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A prácticamente días de una elección crucial en la historia de Estados Unidos, la campaña de Kamala Harris parece caerse a pedazos ante una candidata que carece de carisma, arrastre entre los electores clave y que solo provoca ridículos cuando los medios achichincles de los demócratas la han entrevistado. Si ya es hora que una mujer llegue a la presidencia de ese país, que no ésta, por favor...
OCTUBRE, 2024. A apenas unos días de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, la posibilidad de que Kamala Harris se convierta en presidente de ese país, y a menos que Donald Trump cometa una (no descartable) burrada monumental, solo podría concretarse mediante un fraude electoral, gigantesco, superior en mucho al que se sospecha ocurrió hace cuatro años en estados como Georgia y Pensilvania.
Del mismo modo, es un hecho que dentro de unos años, la actual campaña de los demócratas ser convertirá en materia de cómo no organizar una campaña para conquistar la Casa Blanca. Si durante la elección de Joe Biden se hizo de lado el sentido común, éste parece ya no existir más dentro del partido del burro; es cómo si súbitamente tiraran a la basura conceptos como que la Tierra es redonda, que el día sigue a la noche o que nuestro planeta gira sobre su propio eje.
Los demócratas se han convertido en mitómanos consumados, y quienes
desean sacarlos de esa zona son tachados de fascistas, racistas y
demás sandeces.
Sin embargo, el sentido común, como el oxígeno, existe aunque no lo
podamos ver, pero es vital para nuestra sobrevivencia, y mucho más
en la política. Se teme por tanto que los demócratas pagarán las
consecuencias el próximo noviembre con una derrota
catastrófica; hay quienes estiman que su alcance será igual o peor
al de las elecciones de 1984 cuando el candidato demócrata Walter
Mondale ganó únicamente en el estado de Minnesota y el
Distrito de Columbia, y el resto se los llevó el presidente Ronald
Reagan.
Y es que a diferencia de hace
cuatro años, las cosas parecen estar más en claro: Donald Trump se
ve hoy más fortalecido y con grandes posibilidades de llevarse los
llamados swing states, es decir, los estados que suelen decidir la
elección. Incluso en California se avizora la posibilidad de que, si
bien el estado seguirá en manos demócratas, los republicanos
conseguirán algunas senadurías y representantes en Washington.
¿Cómo es entonces que Trump, a quien se le han fincado 112 acusaciones penales, se le acusó (falsamente) se haber instigado la toma del Capitolio el 6 de enero del 2021, de haber mentido a la Corte en Nueva York, de evasión fiscal (algo igualmente falso) y de llevarse consigo información clasificada, esté a punto de regresar a la Casa Blanca?
El equipo de campaña de Kamala Harris ha recibido un billón de dólares (mil millones) por parte de los grupos de poder económico más grandes de Estados Unidos, entre ellos Amazon, Microsoft, la cadena comercial Target, Pepsico --dueña de Pepsi Cola y casi todas las marcas de frituras, como Doritos-- así como el apoyo del 90 por ciento de los medios impresos (la hoy candidata ya apareció en las codiciadas portadas de Vogue, Cosmopolitan, People, TIME, Newsweek y la entrevistó Rolling Stone aunque la mujer jamás ha grabado un disco) y ha sido entrevistada por todas las cadenas así como los conductores más conocidos del entretenimiento norteamericano, desde Oprah Winfrey hasta Howard Stern. Todo ha sido en vano: sus bonos entre el electorado siguen en picada.
La cantante Taylor Swift, considerada por la revista Entertainment Weekly "el arma secreta" de Kamala dentro de la industria del entretenimiento, manifestó su apoyo a Kamala Harris en Instagram. y dado que su cuenta tiene 48 millones de seguidores, los demócratas consideraron que eso le daba enorme ventaja electoral a Harris. Sin embargo, las encuestas no mostraron cambio alguno tras este apoyo de Swift --realizado, vaya casualidad, a las pocas horas del debate con Trump-- y, por el contrario, en la mayoría de las encuestas las preferencias hacia la candidata bajaron un punto.
"Cuando una celebridad
multimillonaria te pide que apoyes a una candidata que es parte del
deterioro de tu situación económica resulta contraproducente",
explica el analista Ben Shapiro. "Por otro lado, es alentador ver
cómo esos fans que seguían ciegamente a sus ídolos por decir
cualquier cosa, incluso las tonterías más aberrantes, han ido
disminuyendo los últimos años. Tenemos que hacer ver a esas
celebridades que, si bien nos encanta cómo actúas y tus discos son
grandiosos, esa admiración no te da derecho a meterte con mis
convicciones personales o políticas".
En ningún momento desde que inició su campaña, Kamala Harris ha
estado dos puntos arriba de Donald Trump. Inclusive, The New York
Times ha tenido que reconocer, a regañadientes y dicho de la
manera más sutil posible, que el pueblo norteamericano sencillamente
no traga a Kamala Harris.
A ello debe añadirse otro factor que los demócratas ven como secundario y que en otros tiempos ellos mismos consideraban vital: el carisma. La mujer tiene menos carisma que un papel de lija, algo evidente con su costumbre, lamentable por demás, de reírse de sus propios chistes sin que nadie más esboze siquiera una sonrisa. Cuesta trabajo concebir que Harris haya sido postulada por el mismo partido que lanzó a políticos de popularidad arrolladora como John F. Kennedy, Bill Clinton e incluso Barack Obama, independientemente de que haya sido un pésiimo mandatario.
Peor aún, Kamala Harris se ha negado a dar entrevistas, incluso con medios que le son afines, como la revista TIME, que la dio una protada donde solo le faltó incluir la palabra Mesías, y cuando lo ha hecho, el resultadp es tan desastroso que las entrevistas han sido editadas para poderles dar coherencia. Cuando finalmente Harris ofreció una entrevista a la cadena conservadora Fox, aparte de llegar 20 minutos tarde, sus asesores obligaron a terminarla antes de tiempo dado que la mujer no sabe qué hacer cuando no tiene un teleprompter enfrente.
Del mismo modo, los demócratas aún no caen en cuenta, y quizá jamás lo hagan, de que el electorado ya está cansado de los ataques personales contra Donald Trump, acusándolo de que si regresa a la Casa Blanca se convertirá en un nuevo hombre del ridículo bigotito. Los electores buscan respuestas a su difícil situación económica y el modo en que Kamala combatirá la inflación, la misma que su partido había asegurado "sería corta y temporal",y no ha se ha despejado esa inquietud.
Kamala tampoco ha podido conectar con las dos comunidades vitales para el triunfo demócrata, la afroamericana y la hispana. Con los primeros se ha llegado al ridículo de ofrecerles "bonos especiales", descuentos y prerrogativas para fumar mariguana, algo que toparía de frente con la Suprema Corte ante un claro racismo de la propuesta pues beneficiaría en específico a un solo grupo étnico.
Con los hispanos ha sido mucho peor: durante un reciente townhall de la cadena Univisión, Harris acudió a sus aburridos monólogos de cómo ella había empezado desde abajo para prosperar en la "racista" sociedad norteamericana, algo que esa comunidad, que conoce perfectamente de esa experiencia, no podría importarle menos en boca de una candidata a presidente.
Cuando un veterano de guerra con acento mexicano le dijo que había pasado meses en espera de ser atendido en un hospital para veteranos de California para atenderse de un problema en la pierna y que solo le bastó una mañana en cruzar a Tijuana para solucionar su problema, Harris respondió estar "consciente" de esa situación entre los veteranos para de ahí señalar que ella como procuradora en California había hecho un excelente trabajo. La cara del veterano ante la cansada letanía parecía decir "¿y eso a mí que chingados me importa? ¡No has respondido a mi pregunta!"
Como cerecita de torpes estrategias, Harris declinó asistir a un evento organizado por la comunidad católica de Estados Unidos para un evento que recolecta fondos y donde los candidatos suelen establecer una tregua para contar chistes y mofarse del contrincante.
La ausencia fue aprovechada maravillosamente por Donald Trump para tundir a los demócratas, incluido el líder de la Cámara de Representantes Chuck Schummer, quien estaba sentado a su lado. Los chascarrillos de Trump incluso hicieron reír a varios demócratas ahí presentes.
Harris envió un video a la ceremonia donde apareció una "comediante" de Saturday Night Life con menos carisma que la candidata y exigiendo que "ya era hora de llevar a una mujer a la presidencia". Esa es otra característica de Kamala Harris y de su equipo de campaña: cada vez que busca hacerse de potenciales votantes, terminan por ahuyentarlos.
El último candidato demócrata que no acudió al evento organizado por la comunidad católica para recaudar fondos fue Walter Mondale en 1984, y a las pocas semanas recibió una monumental paliza electoral por parte de Ronald Reagan. Quizá el equipo de campaña de Kamala Harris está dando aquí una señal de catástrofe electoral. Si Kamala Harris es incapaz de expresar ideas, que mejor que los simbolismos hablen por ella.
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