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Y DEMÁS/Matagozos

Este
señor arruinó a la industria del entretenimiento
La
cultura y el entretenimiento como herramientas para promover la
revolución mundial, disfrazada de inclusión, equidad e igualdad.
Aunque parece una idea básica del actual wokeísmo, su principal
promotor falleció hace 89 años, pero tras los atentados del 2001 su
receta tomó fuerza enorme en el entretenimiento norteamericano.
¿Tendrán éxito esta vez sus teorías? Si nos oponemos a ellas,
fracasarán nuevamente. La mejor arma: nuestro poder adquisitivo
Versión impresión
AGOSTO, 2025. Si es usted de quienes se han jalado los
cabellos de frustración al ver cómo su programa de TV, su superhéroe
o su franquicia preferida se han ido por el excusado debido a la
inclusión forzada o bien sale usted molesto y asqueado de una sala
de cine porque le quisieron recetar sermoneos sobre el racismo o
bien optó por apagar el televisor al ver que todo el entretenimiento
ha sido embadurnado de porquería woke, quizá desconozca que el
promotor de todo ese movimiento falleció hace exactamente nueve
décadas.
Este personaje jamás fue director de una escuela, tampoco fue dueño
de una megaempresa, nunca tuvo a su cargo una agencia de publicidad
ni escribió guiones para cine. Este señor ocupó un puesto de
elección pero jamás se codeó con presidentes ni nadie habló de él
por décadas hasta que su memoria fue exhumada en la década de los
60.
Tras los atentados del 2001 en Nueva York, su nombre se infiltró en
las universidades norteamericanas, donde hoy es reverenciado y se le
ubica entre los "grandes" del marxismo del siglo XX junto con
Sartre, Franz Fannon --autor de Los Condenados de la Tierra-- y
Herbert Marcuse, un tipo que odiaba tanto al capitalismo que optó
por irse a vivir en un lujoso sector residencial de La Jolla,
California.
¿Y por qué es tan importante este señor, de nombre Antonio Gramsci,
tan relevante en esta oleada de marxismo que hoy padecemos? (Y ya
no nos hagamos pendejos, el nombre del marxismo en este siglo XXI
recibe el nombre de Igualdad, Inclusión y Diversidad). Entre otras
cosas, porque Gramsci pasó por el rito que debe padecer todo
marxista que busqué ser ideolizado, esto es, haber sido enviado a
prisión en la Italia de Mussolini y, segundo, haber sido
parlamentario del Partido Comunista de ese país.
Por supuesto que la historia insiste que su encierro no se dio tanto
porque el Duce fuera "capitalista" como se nos ha querido hacer
creer: los comunistas y los camisas pardas tenían las mismas ideas
totalitarias y solo les interesaba el poder del mismo modo en que
dos bandos contrarios se ponen zancadillas entre ellos para hacerse del botín.
La historia progre nos dice que Gramsci murió víctima del fascismo,
lo cual es falso pues falleció en 1936 a consecuencia de un derrame
cerebral. Lo que sí es cierto es que Gramsci fue un filósofo
considerado "peligroso" por los fascistas y se le encerró una vez
que Mussolini declaró ilegal al Partido Comunista y sus libros
fueron prohibidos.
Aunque la revolución bolchevique de 1917 había resultado exitosa,
los filósofos marxistas detectaron que la profecía de su gurú estaba
fracasando miserablemente: Marx dejó en claro que el desarrollo del
capitalismo traería consigo una eventual lucha de clases ante las
injusticias y el despojo que sufrían los trabajadores.
Sin embargo, con el avance de la Revolución Industrial comenzó a
darse un fenómeno opuesto: al contar con un ingreso seguro y
prestaciones sociales --debe aquí darse crédito a los sindicatos que
lucharon por conseguirlas-- la estabilidad laboral trajo consigo un
aumento de la producción que a su vez mejoró los salarios y permitió
a los empleados ahorrar parte de sus capitales, algo imposible para
sus padres y sus abuelos.
¿Cuál era el problema pues? Según la teoría de Gramsci, el
pensamiento de las masas había sido moldeado por los medios de
comunicación, a su vez propiedad del gran capital, el cual por
supuesto administraba contenidos que ensalzaban las virtudes del
capitalismo. Lo que urgía entonces era tomar por asalto no solo los
planteles educativos sino también proporcionar adoctrinamiento
disfrazado de entretenimiento: obviamente los marxistas definen al
adoctrinamiento como "concientización"... entonces como ahora, los
marxistas jamás llaman a las cosas con su nombre verdadero.
Se necesitaría estar loco como para enfrentarte y aniquilar a quien
te esta dando empleo. Los marxistas insisten en que a los empleados
se les pagaba "una miseria", pero ello es atacar las consecuencias,
no las causas: quien provoca la depauperización del poder
adquisitivo no es el patrón, sino el Estado. Si el patrón y el
capitalismo provocaran la pobreza, la cantidad de pobres se habría
multiplicado. ¿Cómo fue entonces que los países donde el capitalismo
se aplicó a fondo, el número de pobres se fue a la baja?
En otras palabras, Marx increíblemente pasó por alto un principio
básico: el incremento en la productividad, y por tanto la oferta de
bienes, trae consigo un descenso en los precios y, por tanto, el
fortalecimiento del poder adquisitivo: los trabajadores no solo
podían adquirir más bienes sino que disponían de capacidad para
ahorrar el sobrante. Los obreros y los trabajadores, con más sentido
común que el señor Marx y sus acólitos, saben que si un patrón
quiere que sigas siendo pobre, simplemente no te contrata.
Al ver esto, los intelectuales marxistas no culparon al jefe de este
garrafal error de percepción: los culpables eran los obreros y los
trabajadores, tan cortos ellos de entendederas, tan tontos que
podían ser seducidos por el poder de la burguesía mediante
espejitos disfrazados de mejoras salariales... no eran de fiar.
¿Quiénes entonces, los encargados de la monumental tarea para
finalmente lograr la revolución mundial? Los intelectuales,
naturalmente. (Sobra decir que los intelectuales han sido los
cerebros de las revoluciones proletarias habidas en el mundo,
incluidos los movimientos guerrilleros que pulularon desde los 60
hasta los 90).
En suma, para los intelectuales marxistas como Gramsci, el obrero,
el pueblo, era incapaz de comprender lo que era mejor para sí mismo.
El filósofo Gramsci y sus colegas concluyeron que las masas nunca se
unirían a un proyecto revolucionario mientras estuvieran sometidos
al bombardeo informático que recibían por parte del gran capital.
Había primero que infilitrar a esos medios hasta cambiar la
percepción que esas masas tenían consecuencia de la burguesía que
manipulaba sus mentes. |
Dado que el
entretenimiento norteamericano marca la pauta al resto del
mundo, los neogramscistas lo consideran "ideal"para imponer
su agenda globalista donde no importa el tiempo que tome
implantarla. Por ello, Hollywood profundiza sus temáticas
woke ante las protestas y las críticas del
público... según ellos, se trata de sectores sociales
ignorantes a quienes tomará tiempo asimilar el mensaje |
Básicamente, Gramsci y sus colegas proponían arrancar al gran poder
no solo la educación sino también la industria del entretenimiento
de las masas, por aquel tiempo la radio, el teatro, el cine y la industria
editorial. Para Marx, el cambio, la lucha de clases, sería un
fenómeno espontáneo pero inevitable, pero para Gramsci, era
necesario que el proletariado estuviera al tanto de los beneficios
de ese cambio.
Inusitadamente, uno de los más grandes admiradores de esa teoría fue
un tipo larguricho llamado Joseh Goebbels; su famosa frase "una
mentira dicha mil veces se convierte en verdad", refleja
claramente esa influencia. Otro admirador fue José Stalin, quien
exigió incluir propaganda política en todas las producciones cinematográficas
exhibidas durante su tiranía, incluidas las
películas infantiles. Para Gramsci, el mensaje debería ser
remachado no solo en las aulas de clase sino en el entretenimiento
que recibían las masas; simplemente era incompatible enseñar las
bondades del marxismo en un salón de clases por las mañanas y
toparse con un mensaje diferente al ver una película o leer una
revista (¡cómo olvidar la frase de aquel secretario de Educación de
Echeverría quien lamentó cómo "la televisión destruye por la tarde
lo que las escuelas construyen por la mañana"!)
Fue en los años 40 y ya con Gramsci muerto cuando el uso de los
medios de comunicación con fines propagandísticos se agudizó. En
Alemania, Italia y la URSS era imposible querer distraerse sin
toparse con mensajes políticos imbuidos en los guiones de una
película, un libro o una obra de teatro.
Uno de los primeros en utilizar abiertamente la estrategia
propagandística en Hollywood fue Charlie Chaplin con el Gran
Dictador, película que termina con un sermoneo antifascista
sútilmente condescendiente con el bigotón que habitaba el Kremlin.
Cuando estas teorías comenzaron a infiltrarse en Hollywood, se
desató lo que luego conoceríamos como "cacería de brujas" de
McCarthy, escándalo que ya hemos mencionado en otros artículos. Ante
esa reacción, los estudios optaron por maquillar el mensaje,
cambio que se dio no tanto por estar en desacuerdo con esa ideología
sino porque sus películas comenzaban a perder dinero con historias
que eran rechazadas por el espectador.
Durante las siguientes décadas
Hollywood mantuvo su postura "progre" pero la disfrazó con buenos
guiones e historias reflejadas en hechos históricos o mundos
alternos radiantes en imaginación. Así, Bonnie and Clyde de 1968,
estelarizada por Warren Beatty y Faye Dunaway, es una clara
referencia a la persecusión y muerte del Che Guevara, ocurrida un
año antes, algo que el mismo Beatty aceptó poco después del estreno.
La intelligentsia de Hollywood se
enorgullecia de enviar esos mensajes progre a un público que ni
siquiera lo sospechaba: se sabía sobradamente que los trajes de los
miembros del Imperio eran idénticos a los de las fuerzas de élite de
la SS. Años después Lucas reconoció que se había inspirado en el
Vietcong para crear a los ewoks (¿coincidencia con cierta palabrita
tan en boga hoy?), protagonistas en la película Retorno del Jedi,
de 1983.
El mensaje "entre líneas" de las producciones realizadas por
Hollywoo las décadas siguientes mantuvieron un equilibrio entre las
exigencias del público y las posturas que los guionistas deseaban
imbuir: "promueve lo que quieras, pero hazlo con un buen guión que
recaude dinero", era máxima. Hasta antes de los atentados del
2001, según refiere el experto en cine Juan Carlos Ortiz, "muchas películas con
mensaje claramente progresista, y que por tanto recaudaban poco,
eren financiadas con dinero de las megaproducciones, de ahí que,
por ejemplo, cintas dirigidas por cineastas progres como Spike Lee o
los hermanos Cohen, quienes nunca han
filmado una sola película autofinanciable, siguieran filmando
películas".
Gramsci ya era celebradísimo en las
universidades norteamericanas desde los años 70, en especial las
carreras de Filosofía y Sociología. Sin embargo sus ideas
comenzaron a infiltrarse en las carreras de Cinematografía,
Guionismo, Ciencias de la Comunicación y Artes Liberales. Gramsci
pasó de ser un teórico a alguien cuyas enseñanzas urgía poner en
práctica en una sociedad históricamente opresora (y la que más
entretenimiento produce en el planeta, vale recalcar) como la
norteamericana.
Lo que aceleró el gramscianismo en
Estados Unids fue, como pudiera suponerse, los atentados del 2001 en
el World Trade Center. La izquierda, experta en manipular para su
causa las desgracias o los acontecimientos importantes --su cancel
culture del #MeToo surgió tras conocerse las trapacerías sexuales de
Harvey Weinstein, connotado simpatizante demócrata-- concluyó que la
mejor manera de evitar la estigmatización de la población musulmana
como terrorista era "reeducar" a los norteamericanos: el
culpable de los atentados no era un tipo con un sucio turbante que
perdía el tiempo masturbándose con películas XXX sino los
norteamericanos mismos.
En la segunda década de este siglo, una nueva generación de
egresados de universidades progre invadieron la industria del
entretenimiento, desde los grande estudios hasta las principales
plataformas de búsqueda en la red. Junto con esa marabunta de wokes
se inifltraron millones de dólares de corporativos o fundaciones,
entre ellas Microsoft, Ford y McArthur.
La sutileza de los guiones cinematográficos se acabó: urgía promover
las políticas de identidad como parte esencial de la historia; se
mandó al carajo a la sutileza de películas como Titanic
(lucha de clases), Starship Troopers (el peligro de una
dictadura militar con pretexto de defender la libertad). Cualquier
producción que manejara los conceptos tradicionales sería acusada de
promover el odio y el racismo.
Lo que hemos estado viendo en Hollywood desde principios del
decenio pasado ya no es tanto propaganda izquierdista sino adoctrinamiento marxista,
esta vez basado no tanto en factores económicos --el villano-rico
el héroe-pobre-- sino en políticas de identidad
gay/no-binario/afroamericano-bueno, blanco heterosexual-malo-- a la
vez que se antepone todo este discurso al diseño de un buen guión.
Los ideólogos gramscistas encuentran válido "reescribir" y
"reintepretar" todo el bagaje cultural en el entendido que fue
creado a base de "despojos" por parte del poder establecido
porque, recordemos, toda esa obra fue creada para imponer la
ideología del opresor. La idea nunca ha sido "crear" sino
"reinterpretar", de ahí la exagerada y abusiva oleada de
remakes woke que
hemos visto en Hollywood. La ideología de Gramsci busca destruir
antes que construir.
La teoría de Gramsci para adoctrinar al ciudadano promedio,
ignorante y estúpido como para no saber lo que más le conviene en
la vida, es la responsable de que el remake de tu película favorita,
tu superhéroe de la infancia, hayan quedado arruinadas por
completo.
Gramsci es culpable de que franquicias exitosísimas como Star
Wars, Star Trek, el universo MCU y el Señor de los Anillos, se hayan
hundido, despreciadas por sus fans originales.
Sin embargo, esta teoría de Gramsci por promover ideología marxista
en los medios que comunicación para entretener y hacer que la gente se
olvide un rato de sus problemas cotidianos, ha fracasado
estrepitosamente cada vez que se le pone en práctica. Cientos de
miles de películas "con mensaje" fueron producidas durante la época
del comunismo soviético y ni una sola de ellas, quizá con excepción
de cineastas como Sergei Einsentein, son hoy mínimamente recordadas.
Y a Eisenstein se le recuerda más por sus colegas de otros países
que por los rusos mismos.
Al pueblo soviétivo se le obligaba a ver películas en las salas
donde, alguna vez lo dijo el Nóbel de Literatura
Alexandr
Solhyenitzin "era una deliciosa oportunidad para tomarse una
merecida siesta" mientras el hoy fallecido director Milos Forman
refirió que "las películas realizadas por los comunistas eran
increíblemente aburridas, especialmente las que hablaban sobre
músicos y compositores... ¡ninguno de ellos va a decir cosas
subversivas!"
El fenómeno lo estamos viendo hoy, y como su gurú Marx, la teoría de
Antonio Gramsci está fracasando miserablemente, sobre todo en
Estados Unidos donde, a diferencia de los regímenes comunistas o
fascistas, existe una amplia variedad de ofertas para distraerte y
emplear tu tiempo libre. Más aún y a diferencia de los años 40 o los
años 40, el poder adquisitivo de la gente, en especial las clases
medias que consumen masivamente lo que produce la industria del
entretenimiento, posee un poder adquisitivo bastante fuerte y acceso
al crédito: son ellos, y no el Estado, quien escoge lo que quiere
ver en una pantalla de cine y pagar por ello. En una sociedad
totalitaria consumes lo que el Estado te proporciona, y punto.
Gramsci advirtió que el mensaje inicialmente sería rechazado pero
que eventualmente, y ante el deterioro de su condición económica,
las masas terminarían por entender ese mensaje y asimilarlo.
El problema con todas estas teorías es que son diseñadas y creadas
por intelectuales y filósofos que están desconectados de la realidad
de millones de personas y se basan más en percepciones que en
realidades. Parece chascarrillo pero Marx, considerado un héroe de
la clase obrera, jamás puso un pie en uno de estos centros de
trabajo ni habló con miembro alguno de la clase obrera para escuchar
sus inquietudes.
Gramsci suponía que los dueños del poder económico, y por lo tanto
de los medios, difundirían mensajes que convinieran a sus intereses.
Sin embargo y en casi todos los países que producen entretenimiento,
éste suele asumir posturas consideradas "progres". Hasta hoy no se
han realizado series sobre Adam Smith, por ejemplo.
Antonio Gramsci está fracasando nuevamente pero sus ideas serás
exhumadas en el futuro como si fueran panacea universal. Al igual
que Carlitos el alemán, Gramsci seguirá siendo invocado aun luego de
mandar a Hollywood, a las principales televisoras y a los medios de
comunicación woke, a la quiebra absoluta.
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