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Pedro Castillo: Sic semper ineptus Intentó traicionar a la democracia peruana y luego se asumió como víctima, y dado que en México no ganamos para vergüenzas, nuestro presidente le ofreció asilo político a este sombrerudo personaje. Por sus Peters os conoceréis...
Por Hernán Bitze DICIEMBRE, 2022. La duda es inquietante: ¿por qué nosotros los latinoamericanos solemos otorgar la confianza, y con ella nuestro futuro, a esos personajes pintorescos que entran a la arena política y arruinan nuestra historia? Caso directo, el del recientemente depuesto Pedro Castillo, cuyo nombre, en inglés, sería Peter Castle, apelativo que trae de inmediata remembranza al larguirucho y narigón Juanito Manzanas, del cual los estudios Disney en su momento crearon una tira animada. Desinfortunadamente, Pedro Castillo no fue tira animada, era real y, por tanto, tampoco había oportunidad de esquivarlo de medio electrónico alguno. En el caso de esta risible caracterizashow (perdónenme, puristas del lenguaje!) los peruanos no tenían modo de escapar. Pero aquí lo importante es que este Píter se ha ido de la Casa de Pizarro, como le llaman allá, con todo y tamaño sombrerote, dejando un hueco en ese recinto, aunque esta vez el hueco ha sido más que agradecible. Se fue Pedro, sombrero incluido.... adiós gracias, señores. ¿Y cómo fue que al Píter Castillo lo botaron, a apenas más de un año de que lo votaron, del Palacio de Gobierno, a grito y sombrerazo, faltaba más? Muy temprano, el miércoles 7 de diciembre. el mandatario ya no quería palacio, ansiaba castillo, por lo que forzó a la radio y la televisión a emitir su mensaje que consistía en avisar a los peruanos que el Congreso quedaba disuelto, que se aplicaba el toque de queda y que habría requisa de armas de fuego, como si éstas fueran culpables de su horripilante desempeño como gobernante. El siguiente paso sería llamar a elecciones y convocar a un nuevo Constituyente. (Pausamos aquí para refrendar esa obstinación de la izquierda de acudir al Constituyente cuando todo les está saliendo mal en el poder o bien se le invoca como bálsamo multitodo al ser opositores, como si la redacción de una nueva acta nos llevaría per se a resolucionar la corrupción y la pobreza, como si un documento eliminara tajadantemente la podrida suerte de nuestro hermanado latinoamericano: Colombia, Ecuador, Argentina y Bolivia renovaron sus constituciones en datas recientes y nadie nos va a salir con las cosas ahí mejorado una enormidad desde entonces...) De suerte estuvo el Perú cuando Píter demostró no ser muy ducho en su toma de decisiones inteligentes, lo cual abarcó esa trama de vulgarazo golpe de Estado a la democracia, peruana... hasta para eso fue tonto, han razonado los ciudadanos de ese país hermano, una más del montón de sus tantas veces que el Píter hizo las cosas mal. En efecto, mi (ni tan) querido guaso: si quieres que tu golpe de Estado sea exitoso, primero gánate al ejército. Quizá jamás sabremos si este Pedro --que no de los palotes pero sí de los sombrerotes-- tocó el asunto con los mílites peruanos y que éstos hayan hecho de muecas al ver que lo ridículo de la asonada no se limitaba solamente a la imagen proyectada por el presidente. Por fortuna, los militares de esa nación andina mantuvieron su lealtad constitucional para evitar que Castillo aplicara su propio fujimorazo versión 2022. Lo que sigue, y pese al pejegrito de indignación que incluso a llegado a ofrecer asilo a Castillo con todo y sombrero, es someter a juicio a alguien que había jurado defender el acta constitutiva peruana, y claramente no lo hizo. De pena foránea el comportamiento lopezobradorino que, previsible al mayoreo, no representa novedad alguna si recordamos cómo también el tabajqueño dio acomodo a esa fichita boliviana de nombre Evo Morales. Por tanto, el asilo al Píter se ve un tanto remotón, y es más probable que, en cambio, quede allá enrrejado por un buen. Es vergonzoso que el pejegobierno haya ofrecido asilo a alguien sobre el que pesan 51 carpetas de investigación, que metió en la nómina a media parentela y que logró en menos un año el catastrófico desplome de la economía peruana que estaba galopando a un 3.4 por ciento anual (y casi un 5 por ciento antes de la pandemia) y que ya había amenazado con echar abajo los exitosos fondos de pensiones peruanos, inspirados en el modelo chileno, igualmente amenazado en su propio país por la pandilla Boric y que idénticamente ya tenía planeada una serie de ruinosas nacionalizaciones. ¿Realmente queremos un bicho así en territorio mexicano? Y es aquí donde retomamos nuestra interrogante de párrafos arriba: ¿cómo es posible que alguien haya podido votar por este persona que hasta hace unos años se dedicaba a exprimir urbes? ¿Acaso esa actividad le proporcionó valiosa experiencia política? Nada de criticable en ello, por supuesto, aunque dentro de esta perspectiva, Castillo y cuatería llevaban la encomienda de exprimir urbes presupuestales y que a la larga les iban a rendir más que meros litros de leche bronca. Con todo, la extirpación del Píter de la vida política peruana no ha salvado del todo la suerte de ese país ya que el mismo partido sigue en el poder y la vicepresidente es correligionaria de Castillo. Habrá que esperar cómo se comporta la señora. Por lo pronto, la izquierda peruana ha perdido un grueso castillo de su desvencijada construcción, y ello son nuevas más buenas que nuevas. El que un inepto como Pedro Castillo haya caído por su propia incompetencia deja sin emperadóricas ropas, y con creces, las marchitas ramas de lo que está constituida semejante corriente política.
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