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La "foto del acosador": lo que realmente ocurrió
Terminaba una larga guerra donde abundaron las privaciones, el racionamiento, la incertidumbre y el miedo a morir en el frente ¿No era acaso motivo para celebrar? La foto icónica que presenta ese momento ha sido cuestionada por gente que no concibe ver felices a otros. Ese es el motivo, maquillado por el supuesto "acoso", por el que las feministas quieren que esta imagen sea eliminada de la historia y jamás vuelva a ver la luz
AGOSTO, 2024. Esta es una
imagen que todos hemos visto: un hombre vestido de marinero y una
mujer con uniforme de enfermera --en realidad, asistente de un
dentista-- se besan apasionadamente en pleno Times Square de Nueva
York. La histórica imagen fue tomada el 14 de agosto de 1945 cuando
se anunció la rendición incondicional de Alemania y el pueblo salió
a festejar a las calles. Y aunque se trata de una imagen en blanco y
negro y han pasado casi ocho décadas desde que fue tomada, es
imposible escapar del sentimiento de euforia y felicidad que
impregnaba el ambiente aquél mediodía en el centro de Manhattan.
Durante las siguientes décadas esa imagen, originalmente publicada
por la revista LIFE, fue vista como el símbolo de la victoria
final de la democracia sobre el totalitarismo y refleja además la
felicidad de dos seres humanos que ven disuelta la amenaza de no ser dueñas de sus
propios destinos. La imagen recibió incontables premios, entre ellos
el Pulitzer, y se ha reproducido en estatuas --hay una de ellas, de
tamaño enorme, en la bahía de San Diego, lo mismo que en grabados y
murales. "Ni el mejor discurso de los políticos superaría la
reacción que provocó esa fotografía", escribió al respecto el
vloguero Ben Shapiro. "El
hecho de que ahí aparezcan tanto militares como civiles habla de una
victoria compartida. Ese fue, sin duda, uno de los días más felices
en la historia de la humanidad, no solo de Estados Unidos".
Pero, el infaltable pero, fue eructado por la izquierda cuyo desdén
por la palabra "felicidad" es innegable, sobre todo para el
feminismo. Esa imagen en Times Square representa, sin más, un acto
de acoso sexual sin precedentes, al punto que ha exigido que la
imagen sea prohibida para evitar que cientos de locos inspirados en
ella salgan a las calles y anden de besucones sobre chicas
inocentes. La veterana feminista Gloria Steinem ha llegado incluso
al ridículo de decir que esa imagen "desató una oleada de abusos
sexuales que es imposible enumerar. Ya no debe publicarse más".
Las feminazis no dejan de insistir con mulona terquedad: se trata de
una imagen que promueve el acoso sexual y han llegado al punto de
alterarla mediante el Photoshop: hace años se mostró un imagen donde
el brazo izquierdo de la mujer fue "recolocado" a la altura de su
pecho como forma de demostrar su rechazo ante quien le quiso robar un
beso.
¿Pero en realidad esta imagen, la de un marinero que besa a una
asistente, expone los peores instintos del patriarcado machista?
En primer lugar y de acuerdo a lo publicado por la mismísima revista
LIFE, esta fotografía fue tomada por Alfred Eisenstaedt,
quien como todo camarógrafo con buen instinto salió a la calle al
enterarse por radio de la rendición de los nazis por lo que caminó
varias cuadras hasta llegar a Times Square, el equivalente al Ángel
de la Independencia en la Ciudad de México, sitio donde la gente se
reúne para festejar.
Las feminazis suponen que ese marinero tomó forzosamente del talle a
la chica y le plantó un beso que seguramente ella no deseaba. Sin
embargo fue Eisenstaedt quien tomó del brazo a un marinero, de
nombre George Mendonsa, y le pidió que abrazara a la asistente de
dentista, quien quedó sorprendida cuando el desconocido le arrancó
un beso, que se limitó a tocarse los labios.
Eisenstaedt refirió tiempo después que pidió su autorización a la
mujer, llamada Greta Zimmer Friedman, para publicar la foto a lo que
ella accedió totalmente. Los protagonistas fueron buenos amigos
hasta que ella falleció décadas después (el fotógrafo abandonó este
mundo en 1995). Friedman negó en todo momento sentirse acosada por
Mendonsa: "Era la emoción del momento, de saber que la guerra había
terminado. Era imposible no sentirse eufórico".
Y ése es realmente el punto. En vez de emplear argumentos ridículos
y simplistas como el simple acoso, tenemos que ubicarnos en el
momento histórico que vivían los protagonistas: Estados Unidos
llevaba casi un lustro en guerra con tres potencias militares y
Mendonsa estaba a semanas de ser enviado al frente en la zona del
Pacífico; ambos habían soportado años de escasez de comida, la ropa
y el calzado estaban contabilizados, había racionamiento de casi
todo lo indispensable, muchas garantías individuales se encontraban
suspendidas y ninguno de ellos sabía si tendrían país o alimento al
día siguiente. Seguramente uno o ambos habían perdido amigos,
familiares o conocidos en el frente de batalla.
Imaginemos que de repente se difunde la noticia que todo aquello que
te había causado incertidumbre, miedo, desazón y temor se evaporaba
del horizonte. Eisenstaedt sabía que se estaba viviendo un momento
histórico y simplemente le agregó teatralidad al asunto.
Todos quienes han vivido momentos igualmente históricos, desde la
caída del Muro de Berlín hasta la conquista de la Copa FIFA, conocen
perfectamente ese sentimiento de felicidad, de gozo, del deseo que
te empuja a compartir esa alegría con gente a la que no conoces y
con la que nunca has tratado. ¿Cuántos hombres besaron efusivamente
a mujeres (y viceversa, claro) cuando salieron a las calles a
festejar un triunfo o una victoria colectiva? Cientos, por lo menos.
En el caso de la fotografía en Times Square, el gozo era
inconmensurable pues se ponía fin a un lustro de penurias, de
privaciones y de miedos. Era el enorme gusto de saber que la vida te
daba otra oportunidad, equivalente a que un médico diga que el
diagnóstico de tu enfermedad terminal está equivocado o que se ha
comprobado tu inocencia al concluir un juicio.
La icónica imagen refleja que todo lo que la pareja había sufrido
los últimos cinco años; sus sacrificios y su aguante ante los
horrores de la guerra, habían valido la pena.
Y si nos fijamos un poquito, ese sentimiento de gozo trató de ser
igualmente destruido por la izquierda en fechas más recientes, y en
tal sentido han tenido más éxito que con la emblemática imagen
tomada por Eisenstaedt. Luis Rubiales, presidente de la Federación
Española de Futbol, besó efusivamente a Jenni Hermoso, capitana de
la selección de futbol durante la entrega de medallas al final del
Mundial Femenil y donde España resultó campeona.
La noticia recorrió el mundo con más fuerza que el Mundial en sí, el
cual tuvo teleaudiencia ínfima y poca gente sabía que se había
efectuado en Sydney. Las feminazis españolas acusaron a Rubiales de
"agresión sexual" por "haberle robado" un beso a la jugadora quien
primero trató de restar importancia al asunto argumentando que era
la euforia del momento.
Pero más tarde las feminazis le inflamaron el cerebro a la jugadora
y ésta entabló una demanda contra el funcionario. Y dado que un
extasiado Rubiales dijo ante al prensa y en tono de broma,
"queremos anunciarles que Jenny y yo nos vamos a casar mientras las
otras campeonas se van de vacaciones a Ibiza", el ataque en su
contra fue inmisericorde. Y aunque Rubiales alegó que "Jenni y yo
nos hemos llevado así", Hermoso mantuvo en firme su demanda, azuzada
por las feminazis y los medios españoles.
Es muy probable que Rubiales sintiera atracción sexual por la
futbolista, guapa y de buen cuerpo. Pero igualmente probable es que
existían simpatías y confianza entre ambos, de otro modo el
funcionario difícilmente habría expresado semejantes cosas de ella en
público y que las demás jugadores conocían perfectamente esta
situación.
En tal sentido, queda claro que, en estos tiempos, si Mendonsa
hubiera robado un beso a Zimmer, habría terminado con cargos penales
en su contra y quizá habría terminado en prisión. Para su fortuna,
en 1945 todavía había mesura y sentido común entre la humanidad que,
paradójicamente, estaba saliendo de una de la guerras más
sangrientas de la historia humana.
Y en la máxima de las paradojas de esta historia, el autor de la
fotografía, Alfred Eisenstaedt, había huido de la Alemania nazi a
Estados Unidos en 1933. Ese mismo año, Eisenstaedt tomó una foto al
ministro de Propaganda Joseph Goebbels cuando éste realizó una
visita a Suiza... sí, una foto de quien sin ningún problema pudo ser
el padre putativo de las feminazis y los wokes.
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