Otros textos de Y Demás
"La poca madre de Colin Kaepernick
¿Será que el mundo nunca renunció a Rick
Astley?
Jesse Owens y Berlín 1936: lo que realmente
ocurrió
The Traveling Wilburys, un supergrupo de
megaleyendas
Cómo el feminismo woke está matando al
deporte femenil
Cómo Thomas Dolby nos encandiló con un solo
hit (y un solo ringtone)
Archivo
|
|
Y DEMÁS/Estupidez progre
El Tonto del Año y su
cafetería "anticapitalista"
Un sujeto inflado de
idealismo woke abrió en Toronto una cafetería anticapitalista
que, prometió, "hará subir la presión arterial a los conservadores".
Sin embargo y un año después, la cafetería se vio obligada a cerrar,
algo que el propietario llamó "un gran éxito en todos
sentidos"...excepto, como se ve, en tomar decisiones inteligentes
Versión impresión
MAYO, 2023. En su afamado libro
Rebelarse Vende, Andrew Potter y Joseph Heath establecen que la
contracultura "es un negocio que beneficia directamente a los
intereses del capitalismo". Sin embargo desde que fue publicado el
libro muchos conceptos en el mundo han sufrido drásticos cambios, la
mayoría de las veces encontrados y contrarios.
En primer término, lo que Potter y Heath definían como contracultura
ha pasado a ser lo que llamamos mainstream, es decir,
la cultura imperante y lo que antes era el concepto generalizado de
cultura ha sido borrado mediante la "cancelación". Lo que
nadie intuyó es que lo que conocíamos como contracultura es una
amalagama de incongruencias, contradicciones y tácticas oportunistas
y sí, muchas de las veces otorgan pase de entrada a psicópatas o a
personas que sufren serios desequilibrios mentales.
Rebelarse Vende sí advirtió claramente de este hecho: "todo aquello
que se considera 'trasgresor' pasa a ser automáticamente parte de la
contracultura. El peligro es que ser 'trasgresor' no
necesariamente implica una rebelión contra el sistema sino un desorden mental, como
ocurrió con Charles Manson y Jim Jones. La contracultura atrae a
los desequilibrados mentales como la miel a las moscas".
ESCUCHE
AQUI
NUESTROS PODCASTS FASENLINEA
Dado que no tenemos prueba alguna de ello, sería
arriesgado decir que nuestro Tonto del Año, llamado Gabriel Simms-Fewer,
sufre de problemas mentales, pero sí estamos seguros que padece de
ese engendro llamado wokeísmo, un mal inoculado en las universidades
británicas, australianas, norteamericanas y, claro, canadienses,
donde a este sujeto le vieron la cara de tontazo retacándosela de
teorías disparatadas, absurdas y suicidas que nada tienen en común
con el mundo real de los negocios.
Pongamos el asunto en antecedentes: en marzo del 2022, Simms-Fewer,
hijo de una pareja de catedráticos de clase media-alta de Vancouver,
abrió lo que llamó "un modelo de negocio anticapitalista" al
que puso el nombre de The Anarchist. Sims-Fewer escribió, embriagado
de gozo socialista y seguramente tarareando La Internacional, que
ese concepto "hará subir la presión arterial a los conservadores".
El pretender prosperar en el mundo de los negocios
con una propuesta que al mismo tiempo sea "anticapitalista" es un
claro oxymoron, o contradicción en términos, igual a buscar fortuna
vendiendo tablas de surf en Siberia. Pero esa es la menor de las
tonterías en el caso de esta "cafetería anarquista" en Toronto.
Y entre ( ), llama la atención que todos los medios progre
consultados que
cubrieron la nota tradujeron, sin excepción, el nombre del local como
"El Anarquista". ¿No están acaso excluyendo a los demás géneros
dando a entender que solamente hay anarquistas hombres, por qué no
traducirlo como "Anarquistx" o "Le Anarquiste"? Hipócritas e
incongruentes a más no poder, como se ve.
Simms-Fewer acondicionó el local con carteles woke que denunciaban
el patriarcado, que anteponen a las personas sobre el dinero y, por
supuestísimo del Ché Guevara, ese revolucionario que llamó "especie"
a los negros y les censuró que "no fueran adeptos al baño diario".
Igualmente Simms-Fewer llenó los estantes con libros cliché de la
izquierda como Los Condenados de la Tierra de Franz Fannon y todo el
manual de masoquismo representado en la obra del lingüista Noam
Chomsky, sin faltar el mamotreto que ningún marxista ha leído,
titulado El Capital de Marx.
Y con el fin de darle una estocada mortal al capitalismo, Simms-Fewer
determinó que parte del menú sería pagado "de acuerdo al criterio
del cliente" y que si éste no quería pagar nada por el consumo "estará en
libertad de hacerlo". Asimismo y como abierta denuncia contra "el
privilegio blanco" representado en el principio de autoridad, el
dueño de The Anarchist prohibió la entrada al establecimiento de
miembros de las fuerzas armadas canadienses y a todo elemento
policiaco, aun si se tratara de elementos de origen afroamericano.
Sin embargo, ese "toma lo que quieras-paga lo que puedas" era
claramente excluyente pues algunos elementos del menú tenían un
precio fijo, en especial los alimentos y las bebidas más caras.
Da pena externa sumergirse en la mentalidad woke, llena de
incongruencias y cubierto de realidad artificial. Si usted es comerciante y
en vez de fijar un precio a un artículo lo deja a criterio del comprador,
téngalo por seguro que éste va a tratar de pagar lo menos posible, aun si
ese cliente es el mismísimo Elon Musk. La "solidaridad entre
iguales" no se da al momento que tenemos frente a nosotros la
oportunidad de ahorrar dinero determinando el costo por nuestra cuenta o, en el mejor
de los casos, utilizar el regateo...y el regateo es una negociación
donde el objetivo es que el cliente se beneficie con una rebaja en
el precio fijado previamente.
Más aún, y obsesionado con la igualdad, Simms-Fewer eliminó
jerarquías en el negocio, esto es, no habría jefes ni empleados y
todos serían iguales, cuando de antemano el inversionista y el que
pone el dinero automáticamente asume un rango de autoridad frente a
sus empleados y lo ejerce... a menos que se trate de un pendejo
antológico, como seguramente queda de manifiesto con el dueño de The
Anarchist, un pendejo por doble cuenta al tragarse las fantasías
woke que le adoctrinaron en las aulas escolares.
¿Qué podía fallar entonces ante una cafetería que decidía quién
podía entrar y quién no, un safe space donde los progres que gustan
del café pudieran disfrutarlo sin temor a que de repente entrara un
redneck racista simpatizante de Trump, o cualquier otro tipo
de uniformado?
Si nuestro Tonto de la Década se hubiera molestado en estudiar las
costumbres de los policías a los que tanto detesta, habría
descubierto que éstos gustan de tomar café --de hecho mucho café-- y
degustar bollos o bagels muy temprano por las mañanas o durante
las noches para mantenerse alertas. De esta manera y de la forma más
estúpidamente concebible, Simms-Fewer cerró las puertas a un nicho
de clientes vital para una cafetería, el equivalente a prohibir la
entrada a un gimnasio a los clientes fortachones y musculosos.
Por supuesto que un disparate así tendría que irse
irremediablemente a la quiebra: un establecimiento comercial
selectivo con su clientela --un proceso de selección, por cierto,
idéntico al que los nazis realizaban con los clientes potenciales
que tuvieran "finta"de no ser arios--que busca imponer un punto de
vista sobre los clientes en busca de un buen café y a quienes
importa un carajo quiénes fueron Trostky o Patricio Lumumba.
Y sobre todo (a lo que los ideológos wokes, que se la dan de muy
inteligentes, no muestran la mínima capacidad de entender) la gente
que asiste regularmente a las cafeterías lo hace no solo para
platicar sino para aislarse del mundo que le rodea.
Las capitales más importantes del mundo, desde Roma hasta Londres,
están inundadas de porquería woke, la cual es escupida en sus
escuelas, en sus medios de comunicación, en sus diversiones, en las
producciones de Hollywood y ahora hasta en los jardines de niños. ¿A
quién le quedan ganas de irse a tomar un cafecito en un sitio donde
esa basura woke es aun más radical?
Hay un principio básico, (bueno, dos) para que tu negocio sea
exitoso: 1) dale al cliente lo que pide y 2) ningún cliente
potencial que esté interesado en tu producto te será una
persona desagradable. Asimismo, y algo que explica el fracaso de
estos "negocios revolucionarios" es que la ideología de sus dueños
se contrapone a un principio que rige el espíritu empresarial: la
innovación, es decir, no casarse con dogmas obsoletos, y el mérito
como forma de ir mejorando el producto que ofreces en el mercado;
esto hará prosperar a tu negocio.
Simms-Fewer escribió posteriormente cómo
“The Anarchist ha sido un gran éxito en todos los sentidos. Me ha
dado tanta inspiración y educación que planeo utilizarla en
proyectos futuros. ¡Estén atentos a la página de Instagram para ver
qué termino haciendo!"
No parece ser un "gran éxito en todos los sentidos" que te veas
obligado a cerrar un
negocio en el que tenías depositadas tantas esperanzas. Es
normal fracasar en el mundo de los negocios, y de hecho se le
considera parte clave para aprender de tus errores y
depurarlos para tu siguiente aventura. Pero dado que nuestro Tonto
del Año culpa del fracaso a los "supremacistas blancos" y a la
"campaña de desprestigio" orquestada por los conservadores, la posibilidad
de que Simms-Fewer repita la misma
fórmula en su siguiente aventura es más que alta, y el resultado
será idéntico. Los progres están convencidos de que es la sociedad,
no ellos, la que está mal y por tanto su cruzada es forzar a esa
sociedad descarriada a que acepte sin chistar su ideología y sus
puntos de vista. Nunca lo conseguirán, por cierto.
Como sea, es un gusto que esta "cafetería prorge" haya fracasado.
El libre mercado no siempre detecta la venta y la promoción del mal
gusto pero siempre, invariablemente, detecta la ventay promoción
de la estupidez, de ahí que el libre mercado es el elmento que
terminará por derrotar y enterrar a la necedad de los wokes.
Su propuesta, simplemente, no vende.
Textos relacionados
La hipocresía cada vez más aberrante del
capitalismo woke [Julio, 2021]
¿Desea opinar sobre este
texto?
oscar_maderecho@gmail.com
ofmart@hotmail.com
0 opiniones
© copyright, Derechos Reservados, 2021 |