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Y DEMÁS/Criminales de paz

A cinco años de la megapandemia ¿cuándo pagarán
los culpables?

Quizá fue el peor lustro que ha tenido el mundo en el siglo XIX, pero el manejo que se dio a la pandemia alcanzó un grado aberrante de politización que únicamente sirvió para agravar el manejo de la pandemia. Lo peor es que los principales implicados, empezando por el gobierno chino, siguen impunes. ¿Cuando se obligará a rendir cuentas al doctor Fauci, por ejemplo?

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MARZO, 2025. Fue precisamente el 23 de marzo del 2020 cuando las notas en México no se enfocaron tanto en el aniversario luctuoso de Luis Donaldo Colosio sino una alerta emitida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) la cual oficialmente daba por iniciada una de las ofensivas más grandes de la historia en contra de la libertad individual pues afectó a prácticamente toda la población del planeta.

Igualmente, a la distancia vemos cómo nuestra libertad de pensamiento ha sido restringida de manera que asombraría a Hitler o a Stalin, quienes solían suprimir a la disidencia con la cárcel o la tortura física y cómo, en este siglo XXI, esos métodos ya no son necesarios: durante la pandemia el poder político nos mantuvo encerrados a todos en casa y si bien existieron las redes sociales como principal medio de comunicación, tanto éstas como los medios electrónicos e impresos quedaron sujetos a una censura insólita en los llamados países democráticos, pertenecientes al bloque occidental.

Como refirió recientemente el analista británico Frank Furedi de la revista electrónica Spiked¡, "a lo largo de la pandemia, nuestros países experimentaron una probada de lo que es una sociedad comunista donde únicamente cuenta la versión oficial, donde el Estado es el que decide si puedes abandonar tu casa o si debes permanecer en ella, que se abroga el derecho a arrestarte si sales a la calle pese a la existencia de una ley vigente e irrevocable que permite el libre tránsito, una sociedad donde los policías pasan a ser militares y donde tu vecino pasa a ser un potencial delator porque te negabas a acatar medidas que considerabas un abuso de la autoridad".

Y como si la novela 1984 de George Orwell hubiera servido de inspiración, esa "versión oficial", que se supone era absoluta e inalterable, era modificada diariamente por los "expertos" designados por el Estado y quienes, con la OMS al frente, llegaron a tener poderes extraterritoriales. Si el lunes la orden era utilizar el tapabocas únicamente en sitios cerrados, el martes se ordenaba traerlo puesto todo el tiempo aunque no hubiera nadie alrededor; el miércoles la consigna era determinar que su uso era voluntario, el jueves se nos informaba que el uso del tapabocas era obligatorio, el viernes los "expertos" sospechaban que el Covid se había fugado de un laboratorio, el sábado nos salían con que insinuar esa mera posibilidad era difundir "notas falsas", el domingo nos remachaban que la única manera de referirse al virus era "coronavirus" y al siguiente lunes nos advertían que el único término en que deberíamos referirnos al virus era "Covid-19".

Furedi se refiere a este fenómeno como la "dictadura del relativismo" la cual, apunta
"contaminó el área de la medicina donde se supone un diagnóstico debe ser emitido con rigorismo, todo ello con fines políticos" y por ello advierte que "no debemos pensar que todo lo hacían por despistados, tontos o ignorantes. Existía una clara consigna para emplear la pandemia como pretexto para destruir no solo nuestra libertad sino nuestros valores morales, religiosos y sociales".

La censura que se aplicó en los años del Covid evidencian cómo el llamado "mundo libre" puede dejar de serlo si se emplean los pretextos idóneos para ello: Hasta los años 90 Gran Bretaña, el país que nos trajo a los irreverentes Monthy Python y al políticamente incorrectísimo Benny Hill, había gozado uno de los niveles más altos en su libertad de expresión. Sin embargo una ama de casa en Gales fue arrestada por escribir en las redes sociales que la pandemia "era un castigo divino"; se le acusó de promover el "discurso de odio"  pues , alegó un juez, "usted está insinuando que la población en China debe ser castigada por su mero origen étnico".

Peor le fue a Canadá, país que incluso llegó a jactarse de tener más libertad de expresión que su vecino del sur: las draconianas medidas que obligaban a los camioneros a utilizar tapabocas pese a que por horas viajaban en carretera sin una sola alma alrededor, estos bloquearon la casa de gobierno en Ottawa denunciando a Justin Trudeau por tomar medidas anticonstitucionales. Éste ordenó a los bancos congelar las cuentas de los líderes del movimiento, entre ellos de Scotiabank que, como institución ultrawoke, obedeció sin chistar.

Ese es otro punto vergonzoso que nos dejó la pandemia, según Furedi: "La colusión entre el Estado y el gran poder económico para suprimir nuestras libertades es otro hecho insólito en la historia. El Estado era el que determinaba cuáles empresas podrían abrir y cuáles no y los buscadores web, todos ellos privados, acataron sin chistar esta aberrante censura (...) las sospechas de que Wal-Mart, facebook, Google o Amazon no eran precisamente aliados de la libertad quedaron totalmente confirmadas". Ese hecho refrendaba lo que escribió la ensayista libertaria Ayn Rand en la década de los 50: "Es ilusorio concluir que las empresas privadas defenderán la libertad conforme vayan creciendo en tamaño e influencia".

¿Por qué no se ha castigado a los culpables?

Se estima que el número de personas arrestadas por oponerse al discurso en torno al Covid es de unas 5 mil alrededor del mundo, ya sea por publicar tuits que se oponían a esa narrativa, se rehusaron utilizar mascarillas o a ser vacunados (aquí conviene reconocerle algo al gobierno lopezobradorista que se apegó a la Constitución y dejó la vacunación como voluntaria, aunque sus dependencias públicas y hospitales hicieron
obligatorio el uso de mascarillas para poder ingresar).

Para el efecto, la OMS y los grupos de poder impusieron el término "nueva normalidad" que Orwell bien pudo haber incluido en sus novelas 1984 o Animal Farm. La "nueva normalidad" exigía plegarse a lo que determinaran los "expertos" como el doctor Anthony Fauci, aun si se tratara de incoherencias o contradicciones, la élite política y los dueños de las redes sociales. Quien alegara o publicara cosas como, por ejemplo, su derecho constitucional a negarse a recibir la vacuna, rápidamente era reprimido e incluso se le encerraba en prisión. Quien cuestionara la "nueva normalidad" pasaba a ser un disidente y, por tanto, había que perseguirlo, combatirlo y aplastarlo.

Violar la "nueva normalidad" incluía el concluir o inferir que el coronavirus se había fugado del laboratorio de virología en Wuhan, China. "No y no", decían los "expertos": el bicho surgió espontáneamente, se nos dijo, primero, por los excrementos de murciélagos, que aparentemente son un codiciado manejar en Wuhan... pero resulta que en el área no hay murciélagos.

Y, por supuesto, que a nadie se le ocurriera culpar al gobierno chino, el que administraba el laboratorio. Por lo menos una docena de investigadores que trabajaban ahí "desaparecieron" poco después de haber posteado sospechas de incompetencia e, incluso, denunciado injerencia de los burócratas chinos tras la fuga del virus, entre ellas la investigadora Shi Zhang Li, conocida como la "batichica de China" quien se "esfumó" al poco tiempo que el virus comenzó a diseminarse por el mundo.

La doctora Shi --en China el apellido va antes que el nombre-- fue de las primeras en señalar que la carne contaminada de perros, monos y conejos sacrificados en el laboratorio era sacada ilegalmente y vendida en los mercados de Wuhan. Su pagina web y ella misma desaparecieron a las pocas horas y hasta hoy se desconoce su paradero.

Lo que también desapareció del mapa fueron los mercados de Wuhan donde se vendía la carne de los animales aparentemente contaminados; todos fueron cerrados ipso facto y no se permitió investigación alguna al respecto.

Curioso: si en esos mercados se encontraba el origen del Covid ¿por que se destruyó la evidencia? "Era el equivalente a que Alexander Fleming pateara el caldo de cultivo que lo llevó a descubrir la penicilina", escribió al respecto Fletch Daniels, de la página americanthinker.com.

Asimismo, Huang Yanling, llamado el "paciente cero" por ser la primera persona infectada con Covid, se "desvaneció" y se desconoce qué estudios le estuvieron aplicando. Igual sucedió con dos periodistas chinos que buscaban encontrar "la verdad" de lo ocurrido.

Hasta el momento a la ONU no se le ha ocurrido exigir explicaciones al gobierno chino ni se le ha aplicado sanción económica alguna. Los "expertos" de la OMS visitaron el laboratorio y no encontraron absolutamente nada de criticable ni indicios que hubieran propiciado una fuga.

Según Furedi, de la revista Spiked¡, "a los representantes de la OMS, luego de tratarlos
magníficamente, de hospedarlos en hoteles cinco estrellas y de ofrecerles los mejores platillos, se les conminó a 'dar una buena opinión' del laboratorio tras su visita y se les advirtió que 'estaremos pendientes de toda declaración que hagan ustedes al salir de China'. En otras palabras, se compró su silencio y se les amenazó con represalias si expresaban cualquier cosa que incomodara al gobierno chino". Uno de esos enviados, nacido en Dinamarca, denunció que el gobierno chino "nos prohibió dirigir la palabra al personal del laboratorio, en todo momento el recorrido fue guiado y jamás nos permitieron visitar áreas no incluidas en el itinerario". Previsiblemente, ese enviado de la OMS fue silenciosamente destituido a las pocas semanas.

La mayoría de los políticos cedieron a la presión de la "narrativa", entre ellos el ex primer ministro británico Boris Johnson, quien primero dijo que se aplicarían las "medidas elementales" contra el virus, "ya sean la sana distancia, evitar
aglomeraciones y lavarse las manos con jabón al llegar a casa", pero a los pocos días Johnson decretó el "confinamiento" y anunció la suspensión de las garantías individuales en Gran Bretaña, algo que no sucedía desde 1940, por lo cual toda persona que saliera de su domicilio "sin justificación ni razón convicente" sería "amonestada y llevada a casa" y arrestada por 48 horas si reincidía. Sin embargo y como apunta Furedi, "los casos de Covid en el páís, que y estaban experimentando una baja, se dispararon en los días posteriores del decreto de Johnson, un miembro del Partido Conservador que traicionó sus propios principios hacia los abusos del Estado".

Entre los pocos países que mantuvieron la "sana distancia" estaban Suecia y Taiwán. En  el primero se mantuvo la "sana distancia", los establecimientos comerciales permanecieron abiertos --única obligación inapelable: colocar "semáforos" a la entrada que detectaban la temperatura corporal de los clientes-- se prohibieron conciertos y obras de teatro pero la gente siguió haciendo su vida cotidiana con la recomendación habitual: uso obligatorio de mascarillas en lugares con aglomeraciones y lavarse bien las manos varias veces al día.

Taiwán cerró sus fronteras por dos semanas con lo que, dijo luego un funcionario, "se contagió quien lamentablemente debía contagiarse", y cuando el virus quedó inoculado en la población procurando que no se activara, los taiwaneses comenzaron a desarrollar anticuerpos. Ese país fue de los primeros en abandonar la emergencia, si bien el ingreso se convirtió en un trámite engorroso y molesto en los días posteriores. Por su parte, Suecia pasó a la alerta ámbar mucho antes que España, Gran Bretaña e Italia, que habían ordenado el confinamiento total.

Dado que Taiwán no es reconocido por la OMS, éste aplicó su estrategia coordinada con verdaderos especialistas en virología en vez de activistas políticos como el doctor Fauci. Y algo similar ocurrió en Estados Unidos: mientras estados como Nueva York y California donde los casos de Covid se dispararon, Texas y Florida tomaron medidas duras pero mucho más efectivas.

A cinco años, la mayoría de los responsables de que la pandemia se agravara y se usara como excusa para limitar nuestras libertades siguen libres y burlándose de nosotros, ya sean el "presidente" chino Xi Jinping, el titular de la OMS, un tal Tedros Adhanom Ghebreyesus, quien anteriormente había sido alto dirigente del partido comunista en Etiopía, el doctor Fauci, "perdonado" por Joe Biden, el mismo Biden, el ex gobernador de Nueva York Andrew Cuomo quien increíblemente busca ser el próximo alcalde de la urbe pese a que sus órdenes de confinamiento costaron la vida a por lo menos 3 mil adultos mayores.

Mientras a estos personajes no les sean fincados cargos penales o pisen la cárcel, el Covid quedará como herida abierta.

 

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