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El Tonto del Año y su cafetería "anticapitalista"

Un sujeto inflado de idealismo woke abrió en Toronto una cafetería anticapitalista que, prometió, "hará subir la presión arterial a los conservadores". Sin embargo y un año después, la cafetería se vio obligada a cerrar, algo que el propietario llamó "un gran éxito en todos sentidos"...excepto, como se ve, en tomar decisiones inteligentes

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MAYO, 2023. En su afamado libro Rebelarse Vende, Andrew Potter y Joseph Heath establecen que la contracultura "es un negocio que beneficia directamente a los intereses del capitalismo". Sin embargo desde que fue publicado el libro muchos conceptos en el mundo han sufrido drásticos cambios, la mayoría de las veces encontrados y contrarios.

En primer término, lo que Potter y Heath definían como contracultura ha pasado a ser lo que llamamos mainstream, es decir, la cultura imperante y lo que antes era el concepto generalizado de cultura ha sido borrado mediante la "cancelación". Lo que nadie intuyó es que lo que conocíamos como contracultura es una amalagama de incongruencias, contradicciones y tácticas oportunistas y sí, muchas de las veces otorgan pase de entrada a psicópatas o a personas que sufren serios desequilibrios mentales.

Rebelarse Vende sí advirtió claramente de este hecho: "todo aquello que se considera 'trasgresor' pasa a ser automáticamente parte de la contracultura. El peligro es que ser 'trasgresor' no necesariamente implica una rebelión contra el sistema sino un desorden mental, como ocurrió con Charles Manson y Jim Jones. La contracultura atrae a los desequilibrados mentales como la miel a las moscas".

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Dado que no tenemos prueba alguna de ello, sería arriesgado decir que nuestro Tonto del Año, llamado Gabriel Simms-Fewer, sufre de problemas mentales, pero sí estamos seguros que padece de ese engendro llamado wokeísmo, un mal inoculado en las universidades británicas, australianas, norteamericanas y, claro, canadienses, donde a este sujeto le vieron la cara de tontazo retacándosela de teorías disparatadas, absurdas y suicidas que nada tienen en común con el mundo real de los negocios.

Pongamos el asunto en antecedentes: en marzo del 2022, Simms-Fewer, hijo de una pareja de catedráticos de clase media-alta de Vancouver, abrió lo que llamó "un modelo de negocio anticapitalista" al que puso el nombre de The Anarchist. Sims-Fewer escribió, embriagado de gozo socialista y seguramente tarareando La Internacional, que ese concepto "hará subir la presión arterial a los conservadores".

 

El pretender prosperar en el mundo de los negocios con una propuesta que al mismo tiempo sea "anticapitalista" es un claro oxymoron, o contradicción en términos, igual a buscar fortuna vendiendo tablas de surf en Siberia. Pero esa es la menor de las tonterías en el caso de esta "cafetería anarquista" en Toronto.

Y entre ( ), llama la atención que todos los medios progre consultados que cubrieron la nota tradujeron, sin excepción, el nombre del local como "El Anarquista". ¿No están acaso excluyendo a los demás géneros dando a entender que solamente hay anarquistas hombres, por qué no traducirlo como "Anarquistx" o "Le Anarquiste"? Hipócritas e incongruentes a más no poder, como se ve.

Simms-Fewer acondicionó el local con carteles woke que denunciaban el patriarcado, que anteponen a las personas sobre el dinero y, por supuestísimo del Ché Guevara, ese revolucionario que llamó "especie" a los negros y les censuró que "no fueran adeptos al baño diario". Igualmente Simms-Fewer llenó los estantes con libros cliché de la izquierda como Los Condenados de la Tierra de Franz Fannon y todo el manual de masoquismo representado en la obra del lingüista Noam Chomsky, sin faltar el mamotreto que ningún marxista ha leído, titulado El Capital de Marx.

Y con el fin de darle una estocada mortal al capitalismo, Simms-Fewer determinó que parte del menú sería pagado "de acuerdo al criterio del cliente" y que si éste no quería pagar nada por el consumo "estará en libertad de hacerlo". Asimismo y como abierta denuncia contra "el privilegio blanco" representado en el principio de autoridad, el dueño de The Anarchist prohibió la entrada al establecimiento de miembros de las fuerzas armadas canadienses y a todo elemento policiaco, aun si se tratara de elementos de origen afroamericano.

Sin embargo, ese "toma lo que quieras-paga lo que puedas" era claramente excluyente pues algunos elementos del menú tenían un precio fijo, en especial los alimentos y las bebidas más caras.

Da pena externa sumergirse en la mentalidad woke, llena de incongruencias y cubierto de realidad artificial. Si usted es comerciante y en vez de fijar un precio a un artículo lo deja a criterio del comprador, téngalo por seguro que éste va a tratar de pagar lo menos posible, aun si ese cliente es el mismísimo Elon Musk. La "solidaridad entre iguales" no se da al momento que tenemos frente a nosotros la oportunidad de ahorrar dinero determinando el costo por nuestra cuenta o, en el mejor de los casos, utilizar el regateo...y el regateo es una negociación donde el objetivo es que el cliente se beneficie con una rebaja en el precio fijado previamente.

Más aún, y obsesionado con la igualdad, Simms-Fewer eliminó jerarquías en el negocio, esto es, no habría jefes ni empleados y todos serían iguales, cuando de antemano el inversionista y el que pone el dinero automáticamente asume un rango de autoridad frente a sus empleados y lo ejerce... a menos que se trate de un pendejo antológico, como seguramente queda de manifiesto con el dueño de The Anarchist, un pendejo por doble cuenta al tragarse las fantasías woke que le adoctrinaron en las aulas escolares.

¿Qué podía fallar entonces ante una cafetería que decidía quién podía entrar y quién no, un safe space donde los progres que gustan del café pudieran disfrutarlo sin temor a que de repente entrara un redneck racista simpatizante de Trump, o cualquier otro tipo de uniformado?

Si nuestro Tonto de la Década se hubiera molestado en estudiar las costumbres de los policías a los que tanto detesta, habría descubierto que éstos gustan de tomar café --de hecho mucho café-- y degustar bollos o bagels muy temprano por las mañanas o durante las noches para mantenerse alertas. De esta manera y de la forma más estúpidamente concebible, Simms-Fewer cerró las puertas a un nicho de clientes vital para una cafetería, el equivalente a prohibir la entrada a un gimnasio a los clientes fortachones y musculosos.

Por supuesto que un disparate así tendría que irse irremediablemente a la quiebra: un establecimiento comercial selectivo con su clientela --un proceso de selección, por cierto, idéntico al que los nazis realizaban con los clientes potenciales que tuvieran "finta"de no ser arios--que busca imponer un punto de vista sobre los clientes en busca de un buen café y a quienes importa un carajo quiénes fueron Trostky o Patricio Lumumba.

Y sobre todo (a lo que los ideológos wokes, que se la dan de muy inteligentes, no muestran la mínima capacidad de entender) la gente que asiste regularmente a las cafeterías lo hace no solo para platicar sino para aislarse del mundo que le rodea.

Las capitales más importantes del mundo, desde Roma hasta Londres, están inundadas de porquería woke, la cual es escupida en sus escuelas, en sus medios de comunicación, en sus diversiones, en las producciones de Hollywood y ahora hasta en los jardines de niños. ¿A quién le quedan ganas de irse a tomar un cafecito en un sitio donde esa basura woke es aun más radical?

Hay un principio básico, (bueno, dos) para que tu negocio sea exitoso: 1) dale al cliente lo que pide y 2) ningún cliente potencial que esté  interesado en tu producto te será una persona desagradable. Asimismo, y algo que explica el fracaso de estos "negocios revolucionarios" es que la ideología de sus dueños se contrapone a un principio que rige el espíritu empresarial: la innovación, es decir, no casarse con dogmas obsoletos, y el mérito como forma de ir mejorando el producto que ofreces en el mercado; esto hará prosperar a tu negocio.

Simms-Fewer escribió posteriormente cómo “The Anarchist ha sido un gran éxito en todos los sentidos. Me ha dado tanta inspiración y educación que planeo utilizarla en proyectos futuros. ¡Estén atentos a la página de Instagram para ver qué termino haciendo!"

No parece ser un "gran éxito en todos los sentidos" que te veas obligado a cerrar un negocio en el que tenías depositadas tantas esperanzas. Es normal fracasar en el mundo de los negocios, y de hecho se le considera parte clave para aprender de tus errores y depurarlos para tu siguiente aventura. Pero dado que nuestro Tonto del Año culpa del fracaso a los "supremacistas blancos" y a la "campaña de desprestigio" orquestada por los conservadores,  la posibilidad de que Simms-Fewer repita la misma fórmula en su siguiente aventura es más que alta, y el resultado será idéntico. Los progres están convencidos de que es la sociedad, no ellos, la que está mal y por tanto su cruzada es forzar a esa sociedad descarriada a que acepte sin chistar su ideología y sus puntos de vista. Nunca lo conseguirán, por cierto.

Como sea, es un gusto que esta "cafetería prorge" haya fracasado. El libre mercado no siempre detecta la venta y la promoción del mal gusto pero siempre, invariablemente, detecta la ventay promoción de la estupidez, de ahí que el libre mercado es el elmento que terminará por derrotar y enterrar a la necedad de los wokes. Su propuesta, simplemente, no vende.

 

 

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