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1941, más cara que la misma Segunda Guerra...

El porqué Steven Spielberg se hizo serio podríamos tenerlo en esta comedia de costo exortbitante y taquilla bastante baja. A más de tres décadas de su estreno le damos un repaso y concluimos que ha habido cosas mucho más reprobables del director de Indiana Jones. Réntela cuando se sienta simple

1941 DVD Edition
John Belushi, Robert Stack, Tom Skerrit, Dan Aykroyd, Christopher Lee
Dirigida por Steven Spielberg
Paramount Video/1979


JULIO, 2013. Si el lector se pregunta porqué no han abundado las comedias en la filmografía de Steven Spielberg, la respuesta podríamos encontrarla en esta película, una de las más caras de la historia y de la que se dice fue más costosa que la misma guerra. La experiencia fue tan onerosa que los estudios perdieron dinero, en primer lugar porque el casting era de primera y en segunda porque había excesos por todos lados que terminaron abrumando al espectador.

Con un par de importantes éxitos que habían modificado el rostro del cine norteamericano (Jaws y Encuentros Cercanos del Tecer Tipo) y a un par de años de otro que terminaría por consagrarlo (E.T.), Spielberg mezcló dos géneros de comedia cuyas muestras claras las tenemos con El Mundo Está Loco Loco Loco Loco (1963), con una catarata de figuras, así como las cintas de la serie Airplane!, más conocidas como ¿Y dónde está el Piloto? Imaginemos el poder de convocatoria que Spielberg ya poseía en esos años. En 1941 aparecen el legendario Robert Stack --Elliott Ness de la serie televisiva Los Intocables-- John Belushi, salido del Saturday Night Live y uno de los mejores cómicos de su generación, el también malogrado John Candy, los no menos legendarios Toshiro Mifune y Christopher Lee, un graciosísimo Ned Beatty, el futuro ghostbuster Dan Aykroyd, eso sin contar por lo menos medio centenar de extras, sets donde se trabajaba simultáneamente. efectos especiales, gags en cadena... un exceso, sin duda.

Para llenar una cinta de casi tres horas se requieren varios argumentos que al final terminan hilándose y ésa es precisamente la fórmula que tenemos aquí. Todo empieza con una burla a la escena inicial de Tiburón cuando una chica entra desnuda a una playa del sur de California y se repente siente que se aproxima algo, que no es un escualo, sino el periscopio de un barco japonés. Cuando un marino nipón abre la escotilla y ve a la chica en lo alto suelta el grito, contento de haber llegado a Hollywood. Son los días posteriores al ataque a Pearl Harbor, cuando el Mikado envió a un submarino que proporcione información que permita localizar y destruir la sede del cine norteamericano. Por otro lado un piloto que ha sido dado de baja por borrachín busca reivindicarse, seguro que se planea una invasión japonesa a Estados Unidos, un general al que interrumpen mientras veía Dumbo en el cine para avisarle sobre la presencia sospechosa de un submarino, su preciosa secretaria, otra chica a la que no dejan verse con un pachuco y que es pretendida por un sargento cuya sangre pesa toneladas mientras el padre de ella vive en la costa y detecta una sombra extraña enmedio del mar.

Mucha de la acción ocurre en el aire, y no precisamente bélica. 1941 es el producto de un Spielberg que veía en el entretenimiento puro la mejor manera de sacar adelante a la industria, y una señal de optimismo. El problema con la película es que nos quiere forzar a reír y no lo logra como quisiera. Spielberg recurre a los excesos, al doble gag (una escena transcurre y al fondo se ve otra más) y a un guión que termina por desbarrancarse cuando aún falta rato para el final. De hecho el mismo director reconoce ello en sus comentarios incluidos en este DVD; acepta que el público europeo aplaudió más esta cinta aunque en Estados Unidos, que vio un ataque a su territorio continental durante la segunda guerra como algo posible, pero poco probable, la cinta se hundió en taquillas.

Como en otras películas, tenemos aquí escenas editadas, una de ellas de claro mal gusto (Belushi se ve orinando) y claramente prescindibles. Con todo, en este año que se cumplen tres décadas de su estreno, 1941 queda como muestra del cine del Spielberg más joven, a unos años de ET, su obra maestra. No la recomendamos abiertamente, pero como nostalgia vale la renta.

Como México hay otro pasando el río...

Un Día sin Mexicanos
Eduardo Palomo, Caroline Aaron, Tony Abatemarco
Dirigida por Sergio Arau 
Universal/2004

Bajo la Misma Luna
Kate del Castillo, Adrián Alonso, Carmen Salinas, Eugenio Derbez, María Rojo
Dirigida por Patricia Riggen
Fox/2008


JUNIO, 2009. Hay fronteras mucho más conflictivas, como la de las dos Coreas, y ni hablar del Medio Oriente. Pero una bastante peculiar es la de México y Estados Unidos, un país desarrollado que comparte 3 mil kilómetros con otro mucho más pobre. La cobertura más reciente de la problema se ha centrado en la violencia en Ciudad Juárez, pero también encontramos historias filmadas al otro lado, un sueño americano que siempre ha sido visto por ambigüedad, y en ocasiones hasta con mala leche, por el cine mexicano.

Tenemos aquí dos películas que lograron entrar a las salas norteamericanas (otro caso es el de Rudo y Cursi), con subtítulos y aun dobladas al inglés. Desde hace rato ambas se pueden conseguir en DVD por lo que decidimos ponerlas en la repisa del reproductor a ver qué pasa. Revisemos el diagnóstico.

De acuerdo a la historia, Un Día sin Mexicanos surgió de una idea de la esposa de Sergio Arau, quien a mitad de los ochenta era integrante de Botellita de Jerez, un grupo que interpretaba lo que ellos denominaban guacarrock. Para abrir fuego, es un guión malito que empieza cuando una nave de otro planeta llega al área de Los Ángeles lo que trae consigo la desaparición de todos los trabajadores mexicanos, ilegales o no, que viven en California. Todos, menos una muchacha, quien constata lo importante que es la mano de obra proveniente del sur; sin ella la basura comienza a acumularse en las calles, la fruta se pudre en los fields pues nadie quiere recolectarla con salarios tan bajos (desde el punto de vista gringo, claro), los baños públicos se convierten en un asco pues los intendentes eran casi todos mexicanos, y lo mismo pasa con quienes pintan las autopistas, con los jardineros, las mucamas y hasta las baby sitters, todas mexicanas. La lección, pues, es que sin mexicanos los gringos no pueden valerse por sí mismos y ni de chiste podrían jactarse de lo que son hoy.

Desafortunadamente --y algo que demuestra el curioso etnocentrismo de Un Día sin Mexicanos-- eso mismo puede decirse si aplicamos el axioma a la inversa. Alan Riding, autor de Vecinos Distantes, afirmaba que la relación entre ambos países era similar a la de un matrimonio malavenido que tras su divorcio se dio cuenta de cuánto se necesitaban uno del otro. Cierto, Estados Unidos sufriría horrores con la ausencia de los inmigrantes mexicanos pero a México le iría peor sin las remesas que esos trabajadores enviarían a las apachurradas comunidades que no tienen otra forma de sobrevivir y a las que puede atribuirse el que en México no haya habido estallidos sociales las últimas décadas. Finalmente, la situación sería temporal para los gringos quienes llenarían esos puestos con trabajadores vietnamitas, filipinos, salvadoreños, hondureños y demás países más empobrecidos que México. ¿Qué opción existiría, aparte de buscar dólares en Estados Unidos, para los mexicanos que quieran salir de su pobreza? Quizá la nave extraterrestre se los llevó a otros planetas para explotarlos allá.

La mayoría de los inmigrantes, no sólo mexicanos, han aportado sudor y esfuerzo para el engrandecimiento de Estados Unidos. Dentro de la torpe óptica de Un Día sin Mexicanos cualquiera podría filmar Un Día sin Judíos y concluir que entonces no existirían Hollywood, ni los grandes bufetes de abogados, ni los megabancos, o rodar Un Día sin Cubanos, algo que mandaría a Miami a volver a ser el pueblucho de pescadores que fue hasta los años 50, o bien filmar Un Día sin Italianos y quitar de enmedio a una considerable cantidad de actores, policías, chefs y diseñadores (ya ni digamos la mafia) o filmar Un Día sin Negros, lo cual eliminaría de sopete una pléyade de talentosísimos músicos, deportistas y aun al mismo presidente. ¿Le parece absurdo ese planteamiento? Pues eso es precisamente lo que se quiso transmitir con Un Día sin Mexicanos.

La premisa de Bajo la Misma Luna es mucho más creíble. Rosario (Del Castillo), cruzó la frontera ilegalmente hacia Los Ángeles para poderle dar una vida mejor a su hijo Carlitos (Alonso) Cada domingo por la mañana se comunica con él quien le pide que le describa dónde se encuentra y qué cosas hay alrededor. Se encuentra, naturalmente, en el East LA, el barrio mexicano de aquella urbe. Todos los acontecimientos narrados ocurren en menos de una semana: a ella la despiden de su trabajo, su madre, la abuelita de Carlitos, se encuentra muy mal de salud. El caso es que él quiere cruzar la frontera para estar con su madre y lo consigue, con todo lo que ello implica, incluido el pasar la garita escondido debajo de un sillón luego de pagarle a una pareja de chicanos.

Sin embargo los clichés y lo predecible surgen a los pocos minutos de arrancada esta cinta. Por ejemplo, desde antes que suceda ya sabemos que la muerte de la abuelita será la principal razón que orille a Carlitos a irse a Estados Unidos, o cuando los empleados ilegales comienzan a trabajar en la recolección de fruta estamos seguros, como ocurre, que la Migra va a llegar intempestivamente; del otro lado nuestro protagonista se topará únicamente con mexicanos mientras que los gringos serán todos unos villanos, desde un drogadicto al que le ofrece 200 dólares para llevarlo a un lote de autos hasta amenazantes patrullas de la Border Patrol. Lo único que refresca tanto eslabón predecible es que a Carlitos y a Enrique (interpretado por Eugenio Derbez, quien en roles serios es mucho menos irritante que en comedia) los contrata un indio norteamericano en Tucson. Por otro lado el final es incongruente: si Rosario decide regresarse a México y la vemos subida en el autobús ¿cómo es que al día siguiente se encuentra a su hijo en una calle del East LA? ¿Acaso todo fue un sueño? Con todo, Bajo la Misma Luna se encuentra lejos de ser un churro mexicano y logra reflejar la situación de quienes cruzan al otro lado en busca de un mejor nivel de vida.

Por un lado es bueno que el cine mexicano referente a la frontera esté dejando atrás los temas de narcotraficantes y aborde otra variedad de tópicos. Los esfuerzos aquí referidos apuntan a otra dirección a la que aún falta pulimiento para ofrecer propuestas más coherentes o, mínimo, seductoras al momento de ir al cine o rentarlas en DVD.

 

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