyy el envío de
más ayuda y fondos luego que los millones de dólares transferidos
durante los años de Biden no han tenido un destino claro y se
sospecha que buena parte de han destinado a financiar a la
estructura burocrática ucraniana.
Lo increíble, lo asombroso, es que Bayly critica con dureza en
Venezuela exactamente lo mismo que aplaude en Estados Unidos, esto
es, un Estado autoritario, represor, donde los legisladores deben
ser incondicionales y obedientes al Ejecutivo. En el colmo, en una
de sus emisiones, Bayly calificó a la inflación en Venezuela de
"depredadora", pero sí ésta se registra en Estados Unidos no es tan
mala despúes de todo pues no me merece menor crítica.
La doble moral ha sido la constante de Bayly los últimos años:
acusar a Trump de tener "serios problemas mentales" sin mencionar
una sola la vez la condición de Biden, exculpar a la inmigración
ilegal mientras él hizo todos los trámites para establecerse
legalmente; voltear a otro lado cuando la señora Biden comparó a los
hispanos con los tacos, declaración que lo habría hecho estallar
fúricio de haberla proferido Trump, e insistir en llamar "líder" a
Biden cuando ni siquiera en su gabinete la hacían caso alguno.
Qué triste, la verdad. Al igual que
Andrés Oppenheimer, periodista del que aquí alabamos
varios de sus
libros, Jaime Bayly terminó como papanatas de los demócratas,
obligado a no salirse del guión, esta vez en español, que el partido
del burro impone a sus adláteres.
Paradójicamente. Bayly radica y
transmite su programa desde la Florida, un bastión republicano que
le permite decir barbaridad y media sin temer a las consecuencias.
¿Por qué no mudarse él mismo y su estudio a estados demócratas como
California y Nueva York, donde se llevaría de maravillas con el
antitrumpismo de sus habitantes? ¿Por qué seguir sufriendo lo
indecible en un estado que votó mayoritariamente por el copetudo
millonario el pasado noviembre?
"Un escritor nunca debe casarse con
una idea, ni siquiera las suyas", advirtió el novelista francés
Michel Houllebecq. "El escritor que se vende a un poder traiciona su
propia inventiva", refirió George Orwell, otro gigante de la
literatura.
Es triste que con Jaime Bayly, sin
duda talentoso y de una prosa inteligente, no haya germinado esta
premisa.