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Y DEMÁS/Hipócritas
Porqué las
empresas se hacen woke
¿Lo
hacen por inquietud social, para conectarse con su comunidad o para
demostrar que aborrecen su propio historial que hoy sería
considerado racista o discriminatorio? Por supuesto que no: lo que
tenemos aquí es lo que se ha denominado chantaje financiero por
parte de cierto poderoso caballero, paradójicamente el promotor de
la mayor aplanadora propagandística totalitartia de la historia moderna
Versión impresión
NOVIEMBRE, 2023. La tendencia
ya se percibía pero se aceleró tras el triunfo de Donald Trump en el
2016: empresas emblemáticas reconocidas internacionalmente cambiaron
sus estrategias publicitarias donde tradicionalmente las cualidades
del producto eran resaltadas mediante alegres jingles, frases
ingeniosas y efectos especiales que debían condensar todos los
elementos en un lapso no mayor a los 40 segundos.
De repente a estas empresas y a sus publicistas les importó
sobremanera la inclusión, la representatividad y los elencos
multiculturales y excesivamente preocupados por la ecología, temas
que hasta hace poco les interesaba un carajo.
Igualmente esta publicidad dejó de incluir modelos masculinos, o que
al menos se presentaban como hombres ordinarios para sustituirlos
por lampiños aunque muchos de ellos llevaban barbas cortas sin dejar
atrás cierto comportamiento afeminado; los comerciales de estas
empresas comenzaron a llenarse de hombres debiluchos, agachados y
sumisos ante toda opinión, femenina. ¿Qué sentido tenía, por
ejemplo, que un talco promocionado para el aseo masculino incluye
mensajes enfocados en la tolerancia racial o por qué de repente una
marca de toallas sanitarias, cuyo público se enfoca ciento por
ciento a las mujeres, les advirtiera que ellas eran libres "para
decidir lo que es mejor para nosotras"?
Gillette, una de las más poderosas empresas del planeta y que
representa el cuasimonopolio en la venta de rastrillos, lanzó un
comercial donde criticaba a los hombres por, bueno, ser demasiado
hombres y a quienes se acusaba de ser acosadores sexuales
simplemente por echar piropos a una mujer guapa. Curiosamente, los
acosadores en ese comercial eran todos blancos, como si el echar los
perros a las damas o realizar comentarios sexuales fuera un fenómeno
inexistente entre los hombres asiáticos, negros, latinos o de origen
árabe.
Desde entonces la tendencia se agudizó: empresas como Coca-Coca,
Nike, General Foods, Kellog's, Apple y los gigantes del Internet
como Google y facebook se enfocaron en promover posturas sociales de
inclusividad y agregaron en su publicidad la bandera multicolor que
identifica al movimiento LGBT. La tendencia prontó brincó a otras
empresas, entre ellas la aseguradora MetLife, que sustituyó la
figura del simpático perrito Snoopy por la de un símbolo
proecologista, o Wells-Fargo, una fiduciaria que comenzó a impartir
a sus empleados cursos sobre "tolerancia racial" donde se les
exhortaba a ser "menos blancos".
La industria del entretenimiento resultó igualmente contagiada:
Hollywood, que siempre ha promovido políticas de izquierda, hizo a
un lado toda sutileza en sus guiones y comenzó a difundir propaganda
LGBT y de políticas de identidad en sus películas y lo mismo ocurrió
en la TV: canales dedicados al entretenimiento hicieron segunda a
sus anunciantes con mensajes de inclusividad, cuidado ambiental y
representación. Ya ni se diga de los campus escolares, secuestrados
por la izquierda radical desde la década de los 60 y donde la
tendencia va mucho más avanzada que en el resto de la sociedad: ahí
ya es imposible expresar una opinión en contra de esta marejada
doctrinaria. Y para allá va el resto de la sociedad norteamericana
si no hace nada al respecto.
¿Qué diantres pasó, por qué de repente estas empresas, conglomerados
e industrias súbitamente se mostraron tan consternados y preocupados
por la ecología y el racismo cuando (sobre todo en el caso de
Hollywood) durante décadas promovieron estereotipos racistas que
incluían a los latinos respondiendo con un "¡sí, señor!" La ideología
woke ha hecho que los racistas de hoy sean los censores de hoy. Pero
el punto es ¿por qué ese giro, se trata de un repentino cargo de
conciencia?
Más aun, y pese a que estas campañas están fracasando y le están
representando gigantescas pérdidas, la promoción de la ideología
woke es machacada cada más a fondo y sin cesar en sus campañas
publicitarias. Para el efecto ya se inventó la frase go woke go
broke, con ejemplos donde muchas empresas se fueron a la quiebra
o perdieron gran parte de su mercado por promover esta ideología.
Pero si una máxima indica que al cliente hay que darle lo que pide
(y queda claro que no está pidiendo más adoctrinamiento woke) ésta
ya no parece aplicar en nuestros tiempos. ¿Hasta dónde puede llegar
el apoyo a causas que llevan a estas empresas a la quiebra y de
todos modos insisten en promover ideología woke?
Vivek Ramaswamy, autor del libro Woke.Inc: la Gran Estafa, es
un hijo de inmigrantes hindués asentados en Cincinnati. Poseedor de
una inteligencia excepcional, Ramaswamy se convirtió en
multimillonario antes de cumplir los 25 años de edad gracias a una
empresa de computación. Ramaswamy es actualmente precandidato
republicano a la Presidencia con pocas posibilidades pero su libro,
éxito en ventas, pone en perspectiva el porqué buena parte de las
empresas norteamericanas están esparciendo la causa woke.
La izquierda, siempre ignorante del modo en que funciona un negocio,
supone que los empresarios y los comerciantes tienen bóvedas llenas
de dinero que solo abren para repartir migajas a sus empleados. Una
empresa requiere de capital constante para cumplir con sus
compromisos financieros, ya sean los sueldos, pagos a proveedores y
al fisco al tiempo que sus ingresos llevan variables pues así como
hay días de grandes ingresos, hay otros donde apenas un puñado de
dólares entran a sus arcas.
¿Y de dónde sacan estas empresas su efectivo cuando las ventas son
bajas? Una es mediante la emisión de acciones --en Estados Unidos
las empresas están obligadas a vender una porción de sus acciones al
público en general-- y otra con la liquidez proveniente de los
bancos. Pero para recibir un préstamo bancario multimillonario no
basta con ir a solicitarlo a una institución financiera: se requiere
el aval de las llamadas fiduciarias, entes dedicados a administrar
el dinero o los bienes de estas empresas y las encargadas de valorar
los pasivos de las empresas solicitantes. Ningún banco otorgará un
préstamo multimillonario sin el aval de estos gigantes fiduciarios.
Veamos entonces cómo funciona el asunto: buena parte de las acciones
han sido adquiridas no por el público en general sino por activistas
financiados por organismos como la Open Society, propiedad de un
señor que quizá hayan escuchado hablar llamado George Soros. La
página web de la Open Society no esconde sus propósitos: "Vemos a la
equidad igualitaria, independientemente de la religión, género, o
identidad sexual, como un elemento fundamental de una democracia
sana. A nivel mundial (la Open Society) apoya los esfuerzos para
remediar las constantes inequidades de los gobiernos en el mundo
dentro de una economía mundial heredada de la explotación colonial".
La página añade que Soros ha destinado 32 mil millones de dólares de
su fortuna para financiar la Open Society. Buena parte de este
dinero terminó en las universidades más importantes de Estados
Unidos y en los bolsillos de fundaciones otrora prestigiadas como la
Ford y la McArthur que hoy han sido totalmente cooptadas por
activistas woke. Naturalmente que ese maremágnum monetario
también se ha empleado para adquirir acciones de megaempresas a
cargo de estos activistas disfrazados de ciudadanos comunes y
quienes desde adentro presionan a las consejos de administración de
estas empresas para que comiencen a promover posturas woke.
Asimismo, miles de millones de la Open Society han sido transferidos
a Black Rock, una de las fiduciarias más importantes no solo de
Estados Unidos sino del planeta. Aparte de la Wells-Fargo, este
dinero también se ha filtrado en fiduciarias como The Vanguard
Group, Berkshire Hathaway y la State Street Corporation, entre
otras. Este gigantesco enramado hace posible que esos millones y
millones de dólares caigan en los bolsillos de empresas que
requieren liquidez constante o, simplemente, en manos de activistas
incrustados dentro es esa empresas como accionistas o en importantes
puestos de recursos humanos donde los reclutadores provienen de
planteles universitarios donde previamente se les
adoctrinó/aleccionó sobre el perfil "inclusivista" de los
potenciales empleados.
La revista The New Yorker
respondió ferozmente a Ramaswamy y lo acusó de "conspiranoico",
"alucinado con supuestos temores de un gobierno mundial" y "corto de
entenderas", entre otras lindezas, pero en ningún momento The New
Yorker rebatió los argumentos que Ramaswamy presenta en Woke.Inc
y en vez de ello lanzó sus trilladas adjetivaciones. Aparte de ello
¿dónde quedó el respeto hacia las minorías raciales? ¿Imaginamos la
reacción su alguien llamara "corto de entendederas" a
Colin
Kaepernick?
Y a diferencia de los entes públicos que pueden cubrir sus defícit
gracias a la impresión de papel moneda, las empresas privadas se
suelen enfrentar a un panorama volátil de ventas y al mismo tiempo
cumplir sus compromisos financieros, como se mencionó anteriormente,
de ahí que recurran a estas fiduciarias, las cuales conceden el
préstamo... bajo ciertas condiciones, claro está. Y estas
condiciones, o más bien chantajes, exigen promover políticas de
inclusividad, tolerancia y promoción del activismo LGBT.
Ese fue precisamente el caso de Anheuser-Busch, que distribuye la
cerveza Bud Light. Como ya referimos en esta página, esa cervecera
lanzó un par de promocionales donde el "influencer" Dylan Mulvaney
aparecía como trasgénero metido en una tina de baño mientras bebía
el producto. El comercial solo se difundió en las redes sociales
pero ello bastó para que el consumidor habitual de Bud Light
realizara un boicot que resultó en una caída en ventas del 45 por
ciento en un par de meses. Aparte de perder su sitio como la cerveza
más vendida de Estados Unidos, Anheuser-Busch no logra reponerse del
golpe pese a haber difundido tres spots "patriotas". Lo único que no
ha hecho, y no hará, es pedir disculpas a los compradores habituales
de Bud Light.
Se sabe que Black Rock no solo proporciona financiamiento a
Anheuser-Busch: de acuerdo con un artículo publicado por Allan J.
Feifer en la
página americanthinker.com, esa megafiduciaria ha transferido fondos
a los principales estudios de Hollywood, especialmente Disney. Eso
explicaría la difusión de tanta basura doctrinaria en sus películas
y cuyo ritmo no baja pese a que el 90 por ciento de esos productos
no son financiables.
Y aquí viene la pregunta: si la mayoría de estas propuestas woke son
fracasos absolutos ¿acaso las empresas que las promueven son tontas
al seguirlas promoviendo pese a las pérdidas? ¿no temen a la
inanición financiera que las lleve a la quiebra?
Ramaswamy compara esta aparente incongruencia como "un efecto
colateral" que beneficia al prestamista: "Al perder clientes, la
empresa también pierde su valor bursátil lo que lleva sus acciones a
la baja, y es ahí donde los activistas compran más acciones con
dinero proporcionado por fundaciones como la New Society. Muchas
empresas que se declaran en quiebra son finalmente adquiridas con
dinero de las fiduciarias con lo cual se está creando un monstruoso
conglomerado de alcances mundiales". Dicho de otro modo: quien te
orilla a la quiebra terminará por adquirir tus activos.
En el caso de Hollywood y otros monstruos que tienen amplísima
presencia en los mercados internacionales, éstos confian en que esa
gigantesca rebanada de mercado, mucho más liberal (izquierdista) que
el espectador norteamericano, siga consumiendo esa miasma
propagandística y doctrinaria. Por ejemplo, la película Lighytear de
Pixar, estrenada en el 2021, logró recuperar buena parte de su
inversión gracias al mercado internacional. (Sin embargo esta
tendencia también va a la baja: películas como la "afrosirenita",
que se esperaba tendría enorme acogida en los mercados
latinoamericano y asiático, quedó muy lejos de las expectativas y se
le puede considerar uno de los fracasos más sonadas del 2023.
El mercado chino también ha salvado producciones hollywoodenses que
de otro modo habrían representado pérdidas aun peores a los estudios
pero éstos son chantajeados, ahora por los censores chinos quienes
les exigen no solo editar escenas "problemáticas" como, por ejemplo,
mencionar a Taiwán o al Tíbet y, por supuesto, promover la agenda
LGBT, totalmente restringidas en China.
Algo similar ocurre con el jugoso mercado del área que conforma la
Península Arábiga que cuenta con uno de los poderes adquisitivos más
fuertes del mundo. Pero del mismo modo, los gobiernos de los
Emiratos Árabes, Kuwait, Qatar, Arabia Saudita y Dubai también
exigen a Hollywood que toda escena que promueva la homosexualidad
sea censurada.
¿Y qué hacen en tal caso los amorosos promotores de la tolerancia,
la bandera del arcoris no solo en Hollywood sino de empresas como
Chanel, Volvo, Swatch y cientos más?: Con hipocresía monumental
"borran" toda alusión a lo que en otros mercados consideran como
"una necesidad del presente y "cancelan" ferozmente a quien
manifieste su desacuerdo.
Estas compañías que muestran su ferocidad en occidente, se
transforman en corderitos en otros mercados; así como en un segmento
no les importa perder dinero con sus propuestas, en otros se
muestran preocupados, angustiados por no perder dinero.
Y es que el plan, que Soros jamás ha ocultado, tiene como objetivo
principal destruir a los Estados Unidos. Ya en una entrevista con
Rolling Stone en 1997, el billonario afirmaba que ese país
constituía "el principal obstáculo para conseguir una globalización
justa" y lo definiía como "la sociedad menos inequitativa del
planeta". No es coincidencia, por lo tanto, que poco tiempo después
y durante la reunión de la Organización Mundial del Comercio
realizada en Seattle Washington aparecieran los "globalifóbicos" que
destrozaron todos los vidrios sanos en la ciudad. Se sabe que las
protestas fueron financiadas, entre otros, por el mismo Soros, la
viuda del CEO de McDonald's y la AFL-CIO, el sindicato más fuerte de
Estados Unidos.
Naturalmente ahora que la Organización Mundial del
Comercio ya fue devorada por el discurso woke y que está a cargo de
Karl Schwab, quien tiene apariencia de villano de James Bond, los
"globalifóbicos" ya no encuentran motivo alguno para sabotear ni al
organismo ni a las reuniones anuales que éste celebra en Davos,
Suiza.
Dado que la estrategia woke para promover
posturas ideológicas que el 90 por ciento de los connsumidores
rechaza no funciona ni funcionará dado que va contra las leyes más
básicas del mercado ("dar al cliente lo que pida" y "ningún cliente
potencial será considerado persona desagradable") terminará por
destruir a aquellas empresas que las promueven, presionadas por
estas fudiciarias, como ya vimos en este artículo. Al final ganará
al mercado... y quizá sea necesario que la estructura que dio origen
a estos monopolios sea destruida para dar vida a algo nuevo... y sin
duda mejor, siempre y cuando los implicados hayan aprendido la
lección.
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