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INTERNACIONAL

José Antonio Kast, el último
campanazo para salvar a Chile
Como suele suceder luego que gobierna la izquierda, Gabriel Boric
deja como herencia un país crispado y profundamente dividido, de
modo que a pocos sorprendió que los votantes eligieran otra
alternativa, sobre todo aquellos que están conscientes qué tan cerca
estuvo Chile de convertirse en lo que hoy es Venezuela. Sin
embargo, el reto es enorme para el nuevo mandatario electo: José
Antonio Kast está obligado a cumplir lo prometido; no puede darse el
lujo de convertirse en un Sebastián Piñeira versión 2
Versión impresión
DICIEMBRE, 2025.
Pese a que se trata de países tan diferentes como una manzana y un
tomate , Chile y Argentina comparten un destino común indisoluble
igual al que tienen México y los Estados Unidos. En 1973 Chile pasó
a ser una dictadura y tres años más tarde lo mismo ocurría con
Argentina, esto luego de un par de gobiernos desastrosos, el de
Allende y el de Isabelita Perón, destrozaron la economía de manera que era inevitable
que la elección de Javier Milei tendría fuertes repercusiones
electorales en el proceso electoral chileno.
Y al igual que Javier Milei y La Libertad Avanza, José Antonio Kast,
el presidente electo, es parte del Partido Republicano, de reciente
creación, una respuesta ante el hartazgo con los partidos
tradicionales que hoy se sabe son los primeros en impedir que se
rompa el estatus quo que los ha mantenido en el poder. Del mismo
modo, ambos candidatos sufrieron el embate mediático en prensa,
radio y TV así como el cierre de espacios y pese a ello consiguieron
una victoria en segunda vuelta (¡urge que en México también se
aplique la segunda vuelta! Este sería otro país, definitivamente).
Al igual que Albertítere Fernández, Gabriel Boric tuvo un pésimo
desempeño como presidente. Durante sus cuatro años de gobierno, la
inversión extranjera dejó de tener a Chile como prioridad, el
adoctrinamiento en las aulas haría sentirse
reivindicado a Salvador Allende de seguir vivo, el crecimiento
burocrático, que durante varios años estuvo domado, ha crecido de
manera tal que la tramitería ha complicado todos los trámites para
abrir un negocio.
Desde el segundo periodo de gobierno de la ex
presidente Michelle Bachelet, los índices delictivos
se han disparado en las principales ciudades:
Santiago, durante mucho tiempo una de las
ciudades más seguras de Sudamérica, ha
experimentado una oleada de asaltos y un repunte
en delitos del llamado orden común. Se sabe que se
trata de bandas organizadas, muchas de ellas
integradas por inmigrantes ilegales procedentes de
Perú, Ecuador y sobre todo de Venezuela: el
presidente Boric abrió las puertas a cientos de
inmigrantes de ese país, quienes no necesariamente
huían del chavismo sino que fueron enviados por
común acuerdo con el dictador Nicolás Maduro:
muchos de ellos, chavistas convencidos, se encuentran hoy a sueldo
del Estado y
trabajan en el sector público, una carga fiscal que
recae sobre los contribuyentes chilenos. (Esta
situación es más que parecida con los inmigrantes
chilenos que llegaron a México tras el golpe de
Estado y el gobierno echeverrista los incluyó en la
nómina oficial y les proporcionó vivienda).
Otro factor que desubicó a esos medios es que la
palabra "derechista" ha dejado de convertirse en
estigma, y ni siquiera el término "ultraderechista"
que manejaron por igual medios como El Universal,
El País o The Guardian para referirse a Kast e inflingir
miedo,
tuvieron poco o nulo efecto entre el electorado
chileno. "Ser de derecha ya no es una mala palabra,
pero esos medios ni siquiera se han dado cuenta",
ironizó al respecto en polemista argentino Agustín
Laje.
Fue con Bachelet cuando se rompieron los tácitos
acuerdos con el sector productivo para respetar las
áreas de influencia entre éste y el Estado, situación
que Boric profundizó todavía más: lo que hoy se
padece es un Estado intervencionista, paternalista
el cual, afortunadamente, sus intenciones para
llegar más a fondo fueron detenidas en seco gracias
a los mecanismos en defensa de la democracia
creados por presión popular los años del
pinochetismo, entre ellos el plebiscito, inexistente
en México, por cierto: así como fue éste el que echó a Pinochet del
poder, otro plebiscito impidió que Boric
aprobara una nueva Constitución que, entre otras
lindezas, justificaba la expropiación de bienes por
parte del Ejecutivo sin contar con la aprobacion de
los otros dos poderes, igual a lo hecho por Chávez y,
peor aún, daba acceso al Estado a los fondos de
pensión para seguir financiando su gasto social.
"Puede decirse que el gobierno de Boric quedó
liquidado en ese momento", opina el analista
chileno Baruch Segovia, "Toda su estrategia para
convertir a Chile en un país socialista se fue para
abajo".
Se sabe además que, si bien Boric llamó en público
al rechazo de su Constituyente, "una resultado que
por supuesto respeto", se sabe que en privado lanzó
los peores epítetos contra el sector empresarial
chileno, a los votantes "estupidizados" y a todo
aquél incapaz de entender las bondades del
socialismo. Boric pasó por alto la memoria histórica
del pueblo chileno, que a principios de en 1973 con
un Salvador Allende en el Palacio de la Moneda,
vivía en una situación igual o peor de la que hoy
atraviesa Venezuela.
La izquierda se escandalizó cuando Kast dijo en un
discurso, "de estar vivo, Pinochet votaría por mí"; la
campaña mediática contra el candidato fue
inmisericorde tras esa declaración, pero las
encuestas comprobaron que los bonos de Kast se
fueron a la alza, algo que Baruch Segovia atribuye a
un factor que pocos chilenos se atreven a expresar
en público: "Todos coincidimos en que Pinochet fue
un dictador y que a ningún chileno le gustaría tener
a alguien así en la presidencia. Sin embargo, un
factor innegable y que la izquierda ha tenido que
aceptar a regañadientes, es que Pinochet dejó al
país, en términos económicos, mucho mejor que
cuando se dio el golpe de Estado en 1973. La
memoria popular no es tan corta como suponían
Michelle Bachelet y Gabriel Boric".
Segovia define como "error monumental" que la
izquierda haya postulado como su candidata a
Jeannette Jara, "una mujer con claros antecedentes
comunistas y quien declaró que 'hoy la mitad del
pueblo chileno vive en los márgenes de la pobreza'",
posición que el analista Axel Káiser y él mismo
candidato presidencial aprovechó
maravillosamente para asestarle un jab demoledor: "Dudo que (Jara) haya revisado
cuidadosamente los datos pero aparte de ello, si la señora está
convencida de que Chile es cada día más pobre, recordemos quiénes han
estado en el poder los últimos cuatro años".
La candidata, quien además no ocultaba su
admiración por
Kamala Harris, confió en que el
apoyo de las celebridades chilenas, encabezado por
la cantante Mon Laferte, y el decidido apoyo que
recibió en las redes sociales, en especial Tik-Tok, le
tenían garantizada la victoria, "cuando la realidad
es que a millones de chilenos no interesan las redes
sociales, acaparadas por jovencitos clasemedieros
que creen que estan haciendo la revolución
publicando tik-toks todo el día", refiere Segovia".
Asimismo, la candidata Jara quiso hacer proselitismo de su
parentesco con el compositor Víctor Jara, asesinado por la dictadura. "Eso
fue oportunismo puro. Toda esa gente de izquierda olvida que Chile
estuvo a milímetros de terminar
como otra Cuba u otra Venezuela, y que tras la dictadura el país fue
ascendiendo en sus niveles de desarrollo. Nos creen tontos, pero no
lo somos,", dice Segovia.
Y ahora viene el verdadero reto
Kast y sus asesores saben perfectamente de las enormes expectativas
del pueblo chileno y, sobre todo, que en estas elecciones algunas
ciudades otrora consideradas "progre" como Santiago y Valparaíso,
esta vez desdeñaron a los candidatos
de izquierda. También saben perfectamente que su estrategia deberá
ser más radical que la aplicada por Javier Milei en Argentina si es
que desean mantener el enorme capital político, en especial de los
demás partidos que optaron por dar su respaldo a Kast en la segunda
vuelta.
"Kast deberá aplicar medidas más a fondo que
nuestro vecino, porque si opta por ser un
blandengue como lo fue Piñeira, la izquierda
retomará el poder dentro de cuatro años. Kast
también deberá estar consciente que sus medidas le
harán perder muchos votos, pero no le queda de
otra si desea que esta país retome el rumbo que
perdió desde la primera presidencia de
Bachelet".
Otro problema que enfrentará Kast como ha
ocurrido con Milei se encuentra en las bancadas
de los demás partidos y las gubernaturas donde el
candidato ganador tiene poca o nula influencia y es
ahí donde debe echarse mano de las alianzas de
los otros partidos coincidentes con los republicanos chilenos.
"Así como es facilísimo transformar una
economía de mercado en otra socialistoide, es
complicadísimo que una economía socialista
retome las estructuras del libre mercado", concluye
Segovia. "No será tarea fácil desarmar el
adoctrinamiento universitario, el burocratismo y
el paternalismo que nos heredaron Bachelet y Boric.Pero con Milei en
Argentina estamos viendo que con determinación las cosas podrán
lograrse. Yo quiero que mis hijos y mis nietos vivan en un país
desarrollado.. me daría coraje y tristeza que ellos vivieran como en
otra Venezuela, un país que en su momento fue mucho más rico y
próspero que nosotros. El socialismo es el cáncer del siglo XXI. No
necesitamos de otro gobierno socialista en La Moneda para darnos
cuenta de ello".
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