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MEDIOS/Redes podridas

Limpiar el cochinero en twitter, la brutal misión de Elon Musk

Es posible que el megamagnate jamás imaginó el espantoso caos que encontraría al interior de la influyente red social, y la fúrica reacción de esa élite que hasta hace poco lo alababa como semidiós. Es de esperarse que Elon Musk, acostumbrado a ganar, retomará el espíritu libertario que dio origen a un Internet enemigo del totalitarismo

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OCTUBRE, 2022. En este momento ya no hay espacio para dudas. Elon Musk es el empresario más influyente en el primer cuarto de este siglo XXI, un emprendedor que ha retomado la batuta libertaria que alguna vez dejó vacía Steve Jobs y que Bill Gates simplemente traicionó sin asomo de desparpajo. Y el que hasta hace poco era el empresario admirado por la marabunta progre no haya sido escogido nuevamente por la revista TIME como Persona del Año, el título en esta ocasión le fue otorgado al presidente de Ucrania, quien le debe ese reconocimiento a Putin para todo efecto práctico.

Es obvio que Musk ya no es el consentido de esa élite... algo que, podemos asegurarlo, preocupa poquísimo o nada el magnate afroamericano (nació en ese continente y hoy vive en Estados Unidos ¿cierto?)

Ese súbito desdén post twitter ha traído comentarios entre cómicos y ridículos: la actriz Alyssa Milano publicó un tuit donde se ufanaba de "haber vendido mi Tesla" para reemplazarlo "por un Volkswagen", todo como consecuencia del repentino "privilegio blanco" de Musk y que los liberales norteamericanos descubrieron espantados apenas se consumó la venta de la plataforma del pajarraco azul. Lo hilarante, como puede intuirse, es que el Volkswagen de Milano fue una idea original del Partido Nazi y que fue Hitler mismo quien le puso ese nombre, todo esto después de cientos de tuits publicados donde la actriz le coqueteaba al multimillonario y poco faltó para que le sugiriera cuándo y dónde podrían verse a escondidas. (¿Lo duda? chéquese sus tuits).

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En cuanto se consumó la compra de twitter por parte de Musk comenzó a salir la pus imperante dentro de un edificio ubicado en plena zona financiera de San Francisco. Y ya de eso tenía idea el magnate pues es famoso el video donde se le ve entrando al vestíbulo cargando un lavabo aunque a estas alturas habría sido mejor haber cargado un excusado.

Por principio, Musk se topó con que por lo menos un tercio de sus empleados llevaban casi dos años trabajando "a distancia" con motivo de la pandemia y que pasaron meses sin poner un pie en el edificio pese a que ese bicho viral dejó de representar una amenaza allá por el mes de abril.

Del mismo modo nadie llevaba un control de horas que esa gente supuestamente estaba trabajando; muchos de ellos, según Rajan Laad de la página americanthinker.com, "solo debían comprobar que estaba conectados a la base central por cuatro hora seguidas y ya no tenían que reportarse el resto del día".

Por supuesto, todo este ejército de güevones cobraban, y vaya que lo hacían bien: según señaló Laan en otro artículo, "el promedio salarial de los empleados de twitter oscilaba entre los 40 mil dólares anuales a los recién llegados' y hasta 115 mil dólares anuales a los 'veteranos'. ¿Y por qué no se le exigía a los empleados desquitar sus exorbitantes sueldos? Aparentemente, establece Laad, "ese tipo de exigencias eran consideradas parte de un 'sistema patriarcal y explotador' dentro de twitter, y había que erradicarlas".

Pero eso no es todo, como decía hace años Walter Lantz, creador de El Pájaro Loco: los empleados que sí se presentaban a las oficinas habían conseguido un insólito "logro laboral" que consistía en almuerzo y comida gratis todos los días, el tener a su disposición una enorme "área de descanso" acondicionada con juegos de mesa, televisores, consolas de video y acceso ilimitado a la red así como un espacio profusamente surtido con cualquier suerte de repostería, gaseosas y todos los platillos imaginables, todo sin costo, naturalmente, incluido un menú estrictamente vegetariano para que los empleados woke que no consumen carne no se sintieran ofendidos y excluidos.

Una vez que Musk detectó que cientos, quizá miles de esos empleados no completaban siquiera un medio turno pero cobraban como si fuera jornada completa, se les llamó la atención,  pero muchos de ellos respingaron y otros optaron por renunciar. Increíblemente, señala el artículo de americanthinker.com, "en este momento existe un alud de demandas laborales contra twitter por parte de ex empleados que acusan 'racismo' de Musk por su origen étnico o por ser parte de ese segmento que rehúsa utilizar los pronombres convencionales. Como se pudiera suponer, ninguno de estos argumentos se había registrado antes que Musk tomara el mando de la empresa".

Y por si ese exceso de empleados parasitarios no fuera suficiente, Musk ha ido revelando el cochinero de componendas entre los altos ejecutivos de twitter y el Comité Nacional del Partido Demócrata. Da cuerdo a una investigación realizada por el periodista Matt Taibi y respaldada por el mismo Musk, una vez que The New York Post publicó el asunto referente a la laptop de Hunter Biden, los altos mandos de twitter cooperaron gustosamente para ir bloqueando cuentas proporcionadas por la dirigencia demócrata que publicaban información poco favorable del hijito del entonces candidato Joe Biden.

Más aún, y en el descaro absoluto, los demócratas enviaban a twitter listados que los primeros llamaban "cuentas problemáticas" para que fueran "aisladas" en la plataforma con el manido argumento que difundían "noticias falsas", esto al  mismo tiempo que los medios liberales publicaban, sin tener una sola prueba a la mano, que el asunto de la laptop del "hijo incómodo" era una  "conspiración rusa" que contaba con la abierta complacencia de Donald Trump.

"Lo realmente orwelliano de esta supuesta colusión Rusia-Trump que The New York Times, The Washington Post y las principales televisoras fue que la colusión real se estaba dando entre twitter y el Partido Demócrata", refirió el vloguero y analista Ben Shapiro, "todo fue un truco, una manipulación de la realidad como lo hacen los magos".

Cuando se desató la pandemia del Covid 19, la plataforma censuró sin piedad a todo aquel que se saliera de  la "narrativa" impuesta por el nefasto doctor Anthony Fauci. Bari Weiss, periodista que trabajó para The New York Times y por tanto conoce a fondo las técnicas manipuladoras de la prensa liberal, tuvo acceso a varias cuentas "problemáticas", entre ellas la de Jay Bhattacharya, un médico especialista en epidemiología y quien imparte cátedra en la Unversidad de Stanford. ¿Su pecado? Señalar que los confinamientos podrían perjudicar la salud de los menores de edad. Twitter no  bloqueó la cuenta del especialista pero si impidió que sus tuits tuvieran una difusión más extensa.

"Bastaba escribir en twitter algo en lo que coincidiría cualquier epidemiólogo con ética, esto es, que no era necesario caminar a solas por las calles con el tapabocas suelto para que la cuenta de usuario fuera suspendida", escribió el analista Matt Walsh, "todo esto mientras los tuits radicales que exigían linchar a la población blanca no fueron siquiera amonestados".

Obviamente, las "cuentas problemáticas" eran, casi en su totalidad, de usuarios conservadores, entre ellos Jordan Peterson, el analista político de la cadena Fox  y James O'Keefe, quien administra Project Veritas, sitio dedicado a exhibir la hipocresía y las corruptelas de la izquierda norteamericana en boca de sus propios autores. En una medida impecable, Musk sometió a votación el retorno de Donald Trump a twitter y "sí" ganó por amplio margen (el copetudo ex mandatario, cuya cuenta tenía 78 millones de seguidores antes que fuera bloqueada, agradeció el gesto pero hasta el momento Trump no ha vuelto a la plataforma).

La investigación de Taibbi y Weiss también destapó la existencia de una red de pederestia y pornografía infantil entre varios usuarios de la plataforma, algo que en lo mínimo molestó a los censores que se alarmaban y bloqueaban imágenes donde el hijito de Joe Biden aparecía fumando crack.

Decenas de celebridades han decidido abandonar twitter "en protesta", entre ellos el actor Jim Carrey,  algo que prácticamente no importó a nadie, así como el cantante Elton John, quien dijo que dejaba twitter "por el clima de odio" a lo que Musk le respondió personalmente y lo invitó a que proporcionara un ejemplo específico de ese "discurso de odio", algo que, por supuesto, el autor de "Bennie and the Jets" no proporcionó. (Con todo, se sospecha que Elton John no maneja su cuenta de tuit y que la escribe alguien más; en una entrevista que John tuvo con el "conductor" James Corben, le confesó a éste no tener "la mínima idea" de cómo manejar un teléfono celular).

Cuesta trabajo entender cómo fue que tanta pus llegó a tener los puestos más altos de twitter: Yoel Roth es un sujeto cuya puesto en la compañía llegó a estar al frente del departamento de "Confianza y Seguridad" en la plataforma del pajarito azul. La investigación de Weiss ha demostrado que Roth poseía cuentas "ocultas" donde mostraba una enfermiza obsesión con las reacciones entre adultos gay y menores de edad. Roth, sin duda alguna un enfermo mental, fue quien ordenó cerrar la cuenta del ex presidente Trump pese a que éste no había violado política alguna de los usuarios y que al ordenarlo callar se estaba infringiendo la segunda enmienda constitucional respecto a  la libertad de expresión.

"Es un hecho que de no haber aplicado esta monstruosa censura a sus usuarios, Donald Trump habría conseguido la reelección", dijo el analista Shapiro, algo en lo que el mismo Musk ha coincidido. La pregunta ahora es sí twitter logrará sobrevivir frente el embate que se le viene encima una vez que, naturalmente, se ha comvertido en promotor de "noticias falsas". Pronto comenzará a despejarse la incógnita.

 

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