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AGOSTO, 2020. Ahh, lo que es caer en la irrelevancia dentro del mundo del entretenimiento...

Hubo un momento en la historia en el cual el nombre de Bette Midler evocaba eso que solemos llamar talento. Efectivamente, esta actriz es recordada por sus incursiones tanto en el cine como por su megahit "The Rose", allá a finales de los 70. Algunos han llamado a Midler una versión "light" de Barbara Streisand y otros, bueno, realmente jamás han oído hablar de ella. Por ello pensamos que debe ser difícil para Midler terminar convertida en una celebridad olvidada, eso que los gringos llaman has been. Hollywood está plagado de estas figuras hoy opacas que en el pasado tuvieron cierto brillo y las cuales buscan desesperadamente volver a ser el centro de atención con sus tuits o con alguna de esas entrevistas que los medios norteamericanos dedican a los has been cuando necesitan llenar tiempo en sus programas.

El odio hacia Donald Trump que corroe a las celebridiotas está teniendo efectos emocionales catastróficos dentro de la grey. Muchos de ellos, como la cantante Cher, prometieron que "se largarían" de Estados Unidos si Trump resultaba electo en el 2015. No lo hicieron, por cierto, quizá porque en el fondo saben que si se van a otro país su intrascendencia terminaría por acelerarse. Otras celebridades están siendo carcomidas por al amargura, por la impotencia y por el odio enfermizo hacia un personaje que lo que tiene de pesado y de antipático lo tiene de efectividad en cumplir sus promesas y objetivos, primero como empresario y hoy como presidente.

Pero al final de cuentas, y no se necesita ser sicólogo para percibirlo, el repudio hacia Trump es el fondo el repudio que estas celebridades sienten hacia ellas mismas y que sus ataques no son otra cosa que un reflejo de cómo ven al resto del mundo. Quien se considera un triunfador no se la pasa echando pestes a los demás.

De igual manera, cada vez que esas celebridades expresan su odio irracional hacia el mandatario o bien cuestionan sus acciones, de manera inevitable terminan por exhibir s propia hipocresía y doble moral. Es la característica que todo simpatizante izquierdista lleva tatuada en la piel: tan pronto abre la boca y atacan a alguien no tarda en caer en las contradicciones más aberrantes al ser confrontadas con la realidad. Por ello la izquierda quiere destruir la verdad, hacerla pedazos o mínimo relativizarla. Le es inconveniente para conseguir sus propósitos. Gente como Bette Midler odia a la verdad incluso más que al mismo Trump.

Durante el segundo día de la Convención Republicana, Melania Trump, esposa de ya-saben-quién, dio un discurso conciliatorio hacia los demócratas. Y reconciliación obtuvo: menos de cinco minutos después, Midler escribió un tuit que decia "¡Dios mío (ella) todavía no puede hablar inglés!" y segundos más tarde, con un desdén y envidia que ya no se molestó en contener, publico otro más que decía "(Melania) es una inmigrante ilegal, bájenla del escenario", un término que, por cierto, supuestamente los demócratas habían extirpado de su léxico por considerarlo "denigrante".

Ante ello salta la pregunta inevitable: ¿qué le hace creer a esta laya de izquierdistas entre celebridades, profesores universitarios y activistas, que todos ellos están exentos de la lógica y la congruencia, por qué consideran que esos conceptos no se aplican a ellos? Esto queda de manifiesto cuando a Midler le cayó encima un alud de tuits donde la criticaban por su irritante hipocresía, aunada a la asombrosa ignorancia de la actriz ante el hecho de que la señora de Trump habla cinco idiomas, una falta de respeto igualmente para esos millones de norteamericanos llegados de otras latitudes y que hablan el inglés con acento.

 Es curioso cómo nuestra tonta de la semana no haya experimentado esa misma irritación durante los "debates" demócratas cuando los aspirantes Betonto O'Rourke y Gary Booker "hablaron" con las patas algo que vagamente sonaba a idioma español. ¿Por qué entonces la señora Midler no se quejó de que hablaban en otro idioma que no era el inglés ni tampoco exigió que a ambos los bajaran del escenario? (Igualmente a la actriz no le molestó gran cosa que durante el segundo día de la "Convención" Demócrata hubiera habido segmentos en español cortesía de un hip hopero colombiano). Tampoco hasta hoy hemos sabido que Midler se haya quejado del acento de la legisladora demócrata por Minnesota Ilhan Omar.

Si alguien se preguntaba hasta dónde llega el odio y el racismo de estos celebridiotas, Bette Midler acaba de dar una respuesta impecable. Sería bueno investigar cuántas de las amistades más cercanas de esta actriz son afroamericanas, cuántas de origen latino o cuántas veces Midler ha puesto un pie en los barrios del sur de California donde radican las minorías raciales. Muy seguramente la cantidad es ni una sola.

Las celebridiotas como Midler viven dentro de sus burbujas con la idea, totalmente equivocada, de que quienes admiran su talento histriónico o musical por tanto también comparten sus opiniones y convicciones políticas. Por ello, las "adhesiones" de estas celebridades a los políticos demócratas (y sí, también a los republicanos, aunque son contadas) tienen poco o nulo efecto a la hora de las votaciones. Adicionalmente, estas celebridiotas suelen llevar vidas personales sumamente aburridas, lo que se refleja en que uno de los géneros literarios menos rentables es el de las biografías de estos actores y celebridades: Harrison Ford es el actor que más dinero ha metido en la taquilla en toda la historia del cine pero es dudoso que a la mayoría de sus fans les interese saber más de él que de sus míticos personajes de Han Solo e Indiana Jones.

 A los dos días Bette Midler se "disculpó" por sus tuits, pero no se crea que lo hizo por deseo propio. Lo hizo por la presión desaprobatoria que exhibió el racismo que lleva debajo de la piel. La disculpa no le quita de encima el que se trate de una tonta, racista e hipócrita.

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